La columna de Almudena Grandes: "Charcos" Es una pescadilla que se muerde la cola. A un paso de las elecciones europeas, lo de menos es la falta de ilusión de la ciudadanía. Después de haber sacado pecho durante dos años para erigirse en portavoces de la calle, clamando contra el gobierno por su indiferencia ante la voluntad popular, tanto en el PSOE como en Izquierda Unida se han impuesto, cómo no, los aparatos. Estrasburgo es un premio para los míos porque a los eurodiputados les queda una pensión estupenda, a los candidatos los pongo yo, y el que se mueva, no sale en la foto. Luego, eso sí, en la campaña volvemos a gritar que la calle somos nosotros, que el gobierno está sordo, y que Europa necesita una renovación profunda, que se escuche a los jóvenes, que la política se abra la participación ciudadana. Chimpún. Así una vez, y otra, y otra más, hasta que la tierra se encharca, y los charcos se agrandan, y por mucho que llueva, el suelo es incapaz de absorber una gota más de humedad. El suelo, naturalmente, somos esos europeos que no pintamos un pimiento, esos jóvenes a los que no escucha nadie, esos activistas que se desloman, trabajando como mulas, a favor de las causas justas que los candidatos se apresurarán a usurpar, incluyéndolos en sus discursos como méritos propios. Luego, todos lamentarán la abstención, se preguntarán qué nos está pasando, y reivindicarán airadamente la utilidad de la política, la dignidad de los valores de la izquierda. La pescadilla, o mejor, la pesadilla volverá a morderse la cola cuando se acerquen las municipales. Y así, hasta que nos ahoguemos en nuestro propio charco. |