Villavicencio de los Caballeros - Valladolid

Erase una vez, hace una semana, un joven de unos treinta y siete años, que conforma la lista de 4.010.700 españoles parados, pero con el agravante de que dentro de esta cifra escalofriante, hay ya más de un millón, cuyo subsidio del paro ha cumplido sus plazos y ya no cobran; entre éstos, se encuentra encuadrado dicho joven del cuento.
Hablando con un buen amigo suyo, le explicó su delicada situación, a lo que el otro joven y amigo que trabaja en el campo, le dio rápida solución ofreciéndole un empleo en la misma finca de explotación agrícola donde él trabaja, y porta muy dignamente su sueldo a casa.
_ Verás buen amigo, no te aflijas, donde yo trabajo lo puedes hacer tú. En nómina con contrato indefinido y, esto sí, con un sueldo de poco más de los mil euros mensuales, por catorce.
_ ¿Pero qué me dices? Yo, un oficial administrativo, ¡Acaso crees qué puedo caer tan bajo!, vamos hombre, por Dios.
_ Éste buen amigo y samaritano, quedó anonadado ante semejante respuesta, y le siguió insistiendo. Tú eres un año más joven que yo, eres fuerte, no posees dolencias y en una semana estará tu cuerpo habituado, y notarás lo hermoso que resulta trabajar al aire libre. Entretanto vas buscando otras cosas pero, sin el apremio agobiante de hoy, y al menos le das de comer a tu niño.
_ Creo que no lo entiendes, yo no puedo rebajarme, y convertirme en un jornalero del campo. Un hombre debe de mantener su dignidad.
_ Te he escuchado y, comprendo dónde posees tu vergüenza. Lo pusilánime es que un hombre casado no lleve un salario semanal o mensual a su casa. A mí, me gustaría ser director general del Banco de España, pero ni estoy preparado para ello, al igual que tú, y el trabajo me honra, sea éste, o el que fuere.
_ Pues yo no pienso como tú, guárdate el ofrecimiento. Nos vemos…
Desgraciadamente no es un cuento, es una cruda realidad, un servidor que vivió la década de los 40, y que comenzó a realizar jornales en la tierra a los seis años, sí, a los seis años, y que conoció la máxima pobreza no entiende estas cosas.
El hombre sin capacidad de trabajo, en la faena que sea cuando no posea otro, está capado, y sus limitaciones son demasiadas para definirse como “un hombre”. Todos los trabajos remunerados nos dignifican. Más tarde, nuestras capacidades y las circunstancias, nos harán poder elegir, o quizás no.
El problema radica en que los políticos, ésos que tan bien viven, y a los que, la depresión económica no les afecta, no salen a la palestra y vocean a los cuatro vientos lo qué nos espera, y durante cuánto tiempo.

Pues yo si estoy capacitado para ese trabajo y no me importaria regresar al pueblo asi que dime con quien hay que hablar y me teneis en Villavicencio mañana mismo.
Pista: Tengo casa y todo.

Si señor un cuento real,te felicito,esa es la diferencia de quien quiere y no quiere trabajar y hoy tal y como están las cosas no podemos elegir ni alardear de nuestra formación.

Saludos