La Muela - Zaragoza

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Javi Suárez narra en primera persona la peripecia vital de La Muela en la temporada que acaba de concluir.

Hace unos días concluyó el itinerario de La Muela en la Segunda División B. El descenso de categoría castigó de forma cruel a un equipo que luchó hasta el último momento por la salvación. Además de los resultados deportivos, detrás de la trayectoria de este equipo aparece una peripecia vital que evidencia el estado del fútbol en las categorías inferiores del balompié español. Lo cuenta en primera persona Javi Suárez, futbolista de 35 años, de carisma y reconocido prestigio en Aragón.

Suárez llegó a La Muela a finales de la pretemporada. «Llegué la semana anterior a comenzar la Liga. Había regresado a Aragón para jugar en el Ejea un año antes. En un principio, era la última temporada de mi carrera. Antes había jugado cuatro años en el filial del Zaragoza. Después, pasé por el Numancia, con el que tuve la suerte de ascender a Primera División. También he estado en la Leonesa, Logroñés, Sant Andreu, Huesca y Granada. Me llamó Moisés y me ilusionó el reto de jugar en Segunda B después de haberme roto el ligamento cruzado la temporada pasada», se arrancó Suárez.

Desde el primer momento, Javi Suárez conocía las dificultades de la travesía. «Hablé y me ofrecieron dinero para la gasolina y poco más. Sabía que La Muela no era un equipo profesional, con sólo cuatro futbolistas profesionales, que había muchísimas carencias. Era, sobre todo, una apuesta por la ilusión. No percibías el salario de un jugador profesional, pero el trabajo sí era profesional tanto por el cuerpo técnico como por los jugadores. Ante todo, quería ayudar a que el equipo se salvara: ése era el reto esencial. Por eso, independientemente de todo lo que ha ocurrido, estoy ahora frustrado con lo que ha pasado. Quería disfrutar en mi última temporada», subrayó Suárez.

Dolor y frustración

Y empezó la temporada. Y no sólo fueron noticia los partidos y los goles... «Ha sido un año durísimo. Pero me duele mucho más la cabeza que la rodilla. Porque hay algo peor que no cobrar: que te engañen. Empezó el año y comenzaron los retrasos. Sólo fueron puntuales en el cobro del primer mes. Se nos decía que la subvención del Gobierno de Aragón llegaría en septiembre y todavía no ha llegado. He visto situaciones dramáticas. Yo era un privilegiado, pues estaba en casa y mi mujer trabajaba. Pero había gente de fuera que dependía de este sueldo, compañeros a los que les han cortado la luz de casa, que no podían ir a cenar pues no tenían dinero ni para eso», se lamentó.

«Nos contaron mil historias de inversores, de accionistas -continuó-. En diciembre, poco menos que el equipo estaba en Segunda División A. Se oían nombres, nos iban a ver jugar dirigentes; pero al final, nada de nada. Sabía que en esta categoría había muchas desigualdades entre los equipos, pero jamás pensé en encontrarme algo como esto. Lamentablemente, se le ha perdido el respeto al futbolista, al profesional. En el fútbol cada vez hay más intereses ajenos al fútbol, menos gente de fútbol en la gestión del fútbol. No sé si seguiré jugando, pero, de momento, voy a hacer algo que me ilusiona de verdad: entrenar a los chavales de la Fundación del Real Zaragoza, porque ése es el fútbol verdadero», concluyó Suárez.