Muriel - Valladolid

Hoy es nuestro día, el día en que los castellanoleoneses deberíamos sentirnos orgullosos de serlo, de tener una identidad propia y antiquísima. Nuestra historia está llena de luces y sombras, de pocas verdades, muchas medias verdades y horribles mentiras, de hechos notables y otros no tan agradables.

Los errores que cometieron nuestros antepasados no deben servirnos para agachar la cabeza, al contrario, tenemos que sentir lo grande que es Castilla-León, el nexo común que tenemos de un idioma que nos une y que se está expandiendo por el mundo de una manera imparable, a pesar de los obstáculos que algunos cantamañanas le ponen en nuestro país; este idioma que es el que se habla en más países del mundo y que es vehicular para el entendimiento entre más de 500 millones de personas en el planeta.

Esa es nuestra gran riqueza, algo de lo que ya no somos dueños y que se le ha acusado injustamente de arrinconar a otras notables lenguas. Casi nunca los políticos están a la altura de los ciudadanos a los que representan.

Lo que si hecho en falta es una generación política que sea digna de nuestros ciudadanos castellanoleoneses, que no nos dejen en mal lugar cuando hablan de su tierra y que no agachen la cabeza cuando les acusan con argumentos difícilmente defendibles.

También hecho en falta un nacionalismo civilizado, que esté cerca de los ciudadanos y no alejado de ellos. Aquí lo que sobra es ese nacionalismo periférico, alejado del pueblo, que sólo está en la mente de algunos políticos y que no sirve nada más que para poner contra las cuerdas al Gobierno de la Nación, lejos de la representación numérica que le dan las urnas. Ese nacionalismo pedigüeño, cavernícola, ilusorio, se alimenta de las fuentes de la intransigencia y el sin sentido.

Hoy se celebra nuestro día en Villalar, aquel día de 1521 en que fueron derrotados y ajusticiados nuestros queridos Capitanes Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado, el día en que no se acabó una lucha, sino el día en que empezó la gran hazaña de nuestro querido pueblo.

No siempre fue así, ya que como recordaréis muchos, durante algunos años, algún político, Presidente de nuestra Comunidad, nacido en Madrid y que luego llegó a ser Presidente del Gobierno, se cargó esta fiesta popular de Villalar y queriendo rizar el rizo, la trasladó cada año a una provincia distinta. Fracasó en su intento y la fiesta tuvo que volver al lugar del que nunca debió salir, ya se sabe, los pueblos siempre se imponen a las ideas absurdas que no deberían haber surgido nunca. Como anécdota, que yo considero bastante importante, deciros que, difícilmente puede sentir raíces castellanoleonesas alguien que para poder presentarse a las elecciones en nuestra región tuvo que empadronarse en la sede de su partido porque no tenía la residencia en nuestra Comunidad.

Y después vinieron otros y más de los mismo, no hacemos más que quejarnos del centralismo del Gobierno de la Nación y no movemos un dedo para sacar del ostracismo a nuestra querida región. Exportamos políticos, que se hacen ministros o algo más y luego no hacen más que quejarse de lo malos que son los de al lado. Yo les pediría ser algo más originales, seis o siete mil euros al mes deben servir para algo más que para acudir a tertulias de dudoso gusto en algunas televisiones.

Acudir a Villalar o a la gran Villa del Libro de Urueña y si no queréis moveros de vuestra localidad pensar en lo bonito que es sentirse castellanoleonés.

Perdonar por el rollo, pero hoy me ha salido la vena nacionalista.