Muelas de los Caballeros - Zamora

Hay temas en la vida que dan para mucho, y el de la mili es uno. Dicen que lo poco gusta y lo mucho cansa, y no deseo que me ocurra esto último. Son ya dos anécdotas las que he contado anteriormente, reales como la vida misma,pero tal vez, con un toque de chabacanerismo.Así, no puedo dejar de contar esta que la considero ejemplarizante, y, encierra una moraleja que espero le sirva a muchos.Todo ocurrió cuando estabamos ensayando la Jura de Bandera, al llegar el comandante para revisar las tropas, el capitán dijo: "¡Soldados, el Comandante!", a la vez miró hacia nosotros, con tan mala suerte, que según él, yo estaba hablando.Se acerco y me dijo: "¡Cuando se dan novedades no se habla!". Yo: "¡Yoooooooo..., hablandooooo...!. El capitán: "¡Ahora dime que no y te meteré un mes al calabozo en lugar de una semana!. Más tarde, en su despacho. Yo: "Da su permiso". El capitán: "Adelante, ¿Has hablado o no?. En ese momento pienso lo que pienso y digo: "Sí, mi capitán",- ¡Después de lo que me había dicho, cualquiera le contradecía!-. El capitán: " Pues a la Pavera una semana". Lloré de rabia e impotencia, pero sobre todo, me dolía saber que iba a ese lugar sin haber hablado. Moraleja: "Nunca he mentido más,porque si dices la verdad, ocurra lo que ocurra, tu conciencia siempre estará tranquila. Podría contar cientos de anécdotas más, pero considero que ya son suficientes.

Ayyyyyyyyyy, también yo habría llorado de impotencia y de rabia!!!!, pero cualquiera se atreve a contradecir a un enlolerizado capitán!!!, la moraleja muy buena, siempre es mejor decir la verdad pase lo que pase.
Natalia

Bueno, pues ahí va otra anécdota, y es que te picas, y tiene razón Mariano, que esta tradición de contar batallitas de la mili se va a perder con nuestra generación.

Resulta que paseba yo una mañana, a la hora de la comida, por el cuerpo de guardia y, casualmente, estaba de guardia el sargento de morteros del 81 que, a la sazón, era ya mi sargento y me dice: -Sardón vete al comedor y tráeme una bandeja. El no especificó y yo le traje una bandeja, limpia y resplandeciente. Me miró fijamente y me dijo: -Muy bien, Sardón, ahora vete al comedor y me la traes llena de comida.

Ambas anécdotas, la de José Miguel y Cardón, sirven para argumentar la inutilidad del servicio militar. En la de José Miguel, sólo importaba seguir las órdenes del comandante aunque no tuviera la razón, y todo fuera un delirio o ganas de fastidiar. El comandante nunca se equivoca, parece que sea la moraleja. Para mí, la auténtica moraleja radica en que, en general, los altos cargos militares carecen de inteligencia y sensibilidad alguna. Allí, en el servicio militar, se aprendía la servilidad, la sumisión, que son dos de los pecados capitales de nuestra sociedad.

La moraleja de Cardón podría ser la misma que la de José Miguel, pero cabe añadir que los comandantes y la tropa de mandamases suelen abusar del poder y, por ejemplo, obligan a sus militares rasos a llevarles la bandeja de comida. Difícil tarea, por cierto.

En definitiva y, aunque son dos anécdotas que tienen su gracia, me parece que valen como ejemplos para desarrollar argumentos en contra del servicio militar.

Saludos,

Agustín