Castroverde de Campos - Zamora

EL SOL NO DUERME EN BENAVENTE
Cuando yo era pequeño creía que el sol dormía en Castroverde. Sí. Le ví recogerse muchos días perfilando a su derecha la silueta parda de las casas del pueblo vecino.
Un día le dije a mi Padre:
-Padre. Llévame a Castroverde para ver donde duerme el sol.
-Mira hijo, te llevo pero te vas a decepcionar. Las cosas no son como parecen a primera vista.
-¿Padre, me quieres decir que esta canica no es una canica y que nuestro Tobi es un gato?
-No exactamente. Pero prefiero llevarte a Castroverde para que tu mismo saques conclusiones.
-Bien Padre, mañana vamos, y pasamos por el Mesón de Cecilio a tomar una coca-cola y unas patatas picantes. Me ha dicho Teyo que las hacen muy buenas.
-Vale. Como anochece muy tarde, sobre las nueve y media nos vamos.
Cogimos nuestro viejo “cuatro latas”, y nos fuimos por el camino que sale al silo. Paramos a la altura del cuartel de la Guardia Civil y desde allí observamos, yo con decepción, cómo aquella bola roja desaparecía en un horizonte difuso.
-¿Te has convencido?
-No del todo padre. Allí, por donde el sol ha desaparecido habrá otro pueblo. ¿no?
-Si, sí. Está Benavente.
-¡Ah! Pues me tienes que llevar a Benavente. Seguro que duerme allí.
-No hijo. Benavente está más lejos y tu madre va a pensar que estoy loco. Anda, vamos al mesón por tu coca-cola y tus patatas.
-Vale, pero yo quiero ver otro día, dónde duerme el sol.
-Ya veremos. Si te portas bien, quizás.
Pasaron diez u once años. Yo tenía catorce. Me estaba haciendo un hombre como dicen en el pueblo. Era el mes de Junio y hacía días que mi Padre se encontraba muy pesimista. El precio de la cebada, una primavera sin lluvias, etc. Algunos momentos se mostraba nervioso e irritable. Un día, volviendo del campo en el tractor me dice:
-Mañana miércoles es la fiesta del Toro en Benavente. ¿Has estado alguna vez?
-No.
-¿Quieres que vayamos los dos?
- Si, me gustaría.
-Prepárate para las siete de la tarde. Creo que lo sueltan a eso de las ocho. También quiero enseñarte otra cosa.
-Muy bien. Lo que tu digas, Padre.
Vimos la salida del toro enmaromado. A mi Padre les gustaba todo eso. Alguna vez me contó, que de joven iba con un amigo al camino de Aguilar y se metía entre el ganado bravo de Muñoz, que indiferente pastaba el secano. Nunca se perdió los encierros de Villalpando ni las corridas o becerradas que daban en Castroverde por el mes de Mayo.
El ambiente en Benavente era extraordinario. Las peñas cantaban, bebían y bailan en la calle, cada una con su orquesta. El ruido era ensordecedor y se mezclaba un pupurrí de emociones, miedo en algunos y alegría desenfrenada en todos. El mundo había girado trescientos sesenta grados. Todos estaban alegres. Todos eran buenos. Todos generosos incluso con los forasteros.
-Bueno, hijo. Vamos a la Mota que te voy a enseñar una cosa.
Subímos por la Calle del Doctor Castro y por la de Los Carros, volvía mogollón de gente desilusionada por el decepcionante comportamiento del enmaromado. No llegó al matadero decían. Se rindió antes.
-Ya se lo que me vas a enseñar. ¿Ese Castillo que está en frente?.
-No, no es eso precisamente. Después lo vemos.
-Sígueme.
Giramos a la derecha y a unos treinta metros nos paramos. Desde allí se divisaba una vega extraordinaria. La estación de ferrocarril y una puesta de sol que embellecía el lejano horizonte con una policromía de colores.
-¿Esto es lo que me ibas a enseñar?
-En parte sí. Verás.
-¿Te acuerdas que de pequeño querías ver donde dormía el sol, y te llevé a Castroverde pero no paró, y te prometí traerte a Benavente?
-Si, alguna vez me lo recordó madre.
-Esto quizás te parezca una perogrullada. Pero tengo la necesidad de comentarlo contigo.
-Bien, dime de que se trata.
-Tú de pequeño en tu razonamiento lógico y limitado llegaste a la conclusión de que el sol tenía que descansar y como no lo veías más allá de Castroverde pensaste que dormía allí. Luego pensaste que lo haría en Benavente, pero tampoco era así. En realidad el sol nunca duerme, ni se oculta, ni gira alrededor de la tierra aunque así lo parezca. Lo cierto es que la tierra gira alrededor del sol.
-Bien.¿ y qué.?
-Lo que quiero que entiendas es que las evidencias a veces son engañosas. Procesamos los hechos con el entendimiento y la inteligencia de que disponemos, pero puede ser otra la realidad de las cosas.
-Si, pero, ¿me has traído aquí, para explicarme todo eso que yo conozco.?
-Bueno, ayer cuando volvíamos en el tractor, observé la puesta de sol y me acorde de la anécdota del viaje a Castroverde, a la vez que pensaba en tu futuro. Tú tienes ya catorce años. Estas muy aferrado al pueblo y se te ve feliz, pero yo no veo un futuro claro si te quedas por aquí. Tal vez, desde tu atalaya divises, un espejismo, una irrealidad, como la anécdota del sol. Sólo quiero que medites lo que vas a hacer con tu vida, ahora que estás a tiempo. A mi me quedan pocos años para la jubilación, y esto del campo cada vez esta peor. Si te quedas aquí, que sea conscientemente, no porque creas que el sol duerme en Benavente. Mira ya se ha ido.
Me quedé tiernamente sorprendido por la escénica representación de mi Padre.
-Sí, lo pensaré. Le dije
El no sabía que ya meses rondaban por mi cabeza esa incógnita Oí decir a alguien “si no piensas en tu futuro no lo tendrás.”
Saludos. Eco.

Bonita historia, muy enternecedora,¡ con que cariño te trataba tu padre !.Si vive. devuelve todo el cariño que te dio ,se lo merece , si no,sigue recordandole con mucho con cariño. Se nota, que eres un hijo agradecido .UN ABRAZO.

Precioso y enriquecedor mensaje,ojala! hubiese muchos más así.

Un saludo.