pero nos callamos La globalización acompañada de la mano de los políticos neocon ha hecho que cada día seamos menos libres y más esclavos. Miles y miles han sido las personas en el mundo que han dejado sus vidas o parte de ellas para conseguir la dignidad de los trabajadores, para que a cambio de su trabajo recibiesen un salario justo, unas condiciones de seguridad aceptables, días de descanso, una pensión una vez acabada su vida laboral e incluso algunos beneficios sociales. Esto que acabo de resumir en algunas líneas ha costado décadas y muchos sufrimientos. Forma parte de la historia de la humanidad estudiada, analizada, alabada y criticada por miles de historiadores. Pues bien, deslumbrados de unos años hasta nuestros días por la fascinación de la globalización hemos visto como el capital económico se ha apoderado de ésta llevándonos no sólo a los españoles sino a toda la humanidad a perder grandes derechos obtenidos. Las grandes empresas han decidido llevarse la producción allí donde las legislaciones son más débiles y ahora nuestra ropa ya no se cose en Sabadell o Terrasa sino en Bangladesh, India o Camboya. Eso que se ha llamado deslocalización. Igual ocurre con nuestros zapatos, gafas, libros o teléfonos. Los neocon han decidido que la fabricación se realice donde la esclavitud le permite sacar más beneficios y luego sirvan para venderse en el primer mundo que va viendo cómo su tejido industrial se desmorona y los parados aumentan día a día. Lo contradictorio de este tema es que piensan que van a ser los ciudadanos europeos los que al final compren esos productos y yo me pregunto cómo. Por muy baratos que sean, el consumo está de capa caída y más que estará si no entran salarios dignos en las casas. Y así nos encontramos con noticias como esta publicada en el Independent: Moritz Erhardt, un joven de 21 años que trabajaba como becario en la sucursal londinense de Bank of America Merrill Lynch, ha fallecido tras trabajar durante 72 horas seguidas en su puesto de trabajo, según ha informado The Independent. Según señalan los medios ingleses, se encontraba sometido a una gran presión para conseguir los objetivos demandados por sus superiores, lo que le llevaba a pasar muchas noches trabajando hasta altas horas de la madrugada o, en ocasiones, sin dormir. A Erhardt apenas le quedaba una semana para concluir sus prácticas veraniegas en dicho banco de inversión. La experiencia de Moritz ha dado la vuelta al mundo pero podríamos rellenar folios y folios de casos españoles, cercanos a nosotros y tan vergonzantes como la de éste joven de 21 años. Segúnun informe de CCOO, hay más de 2,5 millones de parados de larga duración que no tienen ninguna cobertura frente al desempleo. Siete de cada diez mujeres no cobran prestación. Entre los mayores de 45 años, uno de cada dos parados la percibe, aunque aquí la brecha de género es mayor: el 37,9% de las mujeres tiene protección, frente al 61,3% de los varones. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un 30% de la fuerza de trabajo mundial, 910 millones de personas, entran dentro de la definición de ‘trabajador pobre’ (working poor) de la ONU: aquel individuo que, aun teniendo un empleo, vive con menos de un dólar diario por cada miembro de su familia. O es que no conocen a empresas que contratan a la gente por días, o a trabajadores que dedican el doble de horas de lo convenido, o a empleados que les han bajado su retribución más de un cincuenta por ciento. Todos los conocemos. Tienen nombres y apellidos. Pero faltan movimientos sociales que los defiendan y aglutinen. salgamos todos a la calle |