la Font d'En Carròs - Valencia

Los trajes del juez Garzón
Jesús LOBATO DE BLAS

Bien es sabido, y he escrito al respecto cientos de páginas desde dónde he podido, que la situación de la justicia en España es lastimosa desde hace muchos años, y no sólo por la falta de medios materiales, que también, sino por la calidad de muchos de los jueces que padecemos. Cierto es que existen honrosas excepciones, pero lamentablemente, en el panorama actual, no son más que eso: excepciones.

Últimamente se ha escrito mucho acerca del posible soborno, o lo que sea, que por un par de trajes le ha imputado el juez Garzón al presidente de la Generalidad Valenciana, Francisco Camps. A mi, desde luego, me extraña bastante, aunque como tantos otros, que no menciono, no estoy dispuesto a poner la mano en el fuego por nadie. Pero lo que me llama la atención es que el juez Garzón, nuestro inefable juez estrella, se atreva a mencionar la soga en casa del ahorcado, precisamente su propia casa. Y me explico.

En el año 2007, y en la editorial La Esfera de los Libros S.L., José Díaz Herrera, publicó un libro, de apasionante y obligada lectura, sobre la vida del juez Garzón, que a mi, y vaya usted a saber porqué, me recuerdó “La vida del Buscón llamado don Pablos”, que publicó Quevedo en 1604, y, en general, a toda la novela picaresca española, cuyo protagonista, siempre un pícaro, fue el contrapunto y antítesis del ideal caballeresco, siendo su fundamental aspiración mejorar de condición social, recurriendo para ello a la astucia y a procedimientos muy poco claros.

Lo que el autor narra en las más de 800 páginas es sobrecogedor, y nadie se explica, salvo que todo lo escrito sea absolutamente cierto, cómo el juez Garzón, nuestro inefable juez estrella, no le ha interpuesto querellas como para parar un tren, pero nada. Hace dos años que el libro está en la calle, con gran éxito editorial, y el silencio del juez, el juez por antonomasia, es absoluto. Pues bien, en la página 28 de la primera edición, se describe literalmente la siguiente situación:

“J.P. jefe de seguridad de Cajasur y consejero delegado del diario Córdoba solía acompañarle –al juez Garzón– a un centro comercial de la Puerta del Sol para comprarse la ropa a comienzo de temporada.
–Yo no sabía dónde meterme y se me caía la cara de vergüenza –recuerda.
Baltasar Garzón se movía como pez en el agua entre los distintos estantes donde estaban colgados los trajes de caballero de la temporada otoño-invierno. Seleccionaba algunos conjuntos de chaqueta y pantalón y cuando el dependiente le decía el precio se echaba las manos a la cabeza.
–¡Que soy el juez Garzón! Que no tengo dinero para pagar esto, porque vivo de un simple sueldo de funcionario.
Inmediatamente solía presentarse el jefe del establecimiento, le saludaba sonriente, le daba las gracias por tenerle entre sus clientes y le hacía un sustancioso descuento”.

Saque cada cual sus conclusiones, pero con lo que está cayendo no me parece a mí que sea el juez Garzón el más indicado para hablar de trajes. Naturalmente el Consejo General del Poder Judicial sigue “de merienda” y ni se entera ni quiere entrarse.

En otros tiempos, y por mucho menos, más de uno se hubiese echado al monte con zahones, trabuco y faca. ¡Que tiempos!

OTRO REVES PARA EL PSOE

i com sempre els del PSOE callen com a pu...t.e.s

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