Recuerdo de los que perecen en el mar. La memoria de los náufragos. El mar que entiende de libertad, de lucha y de valor no esconderá estos cuerpos, no esconderá esta vergüenza. El viento que sabe del grito y la denuncia no callará que miles se ahogaron en el mar huyendo de la pobreza, que esos miles de sueños llamaron a la puerta de Europa y solo respondió la muerte. SIENTO LA SOLEDAD (Carlos Olalla) Siento la soledad del reo ajusticiado, el dolor del muerto al nacer, el callado silencio del no nacido. Siento la soledad del que se sabe solo, el desamor del amor que nunca fue, la negra angustia de la noche del náufrago Siento la soledad del exiliado, el helado grito de los muertos, la infinita sed de los ahogados. Siento la soledad de la espera sin tiempo, las vacías cuencas de los ojos del ciego, el solitario aullido del viento en el desierto Siento la soledad del olvidado, la mano de la muerte que mece las pateras, la voz de dios que llora y calla. Siento la soledad ensangrentada y oscura, la masacrada esperanza del vencido, el desgarrado silencio de los libros no escritos. Esta noche solo siento el frío de la soledad, la terrible y despiadada soledad que precede al genocidio de la justicia, al fusilamiento de la conciencia, y al exterminio de la libertad. POEMA ANÓNIMO (En recuerdo de los inmigrantes ahogados leído desde la cubierta del barco Constanza en aguas del Mediterráneo en su viaje llevando a artistas a recorrer todos los puertos para llevar el abrazo de la solidaridad a todos los pueblos mediterráneos) “Llegasteis desde muy lejos para alfombrar nuestro mar. Sois nuestros invitados. Hermanos venidos en un barco sin nombre. Vosotros habéis llegado desde África para alfombrar nuestro mar. Con vuestros cuerpos. Con lo único que os quedaba en la vida. Nos habéis dado todo. Sois nuestros invitados, hermanos anónimos. Venid. Entrad en nuestras conciencias. Estáis en casa. Tomad nuestras flores, nuestras palabras, nuestras músicas. Ponéoslas. ¡Os sientan tan bien! Que ellas os alimenten durante la travesía. Que los delfines acompañen vuestro silencio. Y las sirenas velen vuestro sueño. Nosotros os inventaremos nombres. E imaginaremos vuestras sonrisas. Y pasearemos una y otra vez sobre esta alfombra regalada. Para que el mundo que pretendíais alcanzar se hunda en su propia vergüenza. ¡Salud, hermanos de negritud! ¡Salud, hermanos de soledad! ¡Salud, hermanos de nuestro mar! |