Noez - Toledo

LAS ÁNIMAS


Layos, Cobisa y Argés
se quisieron comparar
con la gran ciudad de Noez …

Al bajar la sierra de Pejines, allí al fondo, como una mancha que se extiende en el paraje ocre manchego, aparece Noez.
Ha cambiado, seguro que ha cambiado. Sus casas blancas, enjalbegadas, de poyete a la entrada de la puerta, son hoy chalets de ladrillo toledano. Sus corrales de gallina, mula y cerdo se han convertido en jardines de césped, olivo y piscina. Sus vecinos, en otro tiempo, escasos y consumidos, ahora abundantes y bulliciosos. Pero su espíritu permanece. Permanece en ese olor a bollos recién hechos de anises y azahar de la panadería del tío del Roberto. En esa Semana Santa donde El Judas muere tiroteado por medio pueblo. En esa cruz de mayo florida y hermosa que continua impasible con el paso del tiempo. En sus fiestas en honor del Cristo de la Salud, con sus refrescos de limonada, tostones y almendras garrapiñadas.
Sus tabernas aún son tabernas y en una de ellas, antaño regentada por el que la dio nombre, Marcial, sucedió la historia que quiero contaros.
Era noche de difuntos y ya se sabe que en las noches de difuntos las ánimas vagan por el Campo Santo. Noche de invierno oscura y fría. La luna no había querido salir tal vez aterida de frío y el Tajo cada vez que respiraba poblaba de densa niebla los campos. El viento traía en su sonido los clamores de la tarde. En el recuerdo de todos estaban sus familiares muertos.
En torno a una mesa, charlaban animadamente los Quintos del 94. El ambiente era pesado mezcla del humo del tabaco y el calor que emiten los cuerpos. El aire, denso casi se podía cortar. Ya se veía varias jarras de cerveza vacías. Juan un buen mozo, daba cuenta de las últimas tajadas del conejo al ajillo. El “Moreno”, de aspecto imponente con varios “pircines” colgando de las orejas y su pelo rapado casi al cero comentaba a voz en grito:
¡No digáis tonterías¡ ¡Los muertos bien muertos están¡ ¡Ni sus almas vagan , ni rondan por el Campo Santo, ni na de na…¡
Juan limpiándose las manos con una servilleta de papel y mirándole directamente a los ojos, le decía:
Pues a mi me han dicho que a la Mari, que andaba ya anochecido por el cementerio se le aparecieron unas calaveras.
Serian de una borrica, respondió “el moreno” riéndose.
Al calor de una salamandra la tía Lucia, escuchaba atenta la conversación. Su aspecto tenía una mezcla entre Tétrico y misterioso. Las manos extendidas hacia la chimenea, huesudas y marcadas por las venas. La cara llena de arrugas como correspondía a su edad ya que era una de las más ancianas del pueblo. Toda vestida de negro no sabemos si por ser viuda o por tradición. La garrota estaba apoyada en la pared y le servia de sustento. Andaba arrastrando los pies cargados por los años, como una sombra, toda encorvada. Alzando la voz para que la pudieran oír, les espetó: No juguéis con los muertos y dejarlos que descansen en paz.
El “Moreno” volvió a reír y dirigiéndose a sus amigos en tono fanfarrón, dijo:
Para demostraros que no son más que fantasías ahora mismo me voy al cementerio a pasar la noche.
Pepe el de la “Beni” que era más pragmático le respondió:
No hace falta que pases la noche en el Campo Santo, vasta con que vayas hasta allí y claves un clavo junto a la tumba de la Manuela. Mañana a la mañana vemos si esta y si es así yo pago la cerveza y si no la pagas tú.
El Moreno que ya había bebido bastante le contestó:
¡ Gracias por la invitación¡, ¡ Eso esta hecho¡ ¡Vamos ya mismo a pedir un clavo ¡.
La camarera, una rumana de pelo pajizo y ojos claros, que en ese momento estaba retirando unos platos de la mesa les dijo:
Esperar un momento que ahora mismo lo traigo yo. Al momento volvió de la cocina con un clavo que entrego con cierta sorna al
“Moreno”.
Éste envalentonado, se levanto de golpe, descolgó el abrigo del perchero, se lo puso bruscamente y guardando el clavo en el bolsillo, salio de la taberna.
Al abrir la puerta un golpe de frío le golpeo la cara y pareció reanimarse. La noche se había hecho más oscura aún si cabe. Ni una estrella, ni luna, ni nada… sólo una niebla densa que envolvía todo y que no dejaba ver más allá de un par de metros. La calle estaba vacía y silenciosa, el agua de la fuente de la plaza se había helado.
Comenzó a andar con paso ligero tomando la calle que va al prado. Los haces de luz que salían de las farolas dibujaban extrañas figuras en la niebla. Según iba avanzando las casas del pueblo se iban dispersando.
Los olores del campo se mezclaban con el de la lecha recién quemada, seguro que en más de una casa la lumbre estaba encendida. La calle de asfalto se convirtió en camino. Las casas quedaron atrás y la noche le envolvió. Los cardos que se alzaban a ambos lados de la cuneta se cimbreaban, balanceándose de un lado a otro. Parecían soldados vigilantes que estuvieran esperando que algo sucediera. El viendo le susurraba palabras al oído: “Ya estamos aquí, vamos detrás de ti…” siguió adelante a penas le faltaban unos pocos metros para llegar al cementerio.
Al llegar frente a la puerta, se la encontró entornada, pensó que seguramente se les habría olvidado cerrarla, es costumbre por estas fechas llevar flores a los familiares fallecidos y con toda probabilidad por la mañana habría habido muchos vecinos del pueblo que habrían estado allí. Al empujarla para pasar se escucho un chirrido. Sabía que la tumba que buscaba estaba pegada a la tapia, entre dos grandes cipreses. Ahora echaba de menos una linterna y se reprochaba el haber salido tan precipitadamente de la taberna. Metió la mano en el bolsillo y sintió el frío metal. Bordeando la pared se acercó a la que creía ser la tumba que buscaba. Sacó el clavo, se agacho para coger una piedra del suelo y comenzó a clavarlo. De repente sintió que le tiraban del abrigo. Intento echar a correr pero tiraban más fuerte de él, y cuanto más lo intentaba más fuerte le agarraban. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
Las ramas de los cipreses se convirtieron en brazos que querían cogerle, de las lápidas salían figuras de mil formas, blanquecinas, fantasmagóricas que bailando a su alrededor se le acercaba. El cementerio se lleno de voces que le llamaba “Moreno, Moreno no nos crees…”. Las piernas empezaron a temblarle al mismo tiempo que un sudor frío le recorría todo el cuerpo.
Dio un fuerte tirón y salió corriendo como alma que lleva el diablo.
No sentía los pies, ni oía, ni veía, simplemente volaba camino del pueblo. Sofocado y empapado en terror, entro en la taberna de Marcial. Como un espectro se acercó a la mesa donde aún estaban sus amigos y con un hilo de voz temblorosa dijo: “Las ánimas existen y en la noche de todos los santos vagan por el Campo Santo”
A la mañana siguiente Pepe el de la Beni fue al cementerio a llevar flores a su padre como hacia todos los años. Movido por la curiosidad se acerco a los dos cipreses y allí vio al lado de la tumba acordada un clavo con un jirón de un abrigo clavado. El abrigo del “Moreno”.

muy bueno...pero no me cuadran muchas cosas...

"Pa chasco"

Me ha parecido un relato precioso, fascinante absorbente... Me ha atrapado desde del principio, la forma que tiene usted en describir cada cosa o personaje es cuanto menos sobrecogedora, sobre todo cuando ha descrito a "Luci". Con esa descripción he podido facilmente visualizar a esa persona.

No sé si este relato es verídico o si hay una mezcla de su imaginación. Si asi fuera, felicitarle por su creatividad.

Gracias por esta narración. Ojala siga deleitandonos con alguna más.

Un saludo.

Goldmoon

Os agradezco vuestros comentarios, me animan a escribir alguno más.

Deciros que los personajes son invención mia y que cualquier parecido con la realidad son pura coincidencia,por ejemplo en vez del Rober podría haber hablado de Jesús el panadero directamente pero he creido conveniente poner nombres ficticios para que así en ningun caso nadie se pueda sentir aludido u ofendido.

Me gustaría que vosotros colaboraseís también conmigo, contandome cosas del pueblo, anécdotas, leyendas o hechos que conozcaís para que sirvan de base para otros relatos. No se por ejemplo por que la piedra arrastra culos se llama así, o tal vez por el palacio ande penando algún alma, o Román en su herrería funciera una espada prodigiosa, quién sabe.....