Villamiel de Toledo - Toledo

Lo que nos faltaba a los españoles en plena crisis económica, al borde del caos político, era una guerra.
Hay guerras de todas las divisiones; poco importan de qué color y compasión sea el dolor que producen; guerras justas e injustas; guerras económicas con petróleo y guerras insípidas que las ordena la divinidad.
Estos misiles de hoy van bendecidos por la ONU y eso adorna el florero junto a la muerte, la corona de espinas del entierro colectivo. Los gobernantes del mundo nos meten y nos sacan de sus guerras, como nos quitan y nos ponen una caja de ahorros. Me pregunto quiénes son los bárbaros. Todos visten la máscara hipócrita del hombre enfermo terminal, atacado por la violencia, la ambición y la locura.
A Gadafi le vendimos las armas en occidente con garantía sellada post-venta; España cambió municiones por petróleo en Libia. Y ahora se las destruimos para que cuando se recupere de esta tenga necesidad de comprarnos más material bélico. El terrorista Gadafi fue recibido por
nuestro rey en su palacio con honores de Jefe de Estado cuando el currículum del coronel ya estaba en los anales de la historia criminal
Se podría haber conformado con prestar las bases españolas, que no es poco, como ha hecho Berlusconi con las bases italianas. Se podía haber conformado con apoyar de palabra, como ha hecho la señora Merkel. Pero, no señor. ZP quiere salir en la foto a toda costa.
No es una guerra que cuente con el apoyo y el beneplácito de todos. La Liga Árabe se ha desmarcado. Como se han desmarcado países como Alemania, Brasil, Rusia, India, China y Turquía. Está bien que no se quiera que Gadafi masacre a la población libia, pero, por qué se permitió que Sadam masacrase a la población kurda. Por qué se permite que esté ocurriendo lo mismo en otros países y no se hace nada. La hipocresía política sigue en aumento. Al final, todos buscan lo mismo, una gloria efímera que no merece la pena.
Por qué si Gadafi es un malo malísimo, le hemos dejado que plantara su jaima en todas y cada una de las capitales europeas, incluida Madrid, y le hemos recibido con todos los honores, además de venderle las armas con las que supuestamente ahora martiriza a los libios. Al menos, nuestros líderes podían esgrimir un poco de contrición, algo así como “lo sentimos, nos equivocamos y ahora vamos a intentar enmendar el error”. Un error que, además, se repite demasiadas veces.
José Luis Rodríguez Zapatero se ha convertido en el presidente más intervencionista de la democracia. Desde que en 2004 llegara al poder y ordenara la retirada de las tropas de Irak, el Gobierno ha gastado más de 4.200 millones en misiones militares en el exterior, y en la actualidad mantiene a más de 3.000 efectivos desplegados en las operaciones de Afganistán, Líbano, Somalia y Libia. Así, el líder socialista que supo hacer bandera del discurso pacifista ha terminado por aplicar la política militar más activa en el exterior de cuantos presidentes han pasado por Moncloa.
Quién se lo hubiera dicho a Zapatero hace siete años.
Hay que garantizar la protección de la población civil y crear las condiciones para que se resuelva la crisis a través del diálogo.