Castroverde de Campos - Zamora

Vente a Alemania, Pepe.

No es casualidad que hoy, y pese a la crisis económica más dura del último medio siglo, Alemania disfrute de un crecimiento y de un pleno empleo tan intensos como para que "la fracasada Merkel" se esté planteando importar a los españoles de alta cualificación que el exitoso Zapatero ha condenado al desempleo crónico.

A comienzos de 2007, cuando los impagos de las hipotecas subprime ya estaban comenzando a dispararse al otro lado del Atlántico y cuando la burbuja inmobiliaria española estaba alcanzando su cénit, Zapatero pronunció una de esas frases vacuas que tan bien definen al personaje: “En 2010 superaremos a Alemania en renta per cápita”. Apenas unos 15 meses antes, nuestro infantilizado presidente mostraba su berrinche contra Angela Merkel al calificarla de “fracasada” por derrotar en las urnas al amigo del alma de ZP, Gerhard Schröder.

Muy felices se las prometía Zapatero a cuenta de una falsa prosperidad que nunca entendió. Lo único que le interesó sobre la economía durante su primera legislatura fue cuánto dinero podía despilfarrar en esos proyectos ingenieriles típicamente socialistas como las leyes de dependencia, los cheques-bebé, los aeropuertos inviables, las subidas electoralistas de las pensiones, las subvenciones a las energías renovables, las ayudas a dictadores tercermundistas o las viviendas de protección oficial.

Y mientras el PSOE seguía de fiesta despreocupándose de los enormes desequilibrios que se estaban acumulando en nuestro país –déficit exterior, burbuja inmobiliaria, creación de empleo basada en el ladrillo, inquietante exposición de nuestro sistema financiero a la construcción, hipertrofia de la Administración Pública, inversión de la pirámide poblacional, creciente insolvencia del sistema de pensiones…–, en Alemania el Gobierno de Merkel profundizaba en la senda liberalizadora iniciada para prepararse ante la llegada de tiempos peores.

Así, a lo largo de la última década, el Ejecutivo alemán reformó su sistema de seguridad social fomentando la contratación de planes privados de pensiones; flexibilizó la regulación laboral para arrebatar poder a los sindicatos y permitir que las negociaciones se llevaran a término directamente entre trabajador y empresario, y practicó una muy loable austeridad presupuestaria: entre 2002 y 2007, el Gobierno alemán congeló su gasto público, mientras que el español lo aumentó en un 50%.

No es casualidad, por consiguiente, que hoy, y pese a la crisis económica más dura del último medio siglo, Alemania disfrute de un crecimiento y de un pleno empleo tan intensos como para que la fracasada Merkel se esté planteando importar a los españoles de alta cualificación que el exitoso Zapatero ha condenado al desempleo crónico. No se trata de que los españoles tengamos algún tipo de gen que nos haga inferiores a los alemanes; al contrario, de lo que padecemos es de una legislación y unos gobernantes muy inferiores a los teutones.

Ha sido el sectarismo ideológico mezclado con la nesciencia económica y el sadismo político del PSOE lo que ha terminado por arruinar a este país en todos los órdenes. Al borde de una suspensión de pagos y con más de cuatro millones de parados, parece ser que no nos va a quedar otro remedio que ser salvados por los alemanes: ya sea financieramente a través del fondo de rescate, o socialmente a través de su demanda de desempleados.

No deja de ser trágico, sin embargo, que por culpa del socialismo zapateril España vuelva a convertirse en un país de emigrantes. A juicio de nuestros políticos, tenemos la “generación mejor preparada de nuestra historia”, pero los corsés que esos mismos políticos le han colocado a la economía nos impiden sacarles algún provecho. Los mejores se van a Alemania, y los demás se quedan en España esperando que Zapatero se vaya y lleguen políticos más solventes y tiempos mejores.