Malón - Zaragoza

Las últimas semanas he estado en Malón despidiendo a personas que se han ido para siempre después de una larga vida. Se trata de Eusebio "El Pilaroto" y Jesús "El Forraje".
En el entierro de Jesús vinieron a mi mente numerosas imágenes de mi infancia. Su casa era centro de reunión de muchos de nosotros. Recuerdo con cariño a todas aquellas personas del entorno del Arrabal que formábamos como una gran familia y las charlas en estas noches de verano calurosas a la fresca.
De esos recuerdos y a propósoto de las faenas del campo que se hacían por estas fechas incluyo a continuación un relato que tenía por ahí. Espero que os guste. Sirva como homenaje a todos aquellos esforzados hombres y mujeres de Malón que hacían del trabajo y del esfuerzo su mejor virtud.

YO YA SÉ LO QUE ES LA SED

Lo descubrí cuando tenía ocho años. Iba a ir con mi tío Miguel a acarrear. En nuestro pueblo esa actividad consistía en traer los fajos de trigo del monte a la era para más tarde ser trillados, es decir conseguir separar el grano de la paja.

Para mi era una experiencia maravillosa. Iría montado en el carro y seguro que mi tío me dejaría guiar a los caballos en algún tramo del camino. Mi padre no quería que fuera, pues el campo estaba lejos, en lo que en el pueblo llaman “el monte”. Entre la ida y la vuelta se pasarían más de ocho horas. Era pleno verano y el calor sería sofocante la mayor parte del viaje. Mi tío lo pudo convencer, diciéndole que llevábamos agua suficiente y que en el carro iríamos muy cómodos. Al final cedió aunque no de buena gana.

Salimos justo al amanecer, a eso de las seis y media de la mañana. Enganchamos los caballos al carro, cargamos la alforja con el almuerzo y el botijo lleno de agua fresca y comenzamos nuestra marcha. Yo me quede dormido dentro del carro nada más salir del pueblo. Pero al momento me desperté sobresaltado. En el camino apareció un zorro y los caballos encabritados comenzaron a correr despavoridos. El carro se golpeó contra una piedra de la orilla del camino, y todo lo que había dentro salió despedido, con tan mala suerte que el botijo se fue al suelo y se hizo añicos, y con él desapareció el agua que llevábamos para nuestro viaje. Mi tío entre maldiciones pudo parar a los caballos, pero dijo que aunque nos habíamos quedado sin agua había que seguir. Él esperaba encontrar agua en un pozo que había para el ganado cerca del campo al que íbamos.

Pasaron varias horas y poco a poco la temperatura iba subiendo. Al principio se podía soportar pero enseguida sentí la necesidad de beber agua. Mi tío, tratando de consolarme, me dejo llevar las riendas del carro y me animaba diciendo que pronto llegaríamos al pozo y allí encontraríamos toda el agua que quisiéramos.

En efecto, enseguida vimos a lo lejos el pozo. Mi boca ya sentía el placer del agua corriendo por ella. Pero, ¡qué desilusión! Al acercarnos al pozo comprobamos desesperados que se había secado del todo. Seguimos adelante, yo ya de mala gana. Mi tío ya no me decía nada. Llegamos a nuestro campo, cargamos los fajos de trigo en el carro y como ya eran más de las once, almorzamos lo que llevábamos en la alforja. Tenía hambre y comí aquel trozo de chorizo con pan que me ofreció mi tío con glotonería. El problema vino después, pues la sed que ya tenía, se vio aumentada después de aquel bocadillo. Nos quedaban otras cuatro horas de vuelta.

No sé cómo explicar la sensación de sequedad de boca que tenía y que fue aumentando a medida que pasaban los minutos y las horas. Mi boca parecía un esparto. ¡Qué digo, una alpargata vieja! La saliva no corría en el interior de mi boca y pensaba que en cualquier momento no podría tragar nada y mi respiración también se iba a terminar. Mi tío seguía sin decir nada. Ya habrían pasado más de tres horas y el sol caía con toda su fuerza a eso de las dos del mediodía, cuando le dije a mi tío:
- Yo ya no puedo más. Si no bebo agua, me muero.
- Tranquilo, que ya falta poco. Móntate encima del caballo “Lucero” y así irás mejor.

Hice lo que me dijo, pero la cosa no mejoró nada. Es más creo que empeoró pues el calor que el caballo despedía de su cuerpo, me hizo sentir peor. La sensación de sed aumentó y se hizo inaguantable.

De pronto el carro se paró, los caballos se hicieron a un lado y mi tío me dijo:
- Ahí tienes agua, pero yo que tú, no bebería, en ese pozo habrán bebido todas las caballerías del pueblo y quién sabe cuantos animales más.
- Tío, yo no puedo más déjame beber un poco.

No esperé su respuesta y me abalancé hacia el pozo, me tiré todo lo largo que era y comencé a beber de aquella agua estancada, que me sabía como el más rico elixir. Gracias a que mi tío me sacó de allí al segundo sorbo. Si hubiera seguido bebiendo, quién sabe qué hubiera sido de mí. Lo digo porque con solo esos dos sorbos tuve unas tremendas diarreas y fiebres durante más de tres días.

Al cabo de una semana ya estaba totalmente recuperado y mi mayor regalo era acercarme a la fuente del pueblo y pegarme un buen trago de agua. ¡Qué sensación tan placentera después de aquella terrible experiencia!

FIN
José Mª Sánchez

Hola maloneros.
Siento el fallecimiento de Eusebio y Jesús, que descansen en paz, asi como un abrazo para los familiares.
Gracias José Mari por este relato, lo necesitaba, llevaba ya muchos días sin leer nada agradable de mi pueblo, aunque para tí no fuera nada agradable de pasar en el momento. Recreas una de las faenas del campo que mas nos gustaban a los pequeños, toda la faena de la siega, el acarreo, la trilla y como final meter la paja en el pajar, era lo mejor del campo. Vuelvo a ver esos carros cargados de trigo o cebada, desafiando las leyes de la gravedad, con una altura y un volumen increibles, subiendo por unas cuestas tremendas y tirando del carro las caballerías y todos los que iban alrrededor, por unos caminos con unas rodiladas exageradas, después en la cuesta abajo, agarrándose con todas las fuerzas a la máquina para frenar y al final la llegada a la era y descargar y formar esas faginas tan altas y tan rectas, pero lo mejor de todo, esos almuerzos en el campo sentados en círculo. Después llegaba la madre con la cesta sobre la cabeza y nos traía la comida y con la madre llegaban también los hermanos pequeños que era cosa de estar toda la familia junta. Lo dicho amigo, gracias, me has arreglado el día con tu relato.

Hola a todos,

A mi también se me ha iluminado el semblante, añoraba estos relatos, no lo viví pues mis estancias eran mas de vacaciones y no el vivir el día a día, pero me siento transportado.

Gracias, de corazón.

Jaime.

Gracias Jose Mari,se hechaban mucho de menos estos relatos que te hacen revivir tiempos pasados y casi olvidados,segun lo iva leyendo me parecio sentir aquel olor tipico que dejaban al pasar por nuestra calle los carros rebosando trigo,camino de las heras ,o paja si volvian, para almacenarla en el corral de casa,eran dias de mucha actividad en todo el pueblo y tambien preludio de las fiestas ,pues poco despues de terminar con la siega,el acarreo,la trilla,y demas, se empezaban los preparativos,habia que hacer las pastas ,limpiar a fondo la casa aprovechar para pintar la fachada ,todo tenia que quedar listo ,llegaba "La Cruz".


Tambien quiero agradecerte que nos hagas participes del fallecimiento de Eusebio "el pilaroto" y de Jesus "el forraje"vecinos cercanos los dos y ademas familia de mi padre,se suman a la falta de otros muchos como en fechas cercanas la tia Serafina o el nombrado en varias ocasiones en este foro Juan Marques, Juanito el del Vege ,poco a poco el Arrabal ba perdiendo a su gente,desde aqui vaya para todos ellos mi mas cariñoso recuerdo,siempre seguiran con nosotros .

Un saludo para todos. Pili Peña.