Marines - Valencia

Estado federal o recentralización

"La opinión pública está madura para una reorganización territorial, porque el estado autonómico ya no es funcional"


La verdad incómoda del 21-N puede ser que las administraciones territoriales que hoy callan y tapan sus vergüenzas admitan estar rozando la bancarrota. Por el lado de allá. Así las cosas, si el PP gana con holgura se va a encontrar con un patrimonio inédito en la democracia española: El poder central y todo el poder territorial con la excepción de País Vasco, Catalunya, y sus marcas blancas en Navarra y Asturias –y sin Andalucía, al menos, hasta las elecciones de marzo–. Una ocasión pintiparada para un partido que ha enviado recurrentes mensajes sobre la necesidad de revisar el modelo territorial. José Juan Toharia no tiene dudas sobre esta ventana de oportunidad: "El ambiente social está maduro para una propuesta de reorganización territorial" porque "la ciudadanía se ha dado cuenta de que el modelo tiene deficiencias graves que se notan cuando las cosas van mal, como las goteras, que no aparecen hasta que llueve". Ahora bien, eso no significa que el Estado de las Autonomías haya caído en desgracia: "El modelo es un éxito y eso la gente lo reconoce. Pero también, que en las circunstancias actuales no es funcional". Y ahí, al gobierno que salga de los comicios del 20-N se le abren dos alternativas: "Bien, caminar hacia un modelo federal, o bien un cierto repliegue que corrija la dispersión de poder. El PP ha dicho poco sobre el asunto, aunque parece que se inclina por recuperar algunas atribuciones para el Gobierno central con el argumento de la igualación. Es cierto que la idea del federalismo tendría más ventajas, porque resolvería el dilema territorial de forma más cómoda para Catalunya y para el País Vasco". Pero Toharia limita la relevancia que las encuestan dan al independentismo catalán: "Apoyar la independencia en una encuesta es gratis, no compromete y sólo es el indicio de un malestar".

El sociólogo madrileño admite que el clima social, dos años después y aún sumidos en lo profundo de la crisis, se ha depauperado: "En el 2009, entre 75% y el 80% de la gente creía que la situación era mala o muy mala, y hoy ese porcentaje es del 93%, una cifra que difícilmente puede crecer". Y lo que es más llamativo, hace dos años la gente era pesimista sobre el país pero optimista, un 80%, sobre su situación y su futuro personales, y ese porcentaje no sólo ha caído, sino que el miedo a perder el empleo a corto plazo se ha disparado entre quienes aún lo tienen, explica el presidente de Metroscopia, empresa que realiza barómetros mensuales del clima social español, entre otros estudios, sobre todo centrados en el mundo de la empresa, la universidad y la justicia.

Para no contribuir al abatimiento, Toharia subraya algunas novedades positivas como el movimiento de los indignados, síntoma de salud democrática, a su entender: "Cuenta con un apoyo genérico muy grande porque dice cosas que la mayor parte de la gente piensa", pero lo que a Toharia le parece más significativo es que "la no-violencia revela que no es un movimiento antipolítico, sino regenerador; a veces un tanto adánico, convencido de que se puede empezar de cero, pero no sólo no está contra la política, sino que exige que ésta se emancipe de la economía", en un fenómeno catalizado por la tecnología: "Hablamos de la generación más preparada y la más frustrada (...) son sabios de Grecia al lado de los del Mayo del 68 francés".

Y hablando de madurez, los acreditados malos modales de la política se han mitigado: "El caso más evidente ha sido el fin de ETA en plena precampaña: hace dos años PP y PSOE iban a cara de perro con este asunto". Se ha impuesto el sentido de Estado, remarca Toharia, siempre fiel a aquel paradójico y veterano titular: "¡Buenas noticias!: las malas noticias no son verdad".