Villafáfila - Zamora

Salgo de la T1, con el ocaso del sol, que me obliga a bajar el parasol y ponerme las gafas. En el puente de Canillejas, la retención habitual de las cuatro y media.

Para mitigar el nerviosismo del cliente, con dos preguntas, comienza la conversación:
Me encuentro dando un ciclo de conferencias sobre las costumbres sexuales y ritos matrimoniales de los indios selknam, que otrora poblaron la Tierra del Fuego - es monótono al hablar, debo intervenir o me dormiré antes de llegar al semáforo de la av. / de América.

- Interesante – (quién diablos irá a conferencias así), me pregunto-

¿Lo suyo es la antropología, supongo?

Así es. Y las conferencias son el producto de tres años de investigaciones a campo- lo dice como si hubiera que aplaudirlo por ello.

El tráfico aprieta, pero no ahoga y hoy es un día de esos, me quedan treinta minutos para recoger a mi chica, en lo que va de semana no he llegado puntual un solo día.

Como cada tarde desde el inicio de mi nueva vida, fui con la “carrilana” en busca de Elena, a la salida del curro en Prado de Somosaguas. Pero esta vez no fuimos a mi casa, ni a la suya, a ningún bar, ni a karaoke alguno. En cuanto subió y cerró su puerta, me dio un mordisco en la oreja y me dijo:

- Llévame a un bosquecito oscuro con árboles frondosos, pajarracos y lobos.

- ¿A cuál?

- No sé. Tú eres el taxista.

Puse rumbo al puerto de los Leones, como primer impulso. Conozco una serrería de pinos balsaín, semi –abandonada y el terreno ideal como atrezo de la inusual petición.

Poco antes de rebasar Las Rozas…no me preguntes por qué, pero me vino a la mente un bosque contiguo al Valle de los Muertos, cerca de El Escorial.

- Ya lo tengo. Te va a encantar - dije sin dar más detalles.

Escorándome en el desvío, allá que fuimos.Apenas treinta minutos después giré por un sendero opuesto al acceso hacia el Valle de los Muertos.

Pese al cambio de rumbo, Elena siguió con los ojos como platos, aquella enorme cruz erguida a lo alto del valle, doblando el cuello como los mochuelos, sobre su asiento y siguiendo la estela a través de la luna trasera.

- Qué miedo, ¿no? – exclamó.

- Llegamos – dije, aparcando entre dos árboles.

Paré el motor. Elena se coló entre los asientos hasta acceder a las plazas traseras y, sin dejar de mantener sus ojos clavados en aquella cruz, se quitó el abrigo, el jersey, la camiseta… no llevaba sostén. No me había parecido descabellada su petición, teniendo en cuenta el relieve de sus pezones, al desabrocharse los dos botones de su abrigo, antes de sentarse.
Yo accedí al asiento trasero por el exterior. Me coloqué a su lado, clavando también la mirada….en sus pechos.

- ¿Te he dicho alguna vez que las tienes más hermosas y duras, que la Venus de Milo?

- Sí. La última, esta mañana. Por SMS – me dijo quitándose ahora las botas y los pantalones.

- ¿Qué te apetece hacer ahora? – pregunté con tono ingenuo.

- ¿Te acordaste de traer el tablero de ajedrez? – me preguntó ella quitándose el tanga.

- No.

- ¡Mierda! Entonces, no sé…te doy un “jaque mate”.

Dicho esto se sentó sobre mí. Yo me aferré a sus pechos como un náufrago, leyendo el Braille de sus pezones hasta quedarme ciego. Palpé su cuello, su mentón, y al llegar a su boca abierta la noté seca, sin lengua que llevarme a los dedos. Abrí los ojos. Elena seguía absorta, mirando la cruz sobre mi cabeza.

- Planeta Tierra llamando a Elena - dije con voz metálica.

Sin apartar sus ojos de la cruz, me desabrochó los botones del pantalón, metió la mano, sacó mi sexo y lo hundió en el suyo. Llegado a este punto se quedó quieta. Sin moverse.

- Paso 2: Fricción – dije.

- Nooooo. No te muevas – dijo ella.

Sin mover nuestras pelvis ni un milímetro, Elena comenzó de repente a gemir y a presionar más y más fuerte sus dedos contra mi cráneo. Tras una larga estela de aliento grueso, lanzó un grito continuado y su vientre comenzó a contraerse. Estaba sufriendo un orgasmo. Un orgasmo brutal. Y sin fricción alguna.

Tardó unos minutos en reponerse, con su mirada aún clavada en la cruz.

Luego se recostó sobre mi hombro y me dijo:
- Ha sido el mejor orgasmo de mi vida.
- Me alegro (por ti).
- Te quiero…chico plateado.
- Te quiero…. Bugs Bunny.

¡Toma del frasco carrasco!
Y que algunos quieran derribar la Cruz de la discordia con Basílica incluida…
Menuda fuente de inspiración erótico-romántica que se echaría a perder. jajaja