Muelas de los Caballeros - Zamora

Muy bellas fotos, Mariano. La del carro me resulta muy gracias, pues no he visto muchos en mi vida. Espero que no sea ése el carro de Manolo, porque entonces deberíamos avisar a la policía. Aunque no sé si las denuncias de carros robados caducan; en cierta ocasión me encontré a una señora en una tienda de libros que acudía a recoger un libro encargado tres años antes. Y guardaba el papelito como el primer día: los libreros alucinaban con la señora, que no fue antes a recogerlos porque no pudo a causa de otros menesteres (que la tuvieron ocupada tres años, señores).

Fuera bromas: Manolo ya tiene su carro, en la entrada de su casa de Benidorm.

Saludos.

Rectifico una errata: la foto me resulta graciosa (y no: "La foto del carro me resulta muy gracias)".

Nunca subí a carro alguno, y creo que será una de las cosas que haga pronto, porque debe ser muy placentero, de manera especial si brilla un buen sol y lees un libro interesante al compás del zigzagueo de las vacac o caballos que arrastran el carro.

Saludos.

Hola, amigos: hasta no hace muchos años, en cada casa de Muelas había un carro como el que aparece en la foto. Ahora, si se quiere ver uno, hay que recurrir a Fernando Medrano, que vive en Benidorm, cerca de la casa de Manolo Escobar... ¿Se habrá llevado éste todos los carros de Muelas, como se ha llevado algunos quereres?

A mi padre le gustaba Manolo Escobar, no por el carro, sino porque daba la impresión de que cantaba sin esfuerzo: vamos, de que “no se cansaba”. Como ejemplo en contra podíamos poner a Dyango, del que algunos dicen que canta como si estuviera estreñido. Dicho sea con todos los respetos del mundo porque Dyango canta muy bien.

Para mi hermano, que se llamaba Lisardo, no había otro cantante en el mundo. Ni en el mundo había dinero para hacerle cambiar de opinión.. Decías Manolo y se ponía contento como unas castañuelas. Decías Escobar y el aire se poblaba de canciones. Yo creo que hasta doblaban su rama los limoneros, y eso que limoneros no había...

Pero volviendo a los carros, por culpa de uno de ellos pasé yo el miedo más grande de mi vida. Cargado de losas de pizarra, en la cantera de Llojadal, al tirar de él las vacas empezó a hundirse ostensiblemente una rueda, la cual asentaba sobre cascotes. Parecía que se iba al precipicio sin remisión. Y si el carro se iba, también se iban las vacas. Pero a mi padre, consciente de la gravedad, no se le ocurrió otra cosa que ponerse a empujar con el hombro por el lado por el que el carro vencía. O sea, que podía haberse ido él también. Cuando el carro pudo salir del atolladero, a mí se me inundaron los ojos. ¿Tendré que decir que yo quería mucho a mi padre?.

Un abrazo

Posdata: como a Agustín le gustan tanto los carros, le invito a revivir un momento en el que mis padres y yo viajábamos felizmente en el carro de nuestra casa.

“El carro emitía unas sonatas de alta pedrería de granito y regios golpes de tango, que en las cuestas arriba era el tango de Schubert. El cielo era azul y contrastaba con los colores melosos del otoño: robles ocres, castaños y chopos amarillos... La temperatura era suave, casi veraniega, y la tarde se inclinaba hacia un ocaso de sombra venturosa. En aquellos momentos, la idea de que se pudiera ser más feliz, a Isidro no le hubiera cabido en la cabeza. Sus padres hablaban y reían, él oía y callaba, sentía y se empapaba. Nada más. El carro prolongaba su concierto de ejes contra bujes, de quejumbres extraídas a las maderas, de llantas que se batían con los morrillos. El amor tenía el tamaño de los árboles, de los montes, de las amplias lontananzas que abarcaban la imaginación y los ojos...”

Mariano Estrada

Vaya por delante una confesión: tanto Manolo Escobar como Dyango forman parte de mis artistas predilectos. Ambos forman parte del repertorio que impregna el aire de mi casa, y tanta es la admiración que siento por ellos que espero, si Dios quiere, entrevistarlos pronto. Hasta hoy, sólo realizo entrevistas a los artistas que amo con el corazón. Espero que sea así por mucho tiempo (tal vez sea poco profesional, pero si un artista no me interesa no me apetece entrevistarlo). Por fortuna, mi registro musical es amplio.

¡Ah! Y ni el uno ni el otro tienen página web oficial, lo cual es impersonable; a ver si se animan a entrar en el mundo virtual. Se lo comentaré cuando los vea, sin duda alguna.

Gracias por el relato del carro, Mariano. Hoy ya son reliquias, y tener uno es un lujo, casi de museo. Yo soy un clásico, y a pesar de no haber viajado en carro, estoy seguro de que sería divertido y entretenido, a pesar del percance que tuvo Mariano (y que podría haber acabado en trágico final).

Abrazos.