Nueva Villa de las Torres - Valladolid

Compartí albas y ocasos, aprendí el secreto de la vida del humilde: Trabajo y sacrificio, sazonado con alegría y ganas de vivir.
Lo poco que sé, lo aprendí de él, yo observaba cada movimiento y atendía su cátedra con interés. Fue, para mí, lo que no tuve.
Muchas mañanas, sentado en el guardabarros del Barreiros rojo, escuchaba sus pasodobles silbados y las críticas veladas a sus hijos.
Admiraba su mundología, su aplomo y acierto cuando había que tomar decisiones, su saber vivir.
Comprendía sus vicios mundanos y me di cuenta de lo que duele la soledad y la incomprensión.
Yo ayudaba a mantener la hacienda en primera conjugación: Arar, aricar, sembrar, abonar, regar, segar, acarrear, trillar, limpiar y encerrar.
Para ti, hoy y siempre, las espigas ondearán al viento.
Recordaré siempre tu nombre: "Don de Dios", Doroteo.

Doroteo era mi tio y un gran amigo de mi padre; y por esto último, de vez en cuando, hablaba con él. Le recuerdo sosegado, tranquilo y con su pelliza de piel marrón echada sobre los hombros. Efectivamente, era una gran persona.