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Nueva Villa de las Torres - Valladolid

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España > Valladolid > Nueva Villa de las Torres
26-08-11 18:26 #8618804
Por:Porrilla

Los Nadie
Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados, muriendo la vida, jodidos,
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata

Eduardo Galeano
Puntos:
01-09-11 20:09 #8656618 -> 8618804
Por:nexus 6

RE: Los Nadie
Demoledor, pocos pueden, y muchos menos con esa sensibilidad, dar voz a los olvidados del "progreso", en su sentido occidental, a los adoradores del cuanto más mejor.

"Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número."

Pues amigos, eso está llegando aquí. Veamos un ejemplo de contratación laboral españó:

Puntos:
01-09-11 20:13 #8656649 -> 8656618
Por:nexus 6

RE: Los Nadie
EL TRABAJO HOY DÍA

Lecciones contra los vicios inútiles:

El desempleo multiplica la delincuencia, y los salarios humillantes la estimulan. Nunca tuvo tanta actualidad el viejo proverbio que enseña: "El vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo". En cambio, ya nadie dice, porque nadie lo creería aquello de "trabaja y prosperarás".

El derecho laboral se está reduciendo al derecho de trabajar por lo que quieran pagarte y en las condiciones que quieran imponerte. El trabajo es el vicio más inútil. No hay en el mundo mercancía más barata que la mano de obra. Mientras caen los salarios y aumentan los horarios, el mundo laboral vomita gente. "Tómelo o déjelo, que la cola es larga".



Empleo y desempleo en el tiempo del miedo

La sombra del miedo muerde los talones del mundo, que anda que te anda, a los tumbos, dando sus últimos pasos hacia el fín de siglo. Miedo de perder: perder el trabajo, perder el dinero, perder la comida, perder la casa, perder: no hay exorcismo que pueda proteger a nadie de la súbita maldición de la mala pata. Hasta el más ganador puede, de buenas a primeras, convertirse en perdedor, un fracasado indigno de perdón y compasión.

¿Quién se salva del terror a la desocupación? ¿Quién no teme ser un naufrago de las nuevas tecnologías, o de la globalización, o de cualquier otro de los muchos mares picados del mundo actual? Los oleajes, furiosos, golpean: la ruina o la fuga de las industrias locales, la competencia de la mano de obra más barata de otras latitudes, o el implacable avance de las máquinas, que no exigen salarios, ni vacaciones, ni aguinaldo, ni jubilación, ni indemnización por despido, ni nada más que la electricidad que las alimenta.

El desarrollo de la tecnología no está sirviendo para multiplicar el tiempo del ocio y los espacios de libertad, sino que está multiplicando la desocupación y está sembrando el miedo. Es universal el pánico ante la posibilidad de recibir la carta que "lamenta comunicarle que nos vemos obligados a prescindir de sus servicios en razón de la nueva política de gastos", o "debido a la impostergable reestructuración de la empresa", o porque sí nomás, que ningún eufemismo alivia el fusilamiento. Cualquiera puede caer, en cualquier momento y en cualquier lugar; cualquiera puede convertirse, de un día para el otro, en un viejo de cuarenta años.

En su informe sobre los años '96 y '97, dice la OIT, la Organización Internacional del Trabajo, que "la evolución del empleo en el mundo sigue siendo desalentadora". En los países industrializados, el desempleo sigue estando muy alto y aumentan las desigualdades sociales, y en los llamados países en desarrollo, hay un progreso espectacular del desempleo, una pobreza creciente y un descenso del nivel de vida. "De ahí que cunda el miedo", concluye el informe. Y el miedo cunde: el trabajo o la nada. A la entrada de Auschwitz, el campo nazi de exterminio, un gran cartel decía: "El trabajo os hará libres". Más de medio siglo después, el funcionario o el obrero que tiene trabajo debe agradecer el favor que alguna empresa le hace permitiéndole romperse el alma día tras día, carne rutina, en la oficina o en la fábrica. Encontrar trabajo, o conservarlo, aunque sea sin vacaciones, ni jubilaciones, ni nada, y aunque sea a cambio de un salario de mierda, se celebra como si fuera milagro.

Eduardo Galeano, "Patas arriba"
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