Fortaleny - Valencia

LEVANTE 4-06-05

Pato con cabeza - EMILI PIERA

Un dia del siglo pasado, en nuestra casa del Perelló, mi madre tomó un pato vivo, le sujetó las alas y las patas usando los pies como una doble tenaza y con un cuchillo carnívoro le cortó el pescuezo. Una imprecisión en esta maniobra de samurái hizo que el pato acéfalo se liberara de su prisión y saliera corriendo hacia ninguna parte salpicando de sangre su carrera ciega. Nunca he olvidado aquella escena porque la metáfora hay que trabajársela a primera sangre. Durante más de un decenio, La Ribera ha sido un pato sin cabeza; la encontró en la manifestación por el Xúquer, y ahora la lleva bajo el brazo, y la lleva Sueca, como ese santo maño que cantaba Labordeta y que no pudo decidir sobre la vida que le arrebataron los romanos, pero sí sobre el lugar en el que quería ser enterrado.

La Ribera tuvo en los ochenta, dulces y mentirosos, su sistema de poder propio radicado en Alzira. Se llamaba blasquismo y mantenía una red de irrigación de intereses y reparto de hectáreas de influencias. Aunque la red me sondeó, no entré en ella: creo que me seguía gustando más escribir, aparte el sexo, las drogas y el rock. Y me esfuerzo en seguir creyéndolo. La red entró en barrena con la caída de Rafael Blasco. Si el perspicaz profesor Josep Sorribes estuvo en la manifestación del otro día, quizás piense que el lugar ha logrado sacudirse la soneguera, que un día vio flotar en el aire denso y aguado de Sueca.

Pueblos como Riola, Fortaleny, Antella y muchos otros han saltado desde su rincón mínimo al vuelo de vela de la pancarta mientras la Alzira oficial no se come una rosca en todo este proceso que hace converger -y por algo será el milagro- ecologistas y regantes, izquierda, derecha y centro. Pepe Fortea, por los regantes, no quiere pasar a los papeles de la memoria como el hombre que apuntilló el río, no en su nombre. Ni en el mío: aunque la alcaldesa de Alzira, Elena Bastida, prohíba pegar carteles de Xúquer Viu en el municipio que cree suyo.