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San Esteban del Molar - Zamora

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España > Zamora > San Esteban del Molar
24-01-13 01:49 #11000349
Por:Marceloo

Cagancho y Montoro
CAGANCHO EN ALMAGRO COMO MONTORO EN HACIENDA

La actuación de Montoro,con la amnistía fiscal y su intervención para explicarla,es comparable a la de Cagancho en Almagro. Ha quedado en Hacienda como Cagancho en Almagro.

Con Montoro hemos recuperado la antigua expresión,”quedar como Cagancho en Almagro”,que quiere decir hacer las cosas muy mal y en público.

Montoro nos ha recordado a Cagancho en Almagro y en lo sucesivo se podrá decir como sinónimo de desbarajuste,desfachatez y estupidez:como Montoro en Hacienda.

Joaquín Rodríguez Ortega,alias Cagancho,toreó en Almagro de forma tan floja,torpe y desastrosa que alteró los ánimos del tendido de tal manera que tuvo que intervenir la Guardia Civil para protegerlo y un destacamento del Ejército para apaciguar la bronca que se armó.

Si hemos de creer a Montoro, que Bárcenas no se gastó ni un solo euro con él, sería porque no lo necesitaba o al ser tan lerdo lo dejó sin la paga.

Marcelo
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24-01-13 01:58 #11000352 -> 11000349
Por:Marceloo

RE: Cagancho y Montoro
Como Cagancho en Almagro

Es una expresión ya un poco en desuso; pero todavía hay mucha gente que la conoce y la utiliza. Se dice «quedar como Cagancho en Almagro» como sinónimo de hacer las cosas verdaderamente mal y en público. Y es una expresión bonita desde el punto de vista histórico porque su precedente es muy concreto. Y no hace ni un año que cumplió ochenta. Por eso hoy quiero contaros de dónde viene.

Lo primero es explicar lo de Cagancho. Joaquín Rodríguez, de mote Cagancho, fue uno de los más famosos toreros de su época, en las primeras décadas del siglo pasado. Y decir eso es decir mucho. Un rapero americano de éxito o Ronaldinho son personas de parecido nivel de conocimiento y admiración, aunque yo creo, sinceramente, que en un ámbito local de España, la fama de Cagancho les supera. En los años veinte los toros eran prácticamente, junto con el cabaret y el teatro, las únicas diversiones de masas existentes. El fútbol aún no era lo que es hoy y el cine estaba en mantillas. Así pues, debemos entender que este matador de toros era un gran líder de masas con una capacidad de atracción reservada a muy poca gente.

Por eso, cuando en agosto de 1927 se anunció que en la corrida del día 26 torearía el maestro en Almagro, todo el mundo tuvo claro que se produciría una auténtica marea humana hacia este pequeño pueblo. La principal comunicación con Almagro, en aquellos momentos en que la red de carreteras estaba prácticamente inventándose, era el ferrocarril, concretamente el que venía de Ciudad Real. Y aquel día llegó a la estación de Almagro con gente subida a los estribos, sentada en los topes, en cualquier parte. El tren venía repleto de personas que habían pagado en Ciudad Real auténticas fortunas en la reventa para poder estar en aquella corrida.

Según los testimonios que he podido consultar, cuando menos entonces la plaza de Almagro era un lugar elástico donde la gente se apretujaba más o menos según quién viniera. Como aquella vez había tanta expectación, se llenó hasta la bola; una hora antes de comenzar en festejo ya no se cabía dentro. Las crónicas meteorológicas nos dicen que hacía un sol que derretía los testículos.

Formaban terna con Cagancho Antonio Márquez y Manuel del Pozo, Rayito. Dos toreros de menor jaez. El primer germen de aquella mala tarde, de ésas que según Chiquito de la Calzada tiene cualquiera, fueron precisamente aquellos largos minutos en los que el personal estuvo embotellado en la plaza, codo con codo, pasando un calor de la hostia y escuchando los rumores de los maledicentes, según los cuales Cagancho no llegaría a aquella placita de mierda y a última hora se disculparía de actuar. Desde fuera de la plaza, Radio Macuto radiaba que el maestro no había llegado al pueblo. Los nervios se pusieron a flor de piel. Pero llegó. A las seis en punto, hora del paseíllo, pero llegó.

Salió al ruedo un primer toro colorado de la ganadería de Pérez Tabernero. Tomó seis varas y mandó al suelo a varios jinetes. Márquez y Rayito, como era entonces costumbre, hicieron sus correspondientes quites (si el toro fue siete veces al caballo, tuvieron un montón de oportunidades para ello). Sin embargo, aquí se empezó a ver que Cagancho había llegado a Almagro desganado. Sobraron las oportunidades, sí. Pero él no hizo un solo quite. El toro le tocaba a Márquez y éste, a la hora de matar, comenzó a montar la tangana, pues se encaró con el morlaco sin muleta y se dedicó, simple y llanamente, a apuñalarlo. Fue advertido por la presidencia y recibió sonora bronca. Para entonces, el personal llevaba ya más de una hora pasando calor y, hemos de suponer, pasándose la bota de vino. Alegres, cabreados, alegres según el momento.

Rayito, dicen las crónicas, estuvo bien con su segundo. El tercero, primero de Cagancho, era un toro colorado y bragao. Hasta el momento Cagancho ni siquiera había desplegado el capote (no había hecho ni un solo quite) y siguió en la línea. No es que yo entienda mucho de toros, pero es una ley universal que si ante un animal dudas, lo acaba notando. Consciente de que era su toro y de que no podía dejar de hacer un quite, Cagancho intentó ejecutarlo, pero el toro le desarmó, haciendo volar la capa, momento en el que el maestro salió cagando leches hacia la barrera. Ahí fue donde empezó la bronca de verdad.

En la lidia propiamente dicha, el torero se mostró distante y cobarde. A la mínima que el toro le miraba, echaba a correr. Tanto miedo tenía Cagancho que hizo algo increíble: pinchó al toro en el cuello, y después en el brazuelo, lugares ambos absolutamente vedados, no ya para un torero de gran fama, sino para un puto estudiante de primero de la escuela de tauromaquia.

En ese momento el teniente Juan Ayuso, jefe del destacamento de la guardia civil que vigilaba el espectáculo, dio orden a sus hombres de que impidiesen que nadie saltase al callejón. Con ese sexto sentido que da el portar tricornio, ya se había dado cuenta de que aquella tarde se iba a ganar el sueldo.

Cagancho pinchó nueve veces más y entró a descabellar cinco. A la arena comenzaron a llover primero las almohadillas; cuando se acabaron las almohadillas, las botas de vino; cuando se acabaron las botas, botijos; y cuando se acabaron los botijos, cualquier cosa sólida.

Dato importante: nadie tira una bota por usar. Estarían ya vacías. El personal tenía un calor de cojones; había pagado una fortuna para ver a un tipo huir del toro y asaetearlo alevemente; y, además, estaban mamados. Aquello no podía salir bien.

Márquez, dicen, estuvo cojonudo con el cuarto. Pero al público le dio igual. Rayito también cumplió. No obstante, la gente quería que saliera el sexto, a ver si el señor Galáctico destapaba de una puta vez ese tarro de las esencias que dicen que tienen los toreros artistas.

Para colmo, el toro que le salió a Cagancho no era un toro, sino un oso Kodiak bien alimentado. En la suerte de varas, mató a varios caballos (entonces los caballos de picar no llevaban peto). Todo el mundo en la arena se puso nervioso. Los subalternos toreaban a siete kilómetros de los cuernos, Márquez hizo un quite desde su casa, los picadores se hacían caquita cuando el morlaco todavía estaba a diez metros de ellos, y los banderilleros no banderillearon tirando los garapullos como dardos porque no les dejaron.

Cagancho, al parecer, estaba preparado para situaciones así. En la faena propiamente dicha, sacó una muleta descomunal y comenzó a torear con el pico de la tela, manteniendo por lo tanto al toro en otra galaxia. No contento con eso, en uno de los pases, mientras el toro estaba a su lado, le largó un espadazo en el vientre, y luego otro. El toro, claro, se cabreó más de lo que ya de por sí se cabrea un toro cuando lo lidian. Lo miró mal, así que el torero tiró los trastos y repitió la suerte del tercer toro: a toda hostia hacia la barrera. Y, una vez dentro, como el toro se le acercase, ¡le pinchó de nuevo!

El tercer aviso, signo de que el toro es devuelto al corral porque el torero es incapaz de matarlo, sonó mientras Cagancho seguía intentando matar al animal sin salir de la barrera. Lo hacía pinchándole en los costados, en los brazuelos, en cualquier lugar menos allí donde ha de hacerse según marca el arte de Cúchares. Aquellos de los subalternos que se atrevían a saltar a la arena lo hacían con sus espadas debajo de las muletas, se acercaban al toro y le pinchaban también alevosamente, en cualquier parte. A aquel toro no lo mataron. Lo asesinaron.

Estaba el toro vivo, y el ruedo ya comenzaba a llenarse de espectadores que, sudorosos, cabreados y borrachos, habían saltado a la arena con la nada serena intención de saltarle los empastes a hostias al torero gitano.

La guardia civil es mucha guardia civil. Pero una turba enfervorizada puede con todo. Son más y, una vez que el ser humano llega a ese punto en que todo le importa un huevo, no hay argumento que les frene. Las gentes comenzaron a perseguir a Cagancho, el cual intentó, con la espada en la mano, salir de najas de la plaza. Un espectador le agarró del cuello y, arrojándole en dirección contraria, le gritó.

‑¡Al toro, coño! ¡Cobarde!

Otro le arreó una hostia en pleno carrillo. Y allí estaba Cagancho, en medio de un ruedo lleno de gente que le rodeaba para darle una paliza; ruedo en el que todavía había un toro vivo, sangrando por sus mil heridas, soltando tornillazos y llevándose a la gente por delante.

Entonces cargó el ejército, concretamente un destacamento de Caballería que se encontraba allí reforzando a la guardia civil. A caballo y en plan cabrón, consiguieron convencer al público de que se tranquilizase un poco. No sin esfuerzo, despejaron el anillo. Ocho guardias civiles rodearon a Cagancho y lo sacaron de la plaza, entre una lluvia de todo tipo de objetos y fluidos corporales humanos, preferentemente faríngeos, epigástricos y nasales.

El fracaso de Cagancho en Almagro es, efectivamente, la bronca más gorda ocurrida jamás en un espectáculo público en España. La marcha del diestro fue seguida de disturbios en los alrededores de la plaza en los cuales las fuerzas del orden tuvieron que cargar a caballo con una virulencia que ríete tú de los pipiolos antisistema. Almagro aquella tarde fue una batalla campal. Tan, tan fuerte, que quedó en la memoria de los españoles, para los cuales, aún sin haber estado allí, aún sin haberlo vivido, «quedar como Cagancho en Almagro» se les grabó en la memoria como el símbolo de, que diría Barrancas, un fracaso absoluto.

Los testimonios que he podido leer describen a un Cagancho todavía vestido de plata refugiado en el salón de actos del Ayuntamiento de Almagro, custodiado por la guardia civil para que el personal que estaba en la calle no lo matase, fumando indolentemente y como resignado. Así es la vida. Yo quería quedar bien, pero lo que no pue zé, no pue zé. Uno de sus subalternos se queja a la guardia civil.

-¿A usted le parece lógico que a éste [Cagancho] lo quieran meter en la cárcel por no haber matado un toro y a nosotros nos quieran hacer lo mismo por matarlo?

Debían de ser toda una pandilla de cráneos previlegiados.

Publicado por Juan de Juan
Puntos:
24-01-13 02:07 #11000357 -> 11000352
Por:Marceloo

RE: Cagancho y Montoro
Joaquín Rodríguez Ortega

Joaquín Rodríguez Ortega Cagancho (n. Sevilla, 17 de febrero de 1903 – m. México, 1 de enero de 19841 ), fue un matador de toros español gitano, cuyo estilo de toreo de grandes genialidades y numerosas espantadas hizo de él un personaje de leyenda.

Perteneció a una época dorada del toreo, siendo coetaneo de figuras como Belmonte o Rafael Gómez "El Gallo".

Su carrera comenzó en 1924 y finalizó en el año 1954 en México, país donde obtuvo siempre un gran reconocimiento y donde desarrolló la mayor parte de su carrera profesional.

Joaquín Rodríguez nació en el barrio sevillano de Triana, nieto de un cantaor de flamenco e hijo de un herrero. Toreó la primera vaquilla cuando tenía quince años, debutó de luces en San Fernando, cuando tenía veinte, y un año después se presentaba en la Maestranza de Sevilla, en una novillada nocturna. Durante esta etapa de novillero, Cagancho se hizo famoso en 1926 en Barcelona y causó sensación en Madrid Cagancho, al torear con el capote con las manos bajas, algo hasta entonces desusado. De gran elegancia, Cagancho también fue apodado el gitano de los ojos verdes.

Fue en abril de 1927 cuando Rafael Gómez "El Gallo" le dio la alternativa en Murcia,2 y durante la misma temporada Valencia II se la confirmó en Madrid. Fue por entonces, durante los últimos años de la década de los veinte cuando consiguió los mejores momentos, con una innata exuberancia de su arte y el conocimiento de los cánones de la tauromaquia.

En diciembre de 1928 toreó por primera vez en el país que un cuarto de siglo después le despediría de los ruedos, México, haciendo una faena memorable. Allí cosecharía sus mayores éxitos a lo largo de una carrera que, en general, fue en decadencia, con momentos de gran brillantez en contadas ocasiones. Sin embargo, esos brotes era de tal genialidad, que de nuevo resurgía como figura cumbre y exclusiva.

Cagancho volvió a la plaza de Las Ventas al final de su carrera, obsequiando a la afición con un recital de majestuosos lances a la verónica . Se retiró en la temporada 1953-54 en México, donde se afincó y vivió el resto de su vida.

Joaquín Rodríguez murió, consecuencia de un cáncer de pulmón, en el Sanatorio Español de la capital mexicana, a la edad de 81 años.

Cagancho combinó grandes tardes de toreo inimitable, que con el capote alcanzaba calidades estéticas sorprendentes con aún más aciagas tardes, algunas de las cuales acababan en la comisaría de la Guardia Civil, con el torero en prisión preventiva y los toros en el corral.

Estos contrastes le valieron para generar sobre sí un mito, así como para crear expresiones que han pervivido en la memoria popular, convirtiéndose en chascarrillos habituales aún casi un siglo después.

No es difícil hoy en día escuchar la expresión: "quedar como Cagancho en la Ventas", "armar la de cagancho en las Ventas" o "quedar como Cagancho en Almagro".

Estas expresiones generalmente se utilizan como sinónimo de hacer las cosas verdaderamente mal y en público, si bien en ocasiones se utilizan para significar todo lo contrario.

Fue en agosto de 1927 cuando se anunció la corrida que del día 26 torearía el maestro en Almagro. Formaban terna con Cagancho Antonio Márquez y Manuel del Pozo, Rayito. Según parece ese día Cagancho fue desganado y cobarde, pinchando al tercer toro, y primero suyo, a la hora de matar en el cuello, y después en el brazuelo, lugares ambos absolutamente vedados.

Peor suerte corrió con su segundo toro, el sexto de la tarde, mucho más bravo. Tras el tercer aviso, signo de que el toro es devuelto al corral porque el torero es incapaz de matarlo, sonó mientras Cagancho seguía intentando matar al animal sin salir de la barrera. Lo hacía pinchándole en los costados, en los brazuelos, en cualquier lugar menos allí donde ha de hacerse según marca el arte de Cúchares. Aquellos de los subalternos que se atrevían a saltar a la arena lo hacían con sus espadas debajo de las muletas, se acercaban al toro y le pinchaban también alevosamente, en cualquier parte. Se dice que a aquel toro no lo mataron; lo asesinaron.

Así pues, el torero salió con la guardia Civil, habiendo tenido que intervenir incluso un destacamento de Caballería del Ejército, para apaciguar los ánimos de un tendido en el que hubo una de las mayores broncas de la historia.

Así pues, a partir de ese momento se comenzó a decir "quedar como Cagancho en Almagro".

Sin embargo, no es correcto utilizar la expresión "quedar como cagancho en las Ventas" en el mismo sentido que la expresión anterior, pues al contrario que en ese caso, sus faenas en la plaza madrileña fueron memorables. Es por tanto adecuado decir "armar la de Cagancho en las Ventas" en sentido positivo.

Autor Tomàs Orts i Ramos.
Puntos:
24-01-13 16:07 #11001541 -> 11000357
Por:bbbb-8

RE: Cagancho y Montoro
Montoro no respondió a la pregunta de si Bárcenas se había acogido a la amnistía fiscal aprobada por su gobierno, se le pusieron coloradas las orejas de soplillo , las mejillas le brillaban y se defendía insultando. Decía Antonio Gala que no concebía que este personajillo fuera andaluz porque su tono de voz está desprovisto de toda gracia,, la gracia que suelen tener los andaluces.
Puntos:
24-01-13 17:36 #11001785 -> 11001541
Por:Soitu

RE: Cagancho y Montoro
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