Almochuel - Zaragoza

Bienaventurados los que no se apuran a corregir lo que hago, casi
para decirme que no se hacer nada, sino que luchan a mi lado y se
alegran de mis pequeños logros.

Bienaventurados los que saben dedicarme parte de su tiempo precioso
y al encontrarme en el camino, se paran para saludarme y para
compartir conmigo.

Bienaventurados los que me piden si necesito algo, mientras que no
necesito cosas, sino su compañía.

Bienaventurados los que a pesar de verme indefenso e incapaz de
hacer muchas cosas, creen en mi y ven en mi un ejemplo de lucha.

Bienaventurados los que me miran con serenidad y dulzura,
deteniéndose incluso durante un tiempo en el lenguaje de mis ojos,
sin el afán de los problemas de cada día.

Bienaventurado quien me ayuda a aceptar, a crecer, a esperar y se
detiene con gusto a orar conmigo.

Bienaventurado aquel que no me subestima, aquel que espera de mi y
cree en mi, facilitándome los medios para superarme.

Bienaventurado quien durante la Eucaristía, se dirige a mi, viendo
en mi persona a alguien especial, para darme la paz.

Bienaventurado quien respeta mis derechos y pelea porque se cumplan,
respetando mi paso lento y no está siempre adelante olvidándose de
mi.

Bienaventurado quien no me regaña diciéndome que no coopero, que no
quiero avanzar, durante mis terapias, sino que primero, me ayuda con
su mano y pone su hombro para ser mi apoyo, entendiendo que a veces
no tengo ganas de hacer nada.

Y finalmente, BIENAVENTURADO seré yo si durante mi vida, logro ser
la alegría de mis padres y la esperanza de muchos que viéndome
sentirán una fuerza que los ayudará a ser mejores y agradecidos con
la vida.
BIENAVENTURADO yo, si logro cumplir la misión que Dios me dió al
llegar a este mundo, ENSEÑAR A AMAR.


Dayra de García.
Mamá de Ana Gabriela García, niña con Parálisis Cerebral