"Escalafón y ringorrango" de Ramón Pí. "La importancia del cargo debería valorarse por la responsabilidad que se encomienda al encargado de realizar la tarea y no por lo que con acierto define nuestro idioma como el ringorrango. Aquí no. Si el carguito no lleva anexo el derecho a paseo en coche oficial, chófer, salida o entrada aeroportuaria por la puerta de autoridades, billete de primera, tarjeta platino, ascensor privilegiado y macrodespacho con vistas a la Cibeles, es que uno es un don nadie. Cuando el felipismo llegó al poder, estaba de moda alabar a Olof Palme,que iba a su oficina en bicicleta, o andando por las calles, mientras el ensalzador de tan sencillas y lógicas maneras de comportamiento se subía al helicóptero o al Mystère para ir a hacer una paella en la isla de Tabarca o a los toros en la Maestranza. Desde la concepción del trabajo político como privilegio y ascenso social, necesitado de signos externos de prepotencia, soberbia y superioridad, es lógico que la sencillez repela. Todos –o casi todos– antes de llegar al poder dicen que hay que rescatar la austeridad, la transparencia, la sencillez y la igualdad ciudadana. Pero mienten. Quieren ser algo porque no son alguien, y aunque se ringorrangoneen son los auténticos don nadie. A la cabeza se suelen subir las estupideces cuando en ella no hay nada, y se suelen coronar para que se repare por los súbditos en que allí hay una cabeza, pues sin la corona y el laurel no se notaría. Importa lo de fuera para ocultar la nada interior. Lo que la naturaleza y el esfuerzo no conceden no lo da ni regala la liturgia ni el protocolo. El día que se repase con atención el historial –colectivo e individual– del mundo de la jerarquía política se verá cómo afloró, con y en la Transición, el mayor número de farsantes, cleptómanos e ineptos que pululaban a la espera de montarse en la carroza." Les suena ¿verdad? |