09-11-07 23:05 | #558933 |
Por:No Registrado | |
El Milagro, Capitulo I En la villa de La Vilueña, en las últimas horas del día siete de noviembre del año 1601, falleció D. Pedro Goñi, hijo y vecino de esta villa y del que se dice era un buen cristiano. El día 8, día siguiente al de su fallecimiento, se dió a su cadáver cristiana sepultura en el cementerio único de esta villa. Terminada esta obra de misericordia, a la hora de oraciones (según inmemorial costumbre) se tocan las campanas con el fin de anunciar a los fieles las exequias que por el finado habrían de celebrarse al día siguiente, cargo que fue confiado a dos niños de corta edad. Cumplida esta misión por los niños, descendieron rápidamente de la torre impulsados por el miedo que les impusiera el recuerdo del cadáver recientemente enterrado: cuando el que precedió a ganar próximo a la puerta del templo, dirigió a su compañero la siguiente frase -¡Corre, que te coge el difunto!, a cuya voz, el niño aterrorizado, sin darse cuenta de sus actos, arrojó sobre la Mesa del Altar Mayor la vela que llevaba encendida y cerró inmediatamente las puertas del templo. Las once de la noche eran del día 8, los habitantes todos de la villa descansaban de las faenas agrícolas del día, cuando fueron despiertos por las voces que diera un vecino del pueblo próximo de Munebrega. Este hijo de Munebrega vió desde su casa que grandes llamas iluminaban a esta villa de La Vilueña, al punto creyó que la villa toda era pasto de un horroroso incendio, y movido todo de caridad, corre precipitadamente en su socorro. Los resplandores que despedían las llamas le condujeron al lugar del siniestro, siendo grande su sorpresa, al ver que el templo parroquial era pasto de un voraz incendio y que ningun vecino de la villa se habia dado cuenta de cuanto sucedia | |
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10-11-07 15:28 | #559298 -> 558933 |
Por:No Registrado | |
RE: El Milagro, Capitulo I ¿Para cuando el II? | |
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26-11-07 16:18 | #577939 -> 559298 |
Por:No Registrado | |
RE: El Milagro, Capitulo I HISTORIA DEL MILAGRO Tal y como nos ha sido transmitida. En la villa de La Vilueña, en las últimas horas del día 7 de Noviembre del año 1601, falleció Don Pedro Goñi, hijo y vecino de esta villa; y de él se dice que era un buen cristiano. El día 8, día siguiente de su fallecimiento, se dio a su cadáver cristiana sepultura en el único cementerio de esta villa. Terminada esta obra de misericordia, ala hora de la oración (según inmemorial costumbre) se tocan las campanas con el fin de anunciar las exequias que por el difunto habrían de celebrarse al día siguiente; cargo que fue confiado a dos niños de corta edad. Cumplida esta misión por los niños, descendieron rápidamente de la torre impulsados por el miedo que les impusiera el recuerdo del cadáver recientemente enterrado. El que iba primero dirigió a su compañero la siguiente frase: ¡CORRE, QUE TE COGE EL DIFUNTO! El niño, al oír aquello, aterrorizado sin darse cuenta, arrojó sobre la mesa el altar mayor la vela que llevaba encendida y cerró la puerta del templo. Eran las once de la noche y todos los vecinos del pueblo descansaban; cuando fueron despiertos por las voces que diera un vecino del pueblo de Munébrega. Este hijo de Munébrega vió desde su casa, grandes llamas iluminaban a este pueblo de La Vilueña. Al pronto creyó que todo el pueblo estaba ardiendo y movido todo de caridad corrió precipitadamente en su socorro. Los resplandores que daban las llamas le condujeron al lugar del siniestro, siendo grande su sorpresa al ver que el templo era pasto de un voraz incendio y que ningún vecino se había dado cuenta. Este honrado señor, sin descansar de la fatiga que le produjo su ligero correr, corrió de calle en calle, de puerta en puerta y a grandes voces despierta a cada uno de los vecinos, y, al punto jóvenes, ancianos y mujeres abandonan el lecho; unos medio desnudos y oros descalzos corrían presurosos al lugar del siniestro, donde ya estaba el Cura Párroco Don Miguel Colás, hijo del pueblo de Olvés. Con lágrimas en los ojos contemplaban el horroroso incendio que amenazaba no dejar piedra sobre piedra. Todos ven el peligro a que se exponen entrando en la Iglesia, pero desafían el peligro pisando el fuego descalzos, muchos de ellos sin sufrir la más pequeña quemadura. La divina providencia tendía su salvadora mano sobre aquellos esforzados y piadosos hijos de La Vilueña. Lograron, por fin, con sus gigantescos esfuerzos extinguir el fuego, siendo grande la pena que experimentaron al ver su templo reducido a cenizas. Pero este dolor no tuvo límites cuando el celoso párroco corre hacia el lugar donde estuvo el sagrario y ve con tristeza que no estaba allí la cajita (que hacía de copón), que contenía las sagradas formas. Remueve los escombros y ve que no ha quedado el más pequeño resto del Sagrado vaso y, con lágrimas en los ojos de profundo dolor, le anuncia al pueblo tan tremenda desgracia, retratándose el momento en los rostros de todos una gran tristeza. Todos quedaron como si fueran estatuas de piedra. Pero he aquí que los respetables y piadosos hijos de este pueblo Don Jacinto Cabrerizo y Don Juan Tirado conferenciaron entre sí breves instantes y dirigen la palabra a todos y les alientan diciendo: HERMANOS, NO DESMAYEMOS. EL DIOS DE LAS MISERIDORDIAS NO CONSENTIRA QUE MURAMOS DE DOLOR. EMPRENDEMOS NUESTRA BÚSQUEDA, REVOLVAMOS ESCOMBROS. EL CORAZÓN ME DICTA QUE AQUÍ ESTÁN LAS SAGRADAS FORMAS. Dichas estas palabras llenas de admiración, notan un perfume embriagador que embalsama aquel montón de ruinas. Pero el asombro surge de pronto cuando repentinamente divisaron, a la distancia de quince pies del que fue altar mayor, una capillita de rarísima hermosura, formada toda ella de ascuas que despedían innumerables centellitas de variadísimos colores, con una simetría tal que no daba lugar a dudas que todo aquello era obra de la Gran Omnipotencia. Lleno de confianza, Don Jacinto Cabrerizo toma entonces una pala y con ella retira las ascuas que formaban capilla tan hermosa y creyendo encontrar allí la cajita que contenía las sagradas formas, solo descubre con dolor las baldosas que cubrían el pavimento. No por esto, sin embargo, desmaya ni su ánimo decae, antes bien reflexiona y dice:” Los Reyes Magos fueron guiados a Belén por medio de una estrella que apareció en Oriente; del mismo modo mi estrella ha de ser la capilla que hubo formado con ascuas. Ella me indicará el sitio donde se encuentra Jesús Sacramentado. Al momento pidió un pico y, lleno de viva esperanza levanta una baldosa. ¡ Oh prodigio! Apareció a la vista de todos aquella Santa Arquita donde se encontraba el Pan de los Ángeles. Muchas lágrimas de alegría y un gozo grande inunda sus corazones. Inmediatamente el Párroco coge en sus manos la Santa Arquita y contempla con asombro cómo se ha librado del horroroso incendio. Ábrela y ve que en el gorro que cubre su interior se conservan todavía tres chispitas centelleantes cuyo colorido en nada difieren del que tienen las estrellas que adornan el firmamento. Sacó de la cajita de plata que estaba en el interior de la Arquita y, lleno de gozo, enseña al pueblo las siete sagradas formas y la mayúscula en ella encerradas, tan blancas y limpias como el día que fueron consagradas. Las campanas se echaron al vuelo y los fieles todos rendidos a los pies de Jesús, adoraron la Santa Arquita. Pero convertido el templo parroquial en un montón de ruinas ¿Dónde depositar las Sagradas Formas? Los hijos todos del pueblo, pobres y ricos, ofrecieron sus modestas casa para en ella tributar a Dios los homenajes de amor; todos lamentan en aquellos momentos no poseer opulentos palacios para ofrendar al Rey de Reyes y Señor de los Señores, pero uno, propiedad del acaudalado vecino de Sabiñán, Don Joaquín Pujales ofreció capacidad bastante donde pudieran congregarse los fieles, ofreció la planta baja de su casa, sita en la Plaza Mayor. Inmediatamente se trasladó lo poco que respetó el fuego, junto con las Sagradas Formas y en ella se congregaron los fieles hasta el año 1817, en que terminaron la restauración de la Iglesia. Pocos días después del incendio las autoridades de esta Villa acordaron dar noticias de este grandioso milagro a los Reyes Don Felipe y Doña Margarita de Austria, que a la sazón se encontraban en Valladolid, donde trasladaron la corte en 1600. Enterados del suceso mandaron su primer ministro, Francisco Gómez de Sandoval, Duque de Lerma, que informado de los hechos y veracidad de ello, dio cuenta a sus soberanos, los que concedieron aquel año algunos honores, entre ellos el que pudiera ostentar en lo sucesivo el título de Villa. Los fieles de esta Villa pusieron que anualmente se conmemorase tan grande milagro el día 9 de Noviembre, fundando al efecto una cofradía. Corría ya el año 1608, siete años habían transcurrido desde el horroroso incendio. Las Sagradas Formas estaban en estado tal de conservación que nada hacía presumir la más pequeña tendencia a descomponerse. Cuando en la visita pastoral que hizo en aquel año el entonces Obispo de Tarazona, Fray Diego de Yepes, movido de algún escrúpulo las consumió, quedando privados de aquel tesoro incomparable y conservando solamente la arquita y caja donde estuvo encerrado el Santísimo Sacramento y la columna de madera en medio de la Iglesia. M.J. | |
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27-11-07 00:03 | #578886 -> 577939 |
Por:No Registrado | |
RE: El Milagro, Capitulo I Gracias, es la más completa de las narraciones, no por eso las demás menos importantes. | |
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