27-04-08 18:04 | #838455 |
Por:No Registrado | |
Aquellas comuniones de antaño Aquellas comuniones de antaño Refrescos, papas y olivas componían el «menú de lujo» de las comuniones de los años sesenta, que solían celebrarse en locales de algunos amigos o alquilados a ese efecto. Las organizaciones de consumidores calculan que miles de familias desembolsarán una media de unos 3.500 euros en la comunión de sus hijos e hijas. Lejos de los grandes salones de banquetes y las comidas pantagruélicas, en una planta baja de Alboraia donde se almacenaban sacos de chufa, Vicen celebró el día de su primera comunión rodeada de sus más allegados hace 36 años. No hubo lista de regalos en ningunos grandes almacenes, "no sabíamos ni lo que era eso", admite, ni por supuesto crédito para sufragar los gastos, "cada uno aportó lo que pudo" en una celebración en la que, sin embargo, no faltó de nada. En aquel almacén, perteneciente a los propietarios de los Fartons Polo, con quien les unía una gran amistad, una improvisada mesa montada con ayuda de los invitados, unos bocadillos de fiambre preparados en casa, una enorme tarta y un puñado de amigos y familiares fueron suficientes para festejar el día del que Vicen guarda uno de sus recuerdos de infancia más felices. No puede precisar cuánto pudieron gastar sus padres, unos trabajadores de una fábrica y de la huerta, "pero no costó un gran esfuerzo", relata Vicen, "quizá porque mi madre era muy previsora y dos años antes ya empezó a guardar y a prepararlo todo, sobre todo la tela del vestido, que debió ser lo más caro". Durante esta primavera, las organizaciones de consumidores calculan que miles de familias españolas desembolsarán una media de unos 3.500 euros en la comunión de sus hijos, y muchas de ellas se endeudarán para poder sufragarla, ajenas al momento de incertidumbre económica, y en ocasiones al sentido último de la ceremonia. Desde el traje hasta el reportaje fotográfico, pasando por el banquete o la peluquería, la celebración se convertirá en ocasiones en un evento social más que religioso, en algo más parecido a una boda que a una festividad infantil. No faltará la ya imprescindible lista de comunión para "orientar" a los invitados, ni las decenas de obsequios con los que agasajarán a los niños. "Entonces sabías que habría regalos, pero no tomabas la comunión pensando en eso, lo hacías porque era un acontecimiento para el que te preparaban desde muy pequeño, y que te ilusionaba, y además porque entonces tampoco se planteaba la posibilidad de no comulgar", comenta Vicen, quien días antes de su comunión expuso sobre la cama los suyos, encima de una colcha que su madre había confeccionado para esa ocasión. Una Biblia, un misal, el rosario, los zapatos de comunión, una figura del Niño Jesús, y un camisón. Todo lo necesario para la ceremonia, y prácticamente nada ajeno a ésta. Por las mismas fechas, en la habitación de María Dolores se repetían casi idénticos obsequios, entre los que no faltaban los aderezos, la medalla y la pulsera, el libro recordatorio, o una colección de cuentos. Con un traje heredado de su hermana mayor, y que antes la abuela de ambas había diseñado y tejido, María Dolores celebró el día de su primera eucaristía, rodeada de la familia y los amigos más cercanos, en el bar cooperativa "La Colmena" de la Finca Roja, donde aún reside. Tras tomar su primera comunión, José y Vicente, dos gemelos de una familia de nueve hermanos, pudieron compartir un helado con sus más allegados al término de una misa que acaparó el protagonismo del día. Pero no hace tanto que las comuniones eran sobre todo un evento religioso y familiar. Hace sólo unos veinte años los padres de Héctor eligieron su pueblo, Eslida, para que disfrutara de una celebración tradicional, con procesión a la ermita incluida, y comida en familia. Por aquel entonces, Ignacio Sorribes festejaba ese día en casa con un ágape, "preparado por mi madre", recuerda, "y rodeado de unas veinte personas, sólo los más allegados", en una fiesta que "no debió costar más de 30.000 pesetas". Tres años después su hermano Jorge celebró ese día en la Sagrada Familia Torrent, y fue allí mismo, en una de las salas adyacentes a la capilla, donde se sirvió a los invitados un tentempié. "El momento económico era difícil, reservar un salón para un banquete era impensable y por su supuesto ni se planteó la posibilidad de pedir un crédito personal para eso", relata Ignacio, quien censura que la gente se endeude para estos fastos porque "quiera vivir por encima de sus posibilidades". "El mal gusto se ha impuesto", explica Ana López, quien recuerda su comunión en 1987 como una fiesta familiar con unos regalos muy modestos, y un vestido que le prestó y arregló su vecina, y que reprodujo sobre una muñeca. "Antes venía una familia entera con un pequeño regalo, ahora hemos pasado de la lista de comunión, al tarjetón con número de cuenta, y si entonces era una alegría que te invitaran a una de estas celebraciones, ahora haces cálculos para ver cuántos sois en la familia". Apenas dos décadas más tarde, en las listas de comunión de Iván, Paola o Elizabeth el regalo estrella será la videoconsola de moda, el MP3, el teléfono móvil de última generación, o un ordenador "por partes", con que les obsequiarán los más de sesenta invitados de media que acudirán a un banquete en unos grandes salones, en los que sus padres invertirán en muchos casos lo equivalente a dos sueldos. Habrá vestidos de princesa y almirante, reportaje fotográfico y de vídeo, animación infantil y obsequios para los asistentes en una celebración convertida en acto social en el que el protagonista, eso sí, seguirá siendo un niño. https://ww.levante-emv.com:80/secciones/noticia.jsp?pRef=2008042700_1_438517__Portada-de-Valencia-Aquellas-comuniones | |
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