Sonseca - Toledo

Muchos recordarán este eslogan y lo identificarán con la época en que Fraga fue ministro de Información y Turismo durante la dictadura franquista. Sin embargo, no era entonces la primera vez que se utilizaba. En plena guerra civil, el semanario satírico catalán “L’Esquella de la Torratxa” publicó una viñeta en la que un grupo de turistas miraba un cartel en el que figuraba: “Visitez l’Espagne. Spain is different”.

El texto iba acompañado de una imagen en la que aparecían un militar, un obispo con cruz gamada en la mitra, un moro, un nazi alemán y un fascista italiano, estos últimos cada uno con su respectivo uniforme. (Cualquier interesado o curioso la puede ver reproducida en el libro de Hilari Raguer, “La pólvora y el incienso. La Iglesia y la Guerra Civil española”). Lo que podríamos denominar “hecho diferencial español” residía en la amalgama representada por un conjunto tan heterogéneo, cuya confluencia no era posible en otras partes de Europa.

Durante los años en que Fraga utilizó ese mensaje para atraer al turismo, también se hacía otro uso del citado eslogan de manera irónica para señalar que, en efecto, España era diferente pero no porque su singularidad debiera ser destacada, sino porque mantenía unas estructuras políticas anacrónicas. Hoy, a pesar del tiempo transcurrido, cabría recurrir de nuevo a esa idea, puesto que parece imposible encontrar analogías entre el comportamiento de la derecha española y la europea. Un caso reciente lo hemos visto hace pocos días cuando el Partido Popular español ha votado contra la Resolución del Parlamento Europeo del 8 de marzo sobre la igualdad entre hombres y mujeres.

Pero sin necesidad de trasladarnos fuera de España encontramos otros ejemplos. Muy significativo fue ver a Francisco Camps firmar a favor de una propuesta de su partido para endurecer las medidas contra la corrupción. O la ausencia de declaraciones de María Dolores de Cospedal ante la sentencia del Tribunal constitucional sobre la reforma electoral de Castilla-La Mancha. Y si abandonamos la derecha política y nos trasladamos a la mediática, baste con analizar las opiniones de determinados columnistas sobre la enfermedad del vicepresidente Rubalcaba.

Quizás uno de los problemas de España resida en que, a diferencia de lo que ocurre en otros países, no sabemos dónde está la ultraderecha. Me refiero a que no podemos identificarla con una determinada formación política al margen de los partidos parlamentarios. Por eso el Partido Popular anda siempre a la búsqueda de un equilibrio que le permita mantener el voto de ese sector y al mismo tiempo que no lo abandone un electorado de centro derecha con el que también cuenta. De ahí su interés en proponer una imagen dual de España, por un lado están los malos, responsables del hundimiento de España, en especial por culpa de Rodríguez Zapatero, y por el otro están quienes no hacen propuestas pero son los buenos, sobre todo porque son capaces de denunciar lo existente y porque afirman que no están dispuestos a consentir un país con estas características.

De ese esquema tan simple deriva una forma de hacer oposición, consistente en no hacer ni participar en nada que pueda significar alguna acusación de colaboración con los malos. En definitiva, es lo que conocemos con el nombre de maniqueísmo. Para superarlo le sugeriría a la derecha española que tuviera en cuenta las palabras de un filósofo español exiliado en México, quien tomando como referencia a san Agustín decía: “Reconocer la verdad que pueda haber en los planteamientos del adversario, no es darle la aprobación a él, sino a la verdad”.

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