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Épila - Zaragoza

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España > Zaragoza > Épila
24-01-10 10:59 #4464684
Por:cheroki

Relatos - Manolico
Comunico a mis lectores que se pueden bajar una recopilación de los relatos de Manolico publicados en el blog. Así os será más fácil leerlos. Espero que os gusten, sobre la marcha iré añadiendo más. Haber si la ciática me deja en paz y puedo sentarme tranquilo a seguir con este chico travieso y solitario en sus aventuras en el monte. Un saludo.
Lo podréis encontrar donde las novelas: Manuel Sáenz
https://ww.bubok.es/autores
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24-01-10 11:43 #4464897 -> 4464684
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
Gracias!!, voy a ello!!. Y para la ciática, ¿no hay buenos masajistas en tú isla?, tira!!
Puntos:
24-01-10 11:56 #4464969 -> 4464897
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
Enseñando la lengua
Puntos:
24-01-10 12:06 #4465016 -> 4464969
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico
Voy a la fisio, alemana que parece guardiana de Auswich. Pero esto es muy puñetero, llevo desde finales de noviembre y lo que me queda. Haber que sale en la resonancia. Si es hernia discal....nada que habrá que pensar en volver, volver, a mis calles otra vez....
Puntos:
24-01-10 16:07 #4466286 -> 4465016
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico
Y también podéis descargar mi poesía completa en la misma página de bubok.
Puntos:
24-01-10 22:00 #4469030 -> 4466286
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico
Y "El sueño del cometa" ya está terminada.

https://ww.bubok.com/libros/21867/EL-SUENO-DEL-COMETA

Vaya día de lluvia y ordenador. A dormir. Buenas noches, epilenses.
Puntos:
25-01-10 11:07 #4471637 -> 4469030
Por:gorgo

RE: Relatos - Manolico
¿Habéis podido descargar los poemas?
Puntos:
25-01-10 17:07 #4474327 -> 4471637
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
Los poemas no, bueno si pero windows no puede abrir "Manolico".
Puntos:
25-01-10 18:00 #4474948 -> 4471637
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
"El sueño del cometa", me ha gustado mucho!!, lo mejor el final!!
Puntos:
25-01-10 21:19 #4476952 -> 4471637
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico

Tendréis que tener Adobe o cualquier programa que abra PDF.

Puntos:
26-01-10 22:04 #4486692 -> 4471637
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
copia algún relato o que? Para animar el foro!
Puntos:
27-01-10 01:17 #4488524 -> 4471637
Por:lisbethsalander

RE: Relatos - Manolico
Muy bueno, Chero, ahora me acuerdo que a las gabardinas le llamaban la fábrica explota chochos y me entero que lo invento un relogero loco que hubo bajo Palacio, de eso no me acuerdo, ni de Don Gilberto, pero esta muy bien que nos cuentes historias viejas, so carroza, no te enfades, y pon algun relato más. Muxuak
Puntos:
27-01-10 23:19 #4496703 -> 4471637
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
Muy bueno. Un anticipado a sus tiempos el relojero.
Puntos:
27-01-10 23:42 #4496871 -> 4471637
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico

EL RELOJERO QUE PERDIÓ AL TIEMPO DE VISTA

Nadie sabía de dónde había venido. Acompañado por su anciana madre llego al pueblo y alquilo una vieja casa en la calle de bajo Palacio. En una amplia ventana puso un marco con cristal, en el hueco unas estanterías llenas de relojes de pulsera, despertadores de cuerda y a pilas. Un cartelito a rotulador con buena caligrafía ponía:
“Se arreglan toda clase de relojes y despertadores”.
A nosotros nos imponía cierto respeto su alta figura, su semblante serio y concentrado, sus ojos como perdidos en otra realidad. A nosotros, la chiquillería de la escuela, todo lo nuevo nos parecía atrayente. Que en la calle amplia de tierra custodiada por moreras, donde después de la lluvia jugábamos nuestras carreras de barcos de papel, se hubiera instalado un relojero, no dejaba de ser sorprendente. El pueblo tenía su relojero, por supuesto, era un pueblo grande y tenía su buen relojero. Julio, vecino de mi tía Teresa, era un hombre apreciado y respetado, siempre dispuesto a la risa y la broma a pesar de ser impedido de las piernas y recorrer las calles en silla de ruedas. Nunca solo, pues su buen carácter le confería un acompañamiento numeroso en su recorrido por los bares los días de fiestas. Tenía en su casa un escaparate bajo, casi a ras de acera. Era curioso ver a los mayores inclinados para ver los relojes. Las mujeres jóvenes miraban a ambos lados antes de inclinarse, pues sabían que al inclinarse remarcaban la grupa para deleite de los apostados a las puertas del bar Napoli y el café Avenida. A alguna no le importaba la expectación formada, se inclinaba con gracia y salero escuchando sin hacer caso los silbidos de los mozos ociosos que hacían guardia. Estas eran llamadas frescas, sino algo más fuerte, pero eran muy solicitadas en el baile del domingo porque no les importaba apretarse en las canciones lentas. Julio, cuando hacia buen tiempo, se sentaba a la puerta y conversaba con los que pasaban y echaban un rato de conversación con él. Nadie entendía el motivo de la venida de otro relojero. Pero ahí estaba plantado a la puerta de su casa, esperando clientes con sus penetrantes ojos de lechuza.
No tardo en levantar la liebre, como dicen mis paisanos. Salía un día de casa de mis tíos Daniel y Teresa, ocupado en mondar una mandarina, cuando un grupo de alborotados chavales pasó corriendo en dirección a bajo Palacio.
Gritaban:
“El relojero nuevo, el relojero nuevo. Se ha vuelto loco. El relojero nuevo se ha vuelto loco”.
La verdad, era todo un acontecimiento que alguien manifestara de puertas afuera su locura o enajenación mental. Perturbados había algunos, para que vamos a ocultarlo, pero cuando se encontraban mal eran ocultados por la familia hasta que recuperaban la normalidad. Así que un espectáculo gratuito de puertas a fuera, congregaba su buen público.
Decidido me uní a mis amigos que se encontraban apostados bajo la sombra de las moreras, enfrente de donde provenía la fuerte voz. Pues se trataba de una voz fuerte que despotricaba contra ciertas cosas y situaciones. El asunto iba, más o menos, así:
“Explota chochos. La fábrica de las gabardinas es una explota chochos. Justicia social para las mujeres. Abajo los explota chochos”.
Saber, lo que se dice saber, con pelos y señales, sabíamos lo que era el concepto que se explotaba. El que más y el que menos había jugado a médicos con las chicas. Pero lo de la explotación no lo teníamos muy claro.
Cuando vimos que por la churrería venía la pareja de la guardia civil escoltando a Don Gilberto, el médico, echemos a correr. Desperdigándonos como bandada de codornices al primer disparo de escopeta.
Don Gilberto era tenido por una eminencia de la medicina. Tenía un ojo clínico, decían. Te miraba fijamente con su estrábico ojo, automáticamente y sin género de dudas, sabía el mal que te hacia sufrir. Aunque más famoso era por sus atropellos de mesas y sillas del bar el Ruedo. Al tener ese ojo tan apreciado para la medicina, su facilidad de conducción se le enturbiaba con un ángulo muerto. Los parroquianos de la terraza al verlo aparecer, súbitos se levantaban y se ponían contra la pared en posición de firmes descubriendo sus cabezas de gorras y sombreros. Saludando con respeto, eso sí, aunque luego se tronchaban de risa.
La bochornosa situación se repitió varios días. Unos decían que cuando había viento sierra, que era el habitual perturbador de las conciencias; otros decían que el relojero nuevo había perdido su tiempo de vista, a pesar de estar rodeado de relojes.
El caso es que un buen día, al pasar por su escaparate, los relojes y el letrero habían desaparecido. Fue después de una visita del Gobernador Provincial, en que por precaución, lo tuvieron recluido en el cuartelillo, pues había amenazado con denunciar a los explota chochos.
Se fue como había venido, sin avisar y sin decir adiós. Dejo, inevitablemente, una serie de chascarrillos sin importancia que con la distancia del tiempo fueron aumentando para mantener la atención sobre el suceso. Nunca más se supo del denunciante de explotación obrera femenina. Aunque por mucho tiempo, a la fábrica de textiles se la llamo vulgarmente
“La explota chochos….
A lo mejor, llegada la democracia, hubiera sido un buen representante sindical. Pero es que nunca debemos perder el tiempo que vivimos de vista, para ese reloj, no necesitamos relojero alguno. Solo permanecer atentos y abrir mucho los ojos. Abre tus ojos....



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29-01-10 11:39 #4507638 -> 4464684
Por:No Registrado
RE: Relatos - Manolico
Para la ciatica va muy bien HIDROXIL pruebalo nada pierdes es vitamina B, me imagino que ya lo conoceras por que va muy bien tambien para las resacas.En 5 dias como nuevo
Puntos:
29-01-10 15:03 #4509194 -> 4507638
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico
Pues muchas gracias, pero esta ciática es muy impertinente y cansada. Ah,ah, que tiempos los de las sagradas resacas, pero tomaba zumo de pomelo con jenjibre, no Hidroxil, pero lo probare para la dolencia esta que me esta haciendo la puñeta. No hay resacas desde junio, pero nunca se dice de esta agua no bebere.....
Puntos:
02-02-10 14:58 #4543681 -> 4509194
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
otra otra otra otra. Toma algún antiinflamatorio para esa ciatia, anda que sí tuvieras que saltar ahora en paracaídas...
Puntos:
02-02-10 15:45 #4544068 -> 4543681
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico
Solo me queda la opción de tomar analgesicos, relajante muscular, el Hidroxil, y esperar que se le de la gana de dejarme en paz. Ni en paracaidas ni a la Pataki que viniera con las bragas en la mano.....
Que puñetera es la jodida...
Puntos:
02-02-10 17:48 #4545038 -> 4544068
Por:gorgo

RE: Relatos - Manolico
Mira que la Pataki es mucha Pataki
Puntos:
02-02-10 19:17 #4545848 -> 4545038
Por:Lisbethsalander

RE: Relatos - Manolico
Y tu muy economista, no te amuela, Chero es bohemio y medio hipy, no creo que le gusten las burguesas adineradas aunque vayan de socialistas. Agur, nekazari.
Puntos:
02-02-10 19:37 #4546103 -> 4545848
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
No hay chavala mala, sino copa de menos.
Puntos:
02-02-10 22:24 #4548216 -> 4545848
Por:No Registrado
RE: Relatos - Manolico
No se puede publicar ninguno, la censura me vuelve loco....
Puntos:
03-02-10 17:58 #4554696 -> 4545848
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico

Cuatro trapos de colores y un taleguillo pintado con rojo carmín.




A eso de las cuatro, ya se oía el guirigay de las mascarutas en la calle
todos levantábamos la cabeza cual asnos al oir un trueno
el silencio de tiza y pizarra se rompía con los falsetes en si menor:
"¿A qué no me conoces? ¿Quién soy?
Súbita una mano se alzaba acompañada por todas las trémulas pupilas:
"¿Don Manuel, puedo ir al baño?
Don Manuel miraba tras sus redondos quevedos esbozando una imperceptible sonrisa
"Puedes ir, Rodriguez".
Salias al silencioso pasillo y te aupabas hasta la ventana
por la calle del Vanguard bajaban las mascarutas y los zaputeros del Jueves Lardero
"Jueves Lardero, la longaniza en el puchero"

Cuatro trapos de colores, un taleguillo pintado con rojo carmín y toda la alegría del mundo.

Volviendo del baño, todos los inquisitivos ojos preguntaban, asentías orgulloso afirmando lo que querían: era Carnaval y a pesar de la prohibición, las mascaras rondaban por las calles.
Los minutos se eternizaban hasta las cinco, Don Manuel, sabiendo de la inutilidad de sus explicaciones, soltaba a la chavaleria, cual jauría de podencos tras el jabalí, salía pitando hacia la calle.
Respetando a las mascarutas y zaputeros, nos orillábamos a las aceras, para que alguna te cojiera de la barbilla repitiendo el omnipresente:
¿A qué no me conoces, Manolico?
Duraba poco, hasta la puesta del sol. Los civiles se daban el paseillo obligado por las calles con desganados pasos. La fiesta estaba dentro de las casas, las bandejas de magdalenas y los vasicos de mistela.
Los disfrados jugando a esconde cuca con los civiles, recorrían las casas de amigos y familiares, sin dejar el guirigay de sus gargantas.

Luego vino la democracia y la libertad, los grandes bailes en el casino, Las Vegas a rebosar, las calles llenas de forasteros, ya no solo se disfrazaban los mozos y mozas valientes, sino todo quisqui con ganas de zambra.

Pero siempre recordare con especial cariño, los prohibidos carnavales de mi niñez

Cuatro trapos de colores y un taleguillo pintado de rojo carmín
unas magdalenas y un vasico de mistela.

"¿A qué no me conoces?
Puntos:
03-02-10 23:51 #4560559 -> 4545848
Por:Lisbethsalander

RE: Relatos - Manolico
Taleguillo, hablas como mi abuelo, ya nadie sabe lo que es un taleguillo.
Pero era verdad que se revolucionaba la escuela el Jueves Lardero, todos locos por salir. ¨Luego se volvio una locura, como la noche de la Mondragon, como no había carnavales ni en Zaragoza todo el mundo pa Epila.
Hasta los punkis venian, menudo fieston.
Puntos:
04-02-10 00:21 #4560839 -> 4545848
Por:carnavalero

RE: Relatos - Manolico
plás plás plás. Gracias chero por trasladarnos a otro tiempo, a otra Epílá.
Puntos:
05-02-10 07:09 #4570937 -> 4545848
Por:cheroki

RE: Relatos - Manolico
JUEGOS DE RECREO . MARIANO GASPAR REMIRO .

Los juegos de recreo se repetían todos los años y pasaban de generación en generación atendiendo a razones sin firmar ni concertar. Estaba la época de los pitones, todos los rincones tenían su hoyo para finalizar con un “Gua Felipe” que nadie sabría explicar, ni quién era el tal Felipe, ni porque era “Gua”, y si alguien lo sabe que me lo diga. Compartía terreno de tierra, el desinteresado pitoneo, con el juego al triangulo. Seguía las mismas reglas, con la notable excepción de por primera vez en la vida, apostar una perragorda dentro del triangulo labrado en la tierra. Estas monedas, donde cabalgaba triunfal el general Espartero, servían a los más mayores para comprar cigarrillos sueltos, celtas o ideales, en el estanco; los más pequeños comprábamos amarillo regaliz al tío Ruiz con su cestilla, o en la tienda del Garrones. Chupábamos el cindol con maestría de tratantes de ganado fumando Farías. En pleno auge del pitoneo, un recreo, sin venir a cuento, surgía en una esquina una partida a dos a carpetas. Todos, recogíamos los pitones, y nos congregábamos en corro para observar a las carpetas caer con energía unas sobre otras. A continuación comenzaba el peregrinaje por los cafés del pueblo para conseguir barajas viejas y sudadas con que fabricar una buena bolsa de carpetas. Al día siguiente, olvidados los pitones, todo el recreo rebullía de corrillos donde se estampaban las carpetas. Todos, ufanos como pistoleros, llevábamos a la cintura amarrada la bolsa de plástico trasparente llena de carpetas y se miraba con respeto reverente la bolsa llena a rebosar del mejor jugador, jugador que con aires chulescos se paseaba buscando un nuevo duelo. Las carpetas, para el que no lo sepa, se hacían cortando la carta en dos tiras, luego se doblaban para formar una carpeta de dos caras, una con la cara de la carta y la otra con el revés. El juego consistía en volver la carpeta puesta en el suelo de cara con un equilibrado mandoble de muñeca, al errar el tiro, las carpetas se amontonaban y el que acertaba recogía el montón y comenzaba otra partida. Luego vaciaban las acequias y comenzábamos la época de pesca de madrillas y barbos, olvidados los
pozas donde hubieran quedado atrapadas las madrillas y algún barbo. También pescábamos algún cangrejo, pero había que meter el dedo en los bujeros para que se enganchara con la pinza y era un poco doloroso. Cuando el agua volvía a correr por las acequias, teníamos un tiempo intermedio que llenábamos con juegos de siempre: policías y ladrones, construir cabañas en la brisa, frontón, futbol en el Campo el Toro, hasta que volvía alguien a sacar unos pitones del bolsillo y volvíamos a empezar con el “gua Felipe”. También, no se me olvide, existía el ruidoso juego del burro con su manga, media manga, manga entera, ya. Las razias gamberras de llamar a las puertas, con el periódico ardiendo en la puerta y dentro alguna sorpresa que descubría tarde el vecino, cuando la apagaba con rabia con los pies. La época de la fruta, cuando a caballo de las bicicletas nos acercábamos a árboles legendarios en nuestra corta vida. El granado del portero del cine en la barriada de parcelas en la azucarera, era sin duda, uno de ellos. Conseguir una granada madura y comerla en el recreo delante de las bocas inundadas por la ansiosa saliva, era una gesta digna de recuerdo. Más cuando el dueño del granado era conocido por su mal genio a las puertas del único cine. Luego, empresa verdaderamente arriesgada, estaban las cerezas de la Sra. Rita. Cerezas rojas y dulces como ambrosia, pero guardadas con fuerte celo por su dueña. Cuando divisaba a las hordas en bicicleta, acercándose por el camino del Tejar, montaba guardia a pie de árbol. Fuerte, enérgica, teníamos que esperar ocultos a que se fuera a comprar para asaltar el cerezo y saborear sus preciados frutos. El jinjolero de Mareca, los kiwis del chalet de La Parra, algunos perales de pera de San Juan, formaban nuestros tesoros por asaltar con la inocencia de los niños que éramos. Vigilar parejas en el lavadero, era peligroso, pues sí el mozo te reconocía, podías ser tironeado de las orejas cuando más feliz y despistado estabas por las calles. También existían retazos de tiempo en que nos inventábamos algún fantasma. En la oscuridad de las tardes de invierno, creábamos historias, “aventis” que hubiera dicho el escritor Juan Marsé, donde el miedo hacia buscar a los pequeños la seguridad del brasero en casa. Historias de fantasmas con capa negra, ensabanados de blanco, a caballo por los cabezos de las cuevas.
Así pasaban los recreos de la niñez. Hasta que un día, una prima te entregaba una cartita hecha de forma casera. Dentro, generalmente, venían las anónimas palabras:
“Me gustas mucho”
Entonces comenzabas a jugar en otra liga, otra sensación llamaba a la puerta de tú joven corazón.
El juego de por vida del amor.





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