Canillas de Esgueva - Valladolid

Tarde de otoño cuándo llegan los primeros fríos de verdad, cuándo ya se fué el bullicio veraniego y se siente el frio en los huesos.
Casi todos jubilados, que dicen y hacen cosas de mayores y pasean en busca de conversación y con quien pasar un rato de charla o esquiban a alguno con el que no quieren hablar. Después de comer algunos van a tomar el café en el sencillo bar y otros aprovechan los últimos rayos de sol de la tarde que ahora oscurece temprano.
La calle vacía sólo se escucha el ruido del viento que hoy sopla fuerte y del norte, arrastrados por èl vienen algunos vasos y latas de bebida, restos de la fiesta de agosto que nadie recoje. A lo lejos las nubes rojizas del crepísculo allá hacia el oeste y una ligera neblina que huele a leña quemada en la gloria de algún vecino. Se escucha ladrar a un perro lastimero en la distancia y dan las 7 en el reloj de Encinas.
En tardes cómo ésta tras los cristales y protegido del frio a la luz del fuego uno se da cuenta del valor que tienen las cosas sencillas y de la inmensa suerte de haber encontrado un lugar donde disfrutar de la calma, la soledad buscada, el discreto retiro del mundanal ruído, la placidez del silencio.
En Canillas donde casi todos se han marchado en busca de oportunidades nuevas y otros desean hacerlo deslumbrados por la luz de la ciudad unos pocos encontramos cálido refugio y sosiego de espíritu y nos sentimos felices al sabernos en nuestro hogar.
La luz de las llamas y ésta pantalla que se convierte en ventana al mundo exterior son las únicas luces de color alegre que se ven ésta tarde. Fuera ya anochecio, el viento mueve las ramas, el cielo estrellado preludia una helada, aticemos la estufa esta noche hara frio.

Que bonito, me encantaria poder sentarme junto a la estufa. Como hecho de menos el pueblo.
Un beso para todos

Y unas sopas de ajo.