Cimballa - Zaragoza

Una balada en Pekín

Pekín de día: Árida, gris, nublada. La tercera parte de las grúas del planeta están aquí, las palas dan golpes, la ciudad es puro ruido.

Pekín de noche es otra cosa: Es Suzie Wong. Y ahí también hay mucho ruido. En alguna parte está la chaise-longue que excita e instiga la imaginación. El diván-símbolo de una China de otros tiempos. Directo a la terraza, sin pasar por el diván, punto de atracción; basta saber que existe y está por allí. Freud lo explicaría.

Suzie... En la madrugada de Pekín el punto donde ojos rasgados y redondos se buscan. En la terraza, un bar, mesas altas con banquetas, sofás, iluminación entre bambúes, cielo y luna cuando la polución lo permite. A media luz, un espacio para los mientras o para el inicio de los finalmente. Piso de abajo. DJs, bar, pista y deseos.

Cabellos dorados...

Wow

Creo que mañana cumple años alguien de por aquí. Felicidades anticipadas.

¿Cómo sigue tu vida, Malicia? No es rintintin. Lo del cumpleaños no va por tí, aunque igual no te falta tanto para cumplirlos.

Borrado por su Autor.

pues sí. Alguien cumple años con la llegada de la luna.
Estoy lejos de Pekin, pero puede que salga en busca de esas sombras chinescas; como escenario, las calles del centro histórico engalanadas de aires medievales, perfumadas de aromas ancestrales destilados por sabias y pacientes manos, deslumbradas por madreperla y coral, ceñida la cintura con cuero bien curtido y repujado, seducido el paladar por mieles, y carnes de la tierra, regadas por buen vino, e hipnotizado por sonidos de dulzainas y risas contagiosas y pícaras.

Os espero junto al arco del Dean.

... Se despereza la tarde, qué digo la noche se despereza y baja a hacer sombras chinescas debajo de los neones de Pekín, desde donde los corazones solitarios claman por un baile ardiente o un beso fugaz debajo de los farolillos de papel. En esa misma acera una puerta, tentando a los ocasionales paseantes, invita a cruzar su umbral, a sumarse así a un ritual decadente de los prisioneros de la luna.

Hay un rincón ahí, tras una cortina de cuentas de cristal, con un antiguo sofá-diván, donde las tristezas se rompen en un halo febril de gris plata, donde la añoranza se ensalza y recompone minuto a minuto, multiplicando los deseos, igual que las estrellas, explosionando desesperados, mientras unos ojos rasgados observan desde la oscuridad...