La hornada Cantó el gallo y empezó a ponerse rojo el cielo del amanecer, como si fuera un horno. La calma de la casa se perdió en los movimientos de sus habitantes y en los vaivenes acompasados de las puertas. La luz comenzaba a caer sobre los tejados y sobre los objetos, que recobraban la forma que habían perdido en la noche. Finalmente, el humo de las chimeneas anunciaba que, una vez más, la vida se había despojado ya de las sombras y de la pereza. Todo parecía rutinario, pero distaba mucho de serlo. Poco a poco, en la casa, empezaba a oler a pan, ese pan tierno e inolvidable que una mujer amorosamente amasaba... Un abrazo LA HORNADA Sobre el fondo desnudo de la artesa, bajo un lienzo que alarga su blancura, hay un sueño de pan con levadura que redime a una masa muy espesa. En el horno hay un rojo de frambuesa que trasciende de llama a calentura. A su lado una mano configura el formato del pan sobre una mesa. Y después de la forma, con esmero, una pala de amor lo deposita donde el fuego lo inunda y lo transforma. Sólo queda esperar junto al apero la explosión en que el pan se precipita y la hogaza que tiene como norma. Mariano Estrada Del libro “Trozos de cazuela compartida”
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