Carta a un cartero imaginario en un pueblo irreal Hace unos días, hablando con un amigo, me enteré que los carteros de este pueblo han mandado una circular en la que se indica que no se va a entregar el correo a nadie que no tenga un buzón puesto en la vía pública. Mirado así, todo parece normal, es lógico que tengamos un buzón donde echar las cartas, pero si nos fijamos bien, casi nadie tiene el buzón en la vía pública. Por ejemplo, los pisos del parque, los de la ermita de Jesús, los del paseo del colector, los chales adosados, etc., no tienen los buzones en la vía pública, están detrás de una puerta. La iglesia, el Ayuntamiento, el Consultorio Medico, los comercios, la farmacia, los bares,ninguno tienen un buzón en la vía pública. Hay que dejar las cartas dentro del establecimiento. Por ese motivo, todas esas personas, llegado el tiempo verán que no se les entregarán las cartas y tendrán que ir a recogerlas a la oficina de correos, si es que las guardan allí, ya que según parece tampoco tienen espacio para guardar allí las cartas. Este amigo mío, hizo las reclamaciones correspondientes y le respondieron que no tenía razón y que tenia que poner el buzón en la vía publica. Como esto me pareció algo absurdo e irreal, decidí escribir una carta a un cartero imaginario en un pueblo tan irreal como es el mío. Carta a un cartero imaginario en un pueblo irreal Estimado Sr. Cartero, le escribo esta carta deseando que se encuentre bien de salud. No es que le deseé ningún mal, pero es que mis recuerdos de usted me vienen de cuando yo tenía 7 años y usted ya me parecía muy mayor. No se ofenda, con 7 años, cualquier persona que pasara de los 20 años me parecía muy mayor. Hoy he recibido una "circular" de correos que me dice que tengo que poner el buzón justo al ras de la calle ya que no cumple con el articulo no se cuantos de no se que ley y me ha dado por recordar cuando mi hermano Paco el "mayor" estaba haciendo la mili en África. Cuando eso pasaba, no teníamos buzón, no teníamos lavadora, y casi, ni casa, ya que esas cosas no existían. Mi madre, como todas las madres de este pueblo, se acercaba a los lavaderos del parque a lavar la ropa de todos nosotros y usted, si no estaba mi madre en casa, en vez de meter la carta debajo de la puerta, se acercaba por los lavaderos a ver si la veía. -María, que tienes una carta del chico desde África. Mi madre presurosa, se secaba las manos en el mandil y las acercaba a las del cartero. Pocas cartas escribió mi hermano desde África, por eso, cada una de ellas, eran tan importantes. Luego, usted después de ver la sonrisa en la boca de mi madre, se despedía silenciosamente y seguía con su morral de cuero al hombro, gritando eso de "el carterooooooo". Recuerdo cuando se acercaba maliciosamente a un corro de mozas del pueblo y decía: Pili, tengo una carta para ti, y, por lo que veo, viene de muy lejos, tanto tanto como de Canarias, ¿a quien conoces allí, tú que no sales del pueblo? Las demás reían con los labios cerrados y Pili se sonrojaba y callaba mientras que le decía, eso es asunto mío, a si que venga déme la carta y no me haga esperar mas. Usted Sr. Cartero sacaba una carta y decía: Espera, no sea que me haya equivocado de Pili, con eso de que hay tantas, uno no sabe ya. A ver, Pili Ca....., que mal escrito está, no se entiende, a ver quien la remite. Pili respondia, deme la carta que es mía. Oye, que soy Funcionario de Correos y mi obligación es entregar las cartas a su destinatario y no a otra persona, a ver, remite Car.... San... desde luego, cada vez se escribe peor, no se si tu eres esa Pilar a la que va destinada, a ver si tu sabes leer quien la remite, las demás chicas reían mientras que Pili se ponía mas roja y con mas ganas de coger la carta. Venga, toma, que se que es tuya. Cuando le escribas, dale recuerdos y dile que todos nos acordamos de el. Así iba usted Sr. Cartero, con su morral a cuestas recorriendo todas las calles del pueblo en invierno y en verano, con lluvia o con sol, y por eso le doy las gracias, por conocernos a todos y hacer felices a tantas personas. Hoy las cosas han cambiado, he leído que Correos como tal entidad, ha desaparecido. Que es una empresa anónima financiada con capital público y que los funcionarios de Correos, son una especie a extinguir. Que el reparto de las cartas ya no lo hacen los funcionarios de correos como usted, sino que se envía a empresas de mensajería privadas para que se realice el reparto, y sus empleados tienen el rimbombante nombre de "encargado del servicio de logística y distribución de paquetes postales". Todo esto debe de ser por eso de la ecología, las nuevas tecnologías o por lo del cambio climático que tanto dicen en la Televisión. ¿Que no me entiende?, si Sr. Cartero, sino se entregan las cartas, al final tampoco escribiremos en papel, ni usaremos lápices o bolígrafos, con lo que no envenenaremos los ríos ni cortaremos los árboles para hacer papel, y como necesitaremos comunicarnos igualmente, usaremos los ordenadores el Internet y el correo electrónico, eso que llaman Imail y que no contamina. No se preocupe Sr. Cartero por su puesto de trabajo, usted seguro que ya está jubilado y cobra su corta pero muy merecida pensión. Habrá otros que cuando dejen recibirse cartas, estarán mas descansados y tendrán mas tiempo para pensar que harán cuando alguien se de cuenta que no hace falta tener abierta una oficina de correos en mi pueblo. Después de todo, para echar tres cartas a la semana, en unos buzones, no hace falta pagar el sueldo a dos o tres personas y pagar el alquiler de una oficina por muy pequeña que sea. Me despido de usted Sr. Cartero, soy Manolito, el hijo de María, y por si no se acuerda de quien soy, le daré una pista. Soy ese niño al que usted le regalo el silbato que pone CORREOS. Era un verano que no salían a pasear por las calles ni las moscas, cuando usted apareció como siempre, con su chaqueta y gorra gris y su morral de cuero marrón al hombro. Llamó a mi casa para ver si le podíamos dar un vaso de agua fresquita y yo le traje un vino de las frascas que tenían mis padres en el pozo del patio. Aún guardo ese silbato en mi casa, como recuerdo de mi infancia. Con ese silbato jugué mucho a ser “EL CARTEROOoooo.” En recuerdo a D. Miguel Delibes, quien supo como nadie, narrar la vida de las personas de los pueblos de Castilla. Piskunov |