Muelas de los Caballeros - Zamora

Queridos amigos:

El año pasado por estas fechas escribí un artículo bastante pesimista, que pronto fue superado con creces por la realidad. Podéis leerlo aquí:

https://aisajes.blogcindario.com/2005/12/00018-la-navidad-y-sus-juguetes.html

Pues bien, este año, entre algunas felicitaciones entrañables que me han dirigido los familiares y amigos, me ha llegado algo especial. Se trata de una carta, una carta que para mí ha redimido con creces no sólo la Navidad con todos sus tentáculos, sino que ha venido a decirme que debajo de esa capa ostensible de indiferencia afectiva, materialismo cierto, relativismo político, frío convivencial y, por supuesto, mercantilismo desaforado, hay corazones que vibran y que sienten y que lloran y que aman. Corazones buenos relacionados con corazones buenos mediante vínculos indestructibles… Tanto que a menudo no los destruye ni la muerte.

Se trata, en fin, de una carta que una joven valenciana ha escrito a su padre, de quien la ha separado físicamente el infortunio y al que, como veréis, está unida por uno de esos lazos que jamás podrán romper las multiplicadas golosinas de nuestro tiempo. Ni el tiempo mismo durante toda una vida ni, como digo, la propia muerte.

Se llama Lidia y es de Valencia, como las flores, como el azahar, como las naranjas, como la luz, como el mar, como las mandarinas… Os dejo con ella. Si lo hacéis brevemente, podéis dejarle aquí vuestras opiniones. Y si eso no os basta, podéis dirigiros a su página y a su Blog:




Por mi parte, entre otras cosas, le he dicho:

Querida Lidia:

Volveré a leer la carta que diriges a tu padre, y entonces a lo mejor te digo algo más. De momento estoy profundamente emocionado, y no sé si es bueno escribir desde la emoción, porque acaso te diría que me hubiera gustado ser tu padre y eso no puede ser, ya sabes. En la realidad hay poesía, pero se concibe de otra manera... Finalmente, quiero recordarte que Borges sentenció, tal vez para siempre, que un sólo verso puede salvar a un libro ¿Será mucho decir que una sóla persona puede darle calor a una humanidad entumecida por el egoísmo y por el dinero?

Y con respecto a la fragilidad de tu salud, quiero que sepas que la medicina que mejor nos cura es la que damos a los demás. Tú me has dado una carta preciosa, que sólo puede salir de un corazón bueno.

Un beso
Mariano Estrada

Carta de Lidia

10 diciembre
NADA MENOS QUE TODO UN HOMBRE: MI PADRE



"Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada."

(Miguel Hernández)


Hace ya algún tiempo la Muerte se enamoró de mi padre y comenzó a enviarle cartas de amor e invitaciones para una cita a ciegas. Mi padre las desechaba siempre, entre otros motivos, porque desde que vio a mi madre por primera vez se enamoró de ella y así permaneció toda su vida, enamorado como un adolescente.

El pasado día 6 la Muerte le envió su último y definitivo envite, y esta vez mi padre no pudo hacer nada por eludirlo, su salud ya estaba demasiado deteriorada por tantos quiebros al destino. Luchó hasta el final, pero perdió esta última partida y se marchó de la mano fría de la muerte, dejándonos a todos sumidos en el dolor y la desesperación. Murió de la misma forma en que vivió, como un valiente.

Hasta hoy no he podido hablar de ello, porque no podía ni quería creer que mi padre había muerto. Todavía me resulta difícil hacerlo, porque el dolor atenaza mi garganta y pone cadenas a mi voz y a mis pensamientos. A pesar de ello, ahora necesito gritar a los cuatro vientos lo que mi padre significaba para mí, antes de que todo lo que estoy sintiendo me estalle en el pecho.

Gracias a todos los que habéis abrazado mi dolor con vuestras palabras y con vuestra presencia, ofreciéndome de forma incansable vuestro apoyo y cariño durante estos difíciles días y haciendo más soportable esta tragedia (mis queridos Ana, Àngels, K, Niña_D, Jack, Roxx, Pilar, Raquel, Vicente y tantos otros que nombro en silencio). Os llevo siempre en mi corazón, lo sabéis muy bien, habéis sido luz en la oscuridad que ahora me envuelve y me anula. Disculpadme aquéllos a los que no pude avisar a tiempo, todo sucedió de forma muy rápida y trágica y yo quedé muy herida y sin apenas fuerzas para nada.

Sé que voy a necesitar bastante tiempo para recuperarme de esto, si es que lo consigo algún día. Os seguiré visitando y leyendo, aunque de momento no creo que tenga fuerzas ni ánimos para escribiros demasiado, pero vuestra compañía y vuestras palabras me consuelan y me hacen bien.

Millones de besos para todos y hasta muy pronto, espero. Os quiero muchísimo.

Mi padre y yo.



EN MEMORIA DE MI PADRE

Me regalaste la vida a manos llenas, con tu generosidad ilimitada y espontánea, con tu amor fértil y desmedido.

Guiaste mis primeros pasos y mis primeras letras, vigilando mis tropiezos y alentando mis pequeñas proezas.

Cada noche ahuyentabas a los fantasmas de mi precoz insomnio, creando para tu niña "demasiado sensible para este mundo" mil y una mágicas historias en las que siempre era la protagonista y lograba escapar de todos los peligros, venciendo las adversidades y los infortunios.

Juntos poníamos nombre a las estrellas, hacíamos y deshacíamos constelaciones y créabamos otras nuevas que sólo nosotros dos conocíamos. Inventábamos mapas en los que dibujábamos países nuevos, a los que viajaríamos en busca de tesoros y aventuras jamás imaginadas por nadie. Tú eras mi héroe, y yo era tu orgullo, tu pequeña maravilla, la niña de tus ojos.

Tu paciencia con los juegos de tus niños era infinita, y más de una vez te ofrecías como "víctima" propiciatoria para nuestros experimentos y travesuras, de los que a veces salías malparado con algún rasguño y un ojo morado, pero todo lo dabas por bien empleado: nada te hacía más feliz que complacer y ver felices a tus hijos. Todos mis amigos querían tener un papá como tú, y yo me sentía orgullosa de que fueras el mío.

No tuviste una vida fácil, nadie te regaló nada y tuviste que emplearte a fondo para salir adelante. Tu infancia de niño republicano, de hijo de "rojos perdedores" te hizo conocer desde muy temprana edad las humillaciones y las privaciones más severas. Pero todo ello, lejos de hacer crecer en ti el odio y el rencor, forjó tu espíritu en la nobleza y la generosidad y así fuiste capaz, junto con mi madre, de dar a tus hijos la más feliz, cálida y amorosa de las infancias.

Me inculcaste el amor a la literatura, a la naturaleza y a la libertad, así como el respeto por todos los seres vivos. Nunca hiciste daño a nadie, y siempre saliste en defensa de los más débiles e indefensos, aún poniéndote a ti mismo en riesgo por ello. Me enseñaste a ser fuerte, a luchar contra la injusticia y los prejuicios sociales, a no conformarme, a dotar de significado a la palabra Libertad en tiempos difíciles incluso para nombrarla. A no sentirme inferior sino orgullosa por haber nacido mujer en un mundo de hombres, a no dejarme avasallar por nada ni por nadie, a alzar mi voz y reclamar mis derechos, a no huir de mis responsabilidades.

Nadie podía escapar a tu encanto. Tu integridad, tu honestidad, tu sentido del deber y la lealtad, tu fuerza y tu alegría, tu inteligencia y tu enorme corazón te hacían acreedor del cariño, el respeto y la admiración de todos cuantos te conocían. Tú siempre eras tú, genuino, valiente, sincero y sin disfraces.

Y ahora te has ido...

Te has ido para siempre, y me has dejado sola en este mundo de locos que no entiendo ni comparto. Ya no podré hablar, discutir ni reírme contigo, ni pasar interminables horas tratando de arreglar el mundo. Tú fuiste mi guía, mi maestro, mi luz, mi referencia. ¿Quien tomará ahora mi mano y me conducirá a puerto seguro cuando me sienta naufragar?

Nunca. Nada. Vacío. Jamás. Fue. Era. Quería. Luchaba. Amaba. Estas serán a partir de ahora las palabras que formarán mi vocabulario cada vez que te nombre o te recuerde. Tendré que reconstruirme y reconstruir también mi universo, ahora que no estás ya junto a mí.

Tu ausencia es tan grande como grande fue tu presencia. El silencio me habla con tu voz, y cada una de mis lágrimas lleva tu nombre y tu recuerdo marcados a fuego. El dolor es demasiado grande, me asfixia y me hace enmudecer, y siento que nunca lograré salir de este laberinto de tristeza. Me parte el alma ver a mi madre llorar sin consuelo la pérdida del que fue su compañero y su amor durante toda su vida, me avergüenza y me hace sentir culpable seguir viva y sentir la caricia del sol mientras tú sólo soportas el peso de una losa fría y eterna...

Mis amigos me dicen que el tiempo curará la herida y que el dolor se hará intermitente y soportable. Yo sólo sé que pasará mucho tiempo antes de que pueda nombrarte sin que las lágrimas acudan a mis ojos y un puño de acero invisible me golpee el pecho.

Ahora tengo que despedirme de ti, papá. No podré acompañarte en este viaje, vas a explorar sin mí nuevos mundos, como tantas veces imaginamos. Pero quiero que sepas que dondequiera que te encuentres ahora, mi corazón y mi mente están contigo, acariciando tu recuerdo.

Los seres a los que tanto amaste llevaremos siempre vivo tu recuerdo en nuestra memoria y en nuestro corazón, nunca te abandonaremos. Te llevas contigo mucho amor, el mismo que tú nos diste a todos.

Hasta siempre, mi querido, queridísimo papá.

Tu hija, tu niña siempre,

Lidia