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Domingo, 10 de mayo del 2015 E.M. (Premià de Mar)

Indignado es poco para describir cómo me siento.

Escribo esta carta para denunciar uno de los motivos que ayudan a que sigan muriendo mujeres en manos de maltratadores. Y escribo en caliente porque lo hago recién llegado de un juicio que se acaba de celebrar en el que hemos pedido una orden de protección para mi madre.


Después de presentar una denuncia ante los Mossos y de que instantes antes del juicio nos cambiaran la abogada, la juez le tomó declaración primero a mi padre, después a mi madre y finalmente a mí, como víctima y testigo de los hechos.


Entre lágrimas, le expliqué a la jueza cómo mi padre nos amenazó con prender fuego al piso con nosotros dentro, y cómo juró matarnos aunque a él le costara la vida. Asimismo testifiqué cómo en no menos de tres ocasiones he visto a mi padre coger a mi madre por el cuello.



A pesar de todo ello, la resolución de la Justicia es que no procede la orden de protección para mi madre porque hay contradicciones entre lo que dice mi padre y lo que dice ella y que, en esta caso, la jueza no le puede dar veracidad a lo que cuenta una sobre lo que dice el otro.



Supongo que ver a un hombre de 48 años al que se le caen las lágrimas mientras dice que está convencido de que su padre es capaz de matar a su madre no sirve para nada a la hora de conceder una orden de protección.


Que me expliquen cómo quieren acabar con la violencia de género.

Siento rabia por la gran ayuda prestada por un juzgado de violencia sobre la mujer a una mujer amenazada por un hombre.

Domingo, 10 de mayo del 2015 Albert Castillo (Barcelona)

Tengo 28 años.

En el 2005 terminé el Bachillerato en Lleida con Matrícula de Honor y con el premio Baldiri Reixac bajo el brazo.

Con la nota de selectividad y la media de Bachillerato pude cursar Comunicación Audiovisual en la UPF (8,34 sobre 10 de nota de corte).

Mis padres me ayudaron a pagar los estudios en Barcelona y además yo trabajaba en verano.

Terminé la carrera mientras trabajaba de becario a media jornada con un notable de media en la licenciatura y un sobresaliente en el trabajo final de carrera.

Una vez licenciado, cursé el máster en creación de videojuegos en el IdEC - UPF y, un año más tarde, mi proyecto de máster ganaba el premio al mejor videojuego universitario Gamelab 2014.

No me gustaría pasar por alto los años estudiando inglés y pasando veranos en Inglaterra y en Irlanda.

Pronto hará dos años que terminé el máster y, después de trabajar de falso autónomo durante nueve meses por 600 euros (jornada completa) y tres meses en prácticas, solo encuentro ofertas de becario (200 euros por 40 horas a la semana).

Repaso mi trayectoria académica y me pregunto de qué ha servido tanto esfuerzo.

Desde hace meses busco trabajo de cualquier cosa y solo me viene a la mente el título del libro de Marta Rojals 'No ens calia estudiar tant'.

Si al final tengo que borrar mi formación en el currículo para aspirar a tener un sueldo con el que pueda pagar el alquiler de mi habitación, la alimentación y los gastos para vivir, tal vez no era necesario estudiar tanto.

Como sociedad deberíamos detenernos y reflexionar sobre esta situación, que es generacional.

Años y dinero (de todos) desperdiciados; exámenes y trabajos en grupo; fines de semana en casa entre apuntes y libros subrayados; tardes en la biblioteca; y la única puerta que se nos abre, la única alternativa que nos ofrece la clase política es la de marchar fuera, emigrar.

Efectivamente, no nos hacía falta estudiar tanto, Marta.

Pues carallo no lo hagas
que es de mala educación
y luego con la caloret
se te abaja la tensión,
así que como sobrecogedor,
deja te lleve la ola
que somos olividadizos
y la culpa es de ZP.

El cártel contra incendios también 'sobornó' a altos cargos con coches


Sólo en el año 2010 Vicente Huerta gastó más de 50.000 euros en regalos para funcionarios. Él era el concesionario oficial de los aviones Airtractor