Otras medidas son posibles El 'discreto' Holland abre el fuego en las presidenciales francesas y sorprende con propuestas revolucionarias. “Mi adversario real no concurrirá a las elecciones, nunca será elegido y, sin embargo, gobierna: es el mundo de las finanzas”. François Hollande, candidato socialista a la presidencia de la República francesa y hombre ilustrado, ha dicho en su primer gran mitin en París que “el alma de Francia es la igualdad”. Del trío inmarchitable de “libertad, igualdad, fraternidad” que acuñaron para siempre los revolucionarios a finales del XVIII, la clave, la esencia y la novedad fue la igualdad, como descubrió nada menos que Chateaubriand, un conservador monárquico perspicaz. Y así lo recordaba hace pocos años otro francés de primera, Dominique de Villepin en su inolvidable libro sobre los “cien días” de Napoleón. Hollande, pues, ha retomado una tradición que para la derecha es pura retórica y ha agitado el escenario político francés. Un mensaje inesperado. Tenido por un socialista tradicional, de la escuela mitterrandiana y atento a evitar la demagogia, Hollande sorprendió a sus adversarios y también a muchos de sus amigos con un discurso de apertura oficiosa de la campaña presidencial que duró una hora y veinte minutos y ofreció doctrina y programa. Abrió fuego con estas palabras que hoy resuenan en varios países de Europa: “Mi adversario real no tiene nombre ni rostro, no tiene partido, no concurrirá nunca a las elecciones, nunca será elegido y, sin embargo, gobierna: es el mundo de la finanza que en veinte años ha tomado el control de la economía, de la sociedad e incluso de nuestras vidas”. ¿Mucho decir? Más bien la constatación de una realidad inherente a todas las democracias liberales: nunca hubo más libertad ni más parlamentos elegidos ni más periódicos ni más viajes ni más permisividad. Pero tampoco hubo nunca más control ilegítimo de la acción de los gobiernos que hoy. Filosofía y programa. Lo que siguió, después de la sorpresa y la ovación atronadora tras oir al discreto Hollande hablar en tales términos, fue un ensayo programático por sus proposiciones. No es el programa oficial del PS, largo, minucioso, concreto y disponible, pero sí medidas hacederas que suenan a social-democracia posible, porque Hollande tiene los pies en el suelo. Propuestas revolucionarias. Un resumen rápido da estas propuestas: reducción en un 30 por ciento de los salarios de presidente y ministros; impuesto suplementario para los salarios superiores a 150.000 euros anuales; restablecimiento del impuesto sobre las grandes fortunas; separación en la banca de las actividades de depósito y las especulativas; tasa a las transferencias financieras internacionales, solos o con los europeos que quieran acompañarnos; prohibición a la banca francesa de operar en paraísos fiscales; nuevo banco público para la reindustrialización de Francia (…). Además, dos sorpresas más: nuevo Tratado franco-alemán (con fecha: enero de 2013) e inserción de la laicidad en la Constitución, un asunto de gran repercusión histórica y social en el país de la laicidad estricta en la escuela y el espacio público desde hace más de un siglo. Se prevén problemas con la Iglesia porque, de inmediato, algunos medios poco favorables creen que habrá que revisar el Concordato… Comienza la batalla. Bien situado en los sondeos, siempre holgadamente delante de Sarkozy y estimulado por sucesivos éxitos socialistas en las elecciones locales, regionales y senatoriales, Hollande se ha anotado ya el gran triunfo de ganar las inéditas y estupendas elecciones primarias entre las gentes de izquierda, no solo socialistas, que en octubre le eligieron como candidato a la presidencia. Aunque visto por algunos como un mero “mitterrandista”, un socialista “a la francesa”, clásico, Hollande es también hombre de carácter y, visto lo visto, se advierte que se ha percatado de la mudanza del tiempo y la ansiedad de los franceses. La batalla electoral apenas empieza y se puede dar por seguro que será ardua. Las descalificaciones desde el poder han llegado de inmediato y todas respiran el tono condescendiente de los contables que dan las propuestas por irrealizables. No es tan seguro que lo sean y resulta incluso probable que todo lo relativo a la “finanza”, sin rostro y controladora haya calado, y mucho, en sensibilidades no socialistas. El mensaje de Hollande tiene muchas orejas atentas y no solo en Francia. |