Donadillo - Zamora

Sacado de la sección "opinión" del periódico La Opinión de Zamora del 12 Septiembre de 2014
Habla de Muelas, pero tb podría ser, cómo no, Donadillo.

JUAN CARLOS ARGÜELLES Con la llegada del verano, los pueblos que conforman "La Carballeda" reviven con nuevos bríos, y la entrañable comarca del noroeste zamorano despierta feliz de su largo letargo invernal. Retornan los emigrantes nativos, junto a sus "arrimados/as" y la descendencia. Se abren y limpian las casas vacías que ansiaban la presencia de sus moradores, las ventanas se cubren de geranios y plantas de flores vistosas que brillan con la luz estival. El bullicio y la algarabía de los niños jugando en las plazas insufla un soplo de vida sobre el mortecino discurrir del tiempo. Proliferan los abrazos y saludos cariñosos entre familiares y conocidos, alegres por el reencuentro, preguntándose por las vicisitudes del año transcurrido y poniéndose al día sobre las buenas nuevas y las noticias menos agradables.

Son jornadas dichosas, se organizan excursiones por los impresionantes pasajes del contorno presididos por los recios robles, baños para valientes en las "playas" de cortantes aguas desheladas del río, o subidas a los altos para contemplar en la medianoche oscura la lluvia de estrellas fugaces y la límpida vía láctea en la incomparable bóveda celestial carballedana. Se confraterniza con alegría en torno a la mesa de sabrosas viandas, prolongándose las tertulias amenas hasta bien entrada la noche, porque el tiempo transcurre con otra cadencia. Algunos pueblos celebran fiestas con parrilladas, sangría y verbenas con orquesta de moderno rock duro y/o pasodobles a la vieja usanza.

Lamentablemente, el pan dura poco en la casa del pobre. Los días avanzan inexorables en el calendario y, gradualmente, sobreviene el momento de la temida partida. Este verano, he ampliado mi conocimiento de la geografía carballedana, encontrando en todas partes el mismo panorama desalentador: los escasos vecinos que resisten en los pueblos los embates del duro invierno. Como esas mariposas de vida efímera que permanecen larvadas durante largos meses para vivir tan solo unos días, los suficientes para procrear la siguiente generación, la Carballeda ha florecido durante un breve periodo antes de sumirse en una nueva hibernación, con la secreta esperanza de brotar cuanto la tierra complete la siguiente traslación alrededor del sol.

Hemos recogido los enseres, cerrado las puertas y dejado en silencio las aldabas. Ahora partimos de Muelas, morriñosos pero anhelantes de un retorno venturoso con salud el año próximo. Al doblar el "alto de los carriles", acuden de repente a mi cabeza las excepcionales estrofas del gran Luis Cernuda, de lectura siempre grata y recomendable, que comienzan con estos versos de belleza portentosa: "Donde habite el olvido/ En los vastos jardines sin aurora/ Donde yo solo sea Memoria de una piedra sepultada entre ortigas/ Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios..."