Santurtzi - Vizcaya

El pasado 27 de diciembre un individuo aparcó en doble fila en la calle de Capitán Mendizabal. En ese momento llegó un autobús y claro, un coche puede que sí pase, pero un autobus... El hecho, que el individuo en cuestión ni se inmutó ante las bocinas del autobus, y los coches que venían detrás. A lo mejor le había entrado el apretón, porque estaba en un bar, y claro, el pobrecito no podía salir.
Al final, después de un buen cuarto de hora, se digna a salir el sujeto, ataviado como correspondía al coche mal aparcado (chumbeta, mal tuneado y me atrevo a decir que porrero). Eso sí, con calma y sin inmutarse.
Cuando se montó en su carro vino un señor (uno de los pocos ciudadanos que quedarán seguramente hoy por estos lares), y le reprendió su lamentable civismo. No vi desde mi posición al interfecto, aunque supongo que la reprimendo se la trajo al pairo. Lo que fue lamentable, fue que salió otra mala bestia del bar donde estaba el conductor, a increpar al ciudadano, con la típica y exquisita educación de estos bárbaros de los pantalones caídos (repito la descripción: chumbeta, hortera y porrero, eso como poco, aunque este parecía ya que llevaba alguna raya de más).
Pues eso, el payaso del coche se largó con viento fresco, y el otro impresentable increpándole al ciudadano que se había atrevido a recriminar su incivica actitud al primero.
Desde aquí mi apoyo al ciudadano, y mi repulsa a esos dos, esperemos que no habituales especimenes de nuestra juventud. Si son habituales, mal futuro nos espera.