Valmojado - Toledo

Las fiestas..., las fiestas de nuestro Santo Patrón Santo Domingo de Guzmán.
Al llegar estas fechas, mi corazón se inunda de viril nostalgia y de añoranza por épocas pasadas que no sé si algún día, eso ansío, volverán.

Me estoy refiriendo, como mis múltiples seguidores ya habrán intuido, a esas fastuosas celebraciones regidas, cómo no, tanto por Emiliano I como por su muy digno sucesor Emiliano II.

¡Qué tiempos aquellos!

No penséis, ni tan siquiera por un fugaz instante, que me propongo hacer una
pormenorizada y tediosa descripción de tantas y tantas de aquellas memorables celebraciones. ¡No, por Dios! Aún no soy tan aburrido.

Lo que me deseo es rememorar curiosas y significativos detalles de las mismas.

La diferencia básica entre ambos –permítaseme la licencia- reinados es que las condiciones sociopolíticas eran muy diferentes: Emiliano I con el Generalísimo; Emiliano II con...democracia.

Las fiestas con Emiliano I se caracterizaban, sobre todo, por el hecho de que la entrada a la kermés había que abonarla, vamos que no era gratuita como sucedió, desgraciadamente, más tarde. Y también, como ahora, pagábamos impuestos, pero no nos preocupaba para nada saber, no como en la actualidad, dónde iba a parar nuestro dinero.

Y no eran cantidades asequibles para todos los bolsillos, ( para mí sí, por supuesto, yo nunca he tenido problemas económicos) algunos muchachos no podían costearse la entrada todos los días que duraban las fiestas. Las féminas no tenían ese problema ya que no pagaban, ¡faltaría más!

No obstante la Comisión de Fiestas, obviamente preocupada por los problemas de liquidez de las clases menos favorecidas, paliaba sabiamente el asunto denegando los permiso para la instalación de coches de choque y otras atracciones de alto coste.

¿Qué se conseguía con esta sagaz medida?, pues que nuestros ahorros, nuestras divisas diría yo, no traspasaran los límites de nuestra localidad. ¡Qué astucia!

Con Emiliano II todo cambió, cambió tanto como, por desgracia, cambió España*.

Las fiestas, sin mencionar que nunca hubo conciertos salvo el de la Pantoja (sí la Pantoja) en el que sí hubo que abonar la entrada, no se diferenciaban prácticamente de las actuales (si exceptuamos las actuaciones (¿) en el Valmorock de esos melenudos adictos a cualquier sustancia), pero hay un pequeño detalle que, yo al menos, echo en falta.

No me estoy refiriendo a esas increíbles y magníficas orquestas de las que entonces disfrutábamos porque sería algo evidente y nada original. Me estoy refiriendo a los cargos especiales nombrados para los eventos festivos. Estoy hablando, en resumen, de los repartidores de milhojas; (“¡De una en una!” decía uno de ellos con una gracia inigualable) y de los levantadores de vallas que, gracias a su casi invisible labor, daban salida y entrada a los automóviles de lujo de los múltiples próceres invitados por nuestro augusto, por aquel entonces, Regidor.

Salvando las distancias, era como asistir a una recepción en el Palacio del Pardo.

En fin, me estoy emocionando –de la manera en que nos emocionamos los hombres, por supuesto-.
Termino deseándoos unas fiestas plenas de alegría en las que TODOS aprovechemos al máximo lo que se nos ofrece, porque la vida es demasiado corta para estar siempre enfadados.

¡Arriba España!



* Aún no soy capaz de escribir “país”.

no pensarias que te hechabamos de menos?