LA FINCA (Cuento Breve) Existía una hacienda en un antiguo valle, donde los frutos se multiplicaban por doquier. Esta daba de comer a muchas familias y repartía el sobrante con vecinos necesitados, a la vez que todos los años provisionaba la despensa de alimentos para el largo y frío invierno. Aquella hacienda la habían recuperado de la ruina, unos afanados agricultores, con fama de tacaños, pero eran buenos trabajadores y mejores organizadores. Nunca esperaban que del cielo bajaran a solucionar sus problemas. Al principio se les negó el pan y la sal hasta que demostraron sus capacidades ante la Junta de Hacendados. De esta manera obtuvieron su confianza siendo recompensados con derechos de riego, semillas selectas, fertilizantes adecuados, asesoramientos, etc. etc. Los arrendatarios de la finca, pensaban que se mantendrían en ella por mucho tiempo, pero circunstancias extrañas, provocaron la cancelación de su contrato de arrendamiento, siendo reemplazados por otros. Estos últimos, se encontraron la finca en plena producción, y siguieron disfrutando de la misma por algunos años, pero sin darse cuenta que alguna de las instalaciones necesitan reformas y mantenimiento adecuado. Es por esto que los sabios del lugar, predijeron tiempos difíciles, con tormentas y temporales intempestivos amenazando en el horizonte, pero ellos, los renacidos colonos, negaron la mayor, y cual aves de cuento, metieron sus cabezas entre el plumaje, ignorando la magnitud del problema. Cuando llegó la tormenta, que fue la peor en muchos años, la finca estaba desprotegida, y sus devastadores efectos, hicieron mucho daño en todos los rincones de la misma, pero, mientras alimentaban su ego echado la culpa del desaguisado a los antiguos moradores. A partir de aquí, donde hubo abundancia, apareció la escasez, a los obreros se les recortó el salario, no hubo trabajado para todos,las despensas quedaron vacías y los vecinos necesitados se quedaron sin la ayuda de todos los años. También a los ancianos se les dijo que dispondrían de menos dinero para sus gastos. La tormenta sigue, y nadie sabe, cuando, el añorado sol, volverá a dorar, los hoy decrépitos y desguarnecidos campos. Saludos Yago |