Encinacorba - Zaragoza

A la altura se Santa Quiteria ella ya resoplaba. No estás acostumbrada –le dije- a las caminatas. Subir a Santa Cruz es un paseo y tú ya estás cansada nada más empezar. No me respondió y siguió caminando. Durante todo el camino no dijo ni una sola palabra. Pensé que estaría enfadada o quizá, esos repentinos cambios de humor que ella tiene a menudo. Mejor tener las cosas quieta –me dije- y la seguí con la mirada. Ahora ella caminaba delante de mí a unos diez pasos. Todo lo que mi vista alcanzaba a ver era su culo. Un hermoso y redondo culo. Como el pantalón era de tela muy fina y lo llevaba muy ajustado se adivinaban que no llevaba bragas. Presté más atención para tratar de intuir si por el contrario llevaba tanga y me pareció que sí. Aceleré un poquito más la marcha y pude cerciorarme de que mi primera impresión era cierta. El corazón se me aceleró. El miembro empezó a ponérseme duro. La imaginación echo a volar por entre las carrascas que rodean el camino. Ya habíamos subido un buen trecho y aprovechando un descansillo del camino, desde el que se veía un hermosa estampa del pueblo, le dije: que te parece si descansamos un poco. Ella asintió. Nos sentamos uno frente al otro. Saqué la cantimplora que había llenado de agua en la fuente al salir, y se la acerqué. Bebió con fruición y parte del líquido se le derramó por la garganta y el pecho, mojando y empapando el algodón de la camiseta que se pegó a sus tetas y las descubrió a mis ojos como dos hermosísimos melones. Más abajo, la tirilla del tanga se le había metido entre los labios mayores y sus partes íntimas florecían como dos pequeños caballones rematados por el monte de Venus. Quise hacerle el amor en ese mismo instante. Deseé cubrirla allí mismo, en mitad del camino. Un sudor frió me recorría la espalda. Estaba tan próxima y tan accesible. Mi pene vibraba como el mástil de un barco en plena tempestad. A punto estuve de abalanzarme sobre ella y cubrirla de besos. Sólo acerté a decirle: continuamos… Ella asintió. Nos levantamos y continuamos el camino. Sentí que me estaba volviendo loco. La imaginación me iba y me venía sin sosiego. El día iba a ser largo y no sabía como iba a terminar todo aquello. Recordé mi primer encuentro con ella en la cooperativa. Esto aún me perturbo más. Deseaba un segundo encuentro. No se si ella lo deseaba o hacía gala de esa contención con que saben dominar las pasiones las mujeres. Nunca lo sabré. Pero seguimos subiendo. La cima estaba ya cerca. El día todavía iba a ser largo y preñado de sucesos. Yo, yo sólo tenía en la mente una cosa, una obsesión y un recuerdo. Juré que ese día la haría otra vez mía. ¿Cómo llegar a conseguirla? ¿Qué estrategia debería desarrollar para que ella accediera gustosa? Todo se estaba maquinando en mi cerebro. Y sin embargo, subíamos los últimos repechos como si en nuestros cerebros no sucediera nada. Tocamos la campana. La gente en el pueblo debió oírla. La fuerza con la que le di al badajo sorprendió a Saura. No pareces cansado –me dijo-. No, respondí, estoy en plena forma. Pronto lo comprobarás.

Sanantonero te ruego no cuentes lo que despues sucedio.Si lo cuentas habras terminaco conmigo para siempre. No te mirare mas a la cara. Eso son cosas intimas que no deben contarse en publico.Te lo avierto callate. Menos mal que la gente de este foro nos ignora. Sino seria un escandalo en Encinacorba.

Si asi te pone, sigue, es importante que todo funcione.

...
SI
TAMBIEN