Castrillo de Duero - Valladolid

Hoy aquí entre vosotros,
en estos campos de Castilla,
con ya casi cincuenta años,
conmemorando batallas
y antiguas y viejas causas,
ni olvidadas, ni perdidas.
Aún recuerdo la tragedia en el Pisuerga,
sobre el puente, en Cabezón.
Y tras los montes de enfrente,
al calor del mes de Julio,
la derrota en el Moclín
junto a Blake y junto a Cuesta.
Y al ufano Bessières paseando entre la tropa.
Y comprender, que a campo abierto,
no podíamos atacar.
Escapamos por Serosas a los montes;
“bacalada” de Torozos,
de churras y de merinas,
de alcores hacia la cola…
Valoria, Villalba, Santa Cecilia.
Cobijaron nuestra gente,
restablecimos heridas.
¡Caseríos de los páramos!
Prebendas de colegiatas.
Que los hombres que allí viven y trabajan,
de la tierra la dureza aprovecharon,
y los rasgos que esculpieron con los años,
guardan hambres, guardan fríos,
guardan sueños incumplidos;
pero albergan la franqueza que da el campo.
Y en el alma aún conservan encendida,
esa llama que mantiene la esperanza
de la causa comunera, de Castilla.
Pueblos de Tierra de Campos,
que aún guardáis en las entrañas
restos de mil batallas,
cargas de caballería,
refriegas de alabarderos
y quebrantos de humildes labriegos
que tuvieron la osadía
de sentirse comuneros.
¡Comuneros de Castilla!
Que buscasteis en Torozos plaza fuerte
y escogisteis en abril hacia poniente
recorrer el cenagal del campo a Toro.
La caliza que en los tesos te sujeta,
en la vega, con el agua, te atenaza,
el cobijo de robledos y quejigos,
el abrigo de Torozos ya perdido,
y a esperar en Villalar la arremetida.
La batalla, no querida, fue un paseo
que las tropas imperiales remataron,
el Fadríque y el Fernández Condestable
no quisieron exponer sus privilegios.
Y enfangados por el barro hasta los huesos,
con la lluvia y sin cebar las cazoletas,
con las picas apoyadas en las cepas,
esperaron en el campo del Hornija,
la brutal acometida del caballo.
Y tiñendo con su sangre los viñedos
defendieron el orgullo castellano.
“Que morir con dignidad en Villalar,
fue el gran precio de sentirse comunero”
Hoy aquí en Villalar después
de trescientos años
de la revolución comunera,
seguimos clamando al cielo,
seguimos esperando el cambio,
en esta Castilla tan nuestra.
Y no he de rendirme nunca,
que juré constitución
y rechacé la traición que propuso el soberano.
Que me he criado en la tierra y me llaman:

“EL EMPECINADO"

Durante el trienio liberal, tras el pronunciamiento militar de Rafael de Riego, Juan Martín Díez es nombrado gobernador militar de Zamora.
El guerrillero castellano, Juan Martín Díez “EL EMPECINADO”, y sus compañeros de la sociedad “Los Comuneros” celebran un acto de homenaje a los Comuneros en la plaza de Villalar el 23 de abril de 1821, conmemorando el trescientos aniversario de la batalla.

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