Olleros de Tera - Zamora

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PUNTO DE MIRA
Un pueblo de la Transición

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HERMINIO RAMOS PÉREZ. Hoy, cuando han pasado ya más de treinta años de aquella etapa de la Transición en la que confluyeron tantos factores y tantos fenómenos y situaciones, desde la impaciencia a la ansiedad, desde el miedo a la desconfianza y en la que los sobresaltos provocados por esas inquietudes, quiero recordar brevemente una localidad de nuestra provincia, en la que confluyeron una serie de circunstancias históricas, cargadas de recuerdos, de afectos y de cierta emoción. Este lugar, este pueblo fue Olleros de Tera.
Este pueblo, situado en la margen derecha del Tera, tiene en su territorio, además de su iglesia dedicada a San Miguel, una gran ermita con cierto caserío dedicada a Nuestra Señora del Agavanzal. Situada en la dehesa propiedad de los señores vizcondes de Covadonga cuya Casona se conserva en la ciudad de Toro. Planteada la venta de la finca, el pueblo no tenía posibilidades de poder adquirir aquella y el clérigo de turno, don José María Carrascal, aporta la cantidad. Se adquiere, se parcela y se van pagando poco a poco las deudas contraídas. Aquí nace el reconocimiento y la gratitud, imborrable y perdurable de Olleros de Tera a la familia Carrascal.
En la etapa de la Transición, llega por aquellos pagos don Víctor Carrascal Felgueroso. Fue como una aparición del pasado, era la hora de la gran devolución, a aquel miembro de la familia Carrascal del sentimiento de gratitud que se conservaba vivo. Y Olleros de Tera, fue en el Bar La Trucha con Paquita y Gerardo algo así como el santuario político de aquella zona, y diputados, senadores, directores generales, pasaron por Olleros y sintieron cerca ese latido fuerte y profundo que queda, como flotando en el ambiente y se hace visible y presente cuando llega la ocasión, aunque ésta sea inesperada.
Olleros quedó marcado con aquel gesto de la familia Carrascal y ha sabido conservar con la elegancia y la dignidad que le caracteriza su nombre y sus recuerdos. Hoy, la visita obligada al santuario del Agavanzal es atractiva e interesante; los exvotos y los retratos de los fundadores constituyen pruebas inequívocas del sentimiento que han mantenido, conservado y cultivado siempre hasta donde los medios y los límites lo han permitido.
El último gran Salto Hidroeléctrico del Tera lleva el nombre del Agavanzal y allí tiene su salida el canal de la margen derecha. Pero para aprovechar aún más y mejor el tiempo, además de disfrutar de esos recuerdos históricos, una marcha hacia la cara norte del muelo de Otero de Bodas te sorprenderá gratamente porque desde ese Otero pisando sobre un campamento romano que vigilaba sereno y atento el viejo itinerario Diecisiete de Astorga a Braga, esa vía por donde pasa el oro de las Médulas, es además de una rica e interesante posibilidad, una bella y hermosa lección, que no se olvida con facilidad. Pero Olleros está marcado en estos últimos treinta años por esa feliz circunstancia y en él dejaron huella seria, serena los maestros de escuela doña Aquilina y don José Guerrero, matrimonio naturales de Aspariegos y de Villalobos respectivamente. Un matrimonio que durante varios lustros contribuyeron a marcar positivamente el programa de Olleros. Ya no estaban cuando la Transición, pero su recuerdo era tan fuerte que al recordarlos en aquella circunstancia contribuyó a la serenidad, ante las incertidumbres del momento. Olleros de Tera sabe guardar bien los recuerdos, su memoria es buena y justo es reconocerla.