Es la hora de los valientes, no de los penitentes. Asistimos atónitos a declaraciones de nuestras autoridades políticas y económicas que, o bien son mentiras puras y duras, o el reflejo de una incapacidad manifiesta para gestionar nuestros recursos. La economía y la gestión de los recursos escasos es la piedra angular de cualquier sociedad, en el sentido que trata de cómo, dónde y quién genera riqueza y en que manos queda. Sin una adecuada redistribución de riqueza desde las personas más ricas a las clases menos pudientes, la democracia no existe por mucho que uno vaya a votar en cada plebiscito o elecciones que se le convoque. Vivimos una crisis económica de enormes dimensiones que requiere de sacrificios de todos, no sólo de los contribuyentes de las clases medias, por una parte (aumento del IRPF, que acaban pagando las rentas del trabajo) y de los colectivos empobrecidos (subiendo el IVA). Los verdaderos privilegiados, castas políticas, banqueros y empresarios de grandes multinacionales, apenas han sacrificado algo por el bien común. En un escenario de recorte de nuestros derechos sociales y económicos (en sanidad, en educación, en ayuda a la dependencia, etc) querríamos ver un sacrificio compensado, como mínimo. Lo de recibir cada vez menos servicios del Estado y pagar más por ellos no es precisamente un plato sabroso. Si a esta inversa redistribución de riqueza (los más ricos cada vez tienen más y los demás menos) le añadimos una clase empresarial (me refiero a los grandes y ricos) y política que parece que compite para tomarnos el pelo con sus declaraciones, la indignación (y justa ira) de la población crece día a día. Primero asistimos a un debate entre PP y PSOE en el que no se acaba cumpliendo nada de lo que se dice. Qué si no se abaratará el despido y se abarata de forma alarmante sin que ello vaya a crear empleo en absoluto (eso opino yo y Bruselas por motivos diferentes), que no subirán impuestos y los suben (IVA en breve), que no tocarán los derechos sociales y recortan sin un plan adecuado, sanidad y educación, investigación, etc, etc. Mentir al ciudadano tiene consecuencias en las urnas, o las debería tener en una sociedad moderna. Pero seamos crédulos; el Gobierno no nos miente, es que la herencia heredada es muy mala y la crisis está evolucionando de forma incontrolada. Hay otro pecado que se paga en las urnas: el no saber gestionar un Estado. El PSOE probablemente perdió más votos por su incapacidad de gestionar la crisis que por los recortes aplicados. Los nuevos inquilinos de la Moncloa entraron enarbolando la bandera de que generarían la necesaria confianza para que ciudadanos, empresas y mercados levantaran la economía; curiosa forma de generar confianza. Estamos en un momento crucial para el proyecto Europeo. O Alemania acepta un avance en la integración fiscal europea (y apoyar la recapitalización de la banca española es decisivo si queremos tener tiempo para ello) o el escenario de la desaparición del euro pasará de descartable a probable. El ciudadano percibe la delicada situación, sufre en sus carnes los recortes, el paro y los sueldos bajos. Todo ello sólo es aceptable si siente que los gestores de su mundo económico son justos, decididos y saben lo que se hace. No se le resto de vosotros, pero yo no percibo ninguna de las cualidades de un líder en los que nos comunican la situación. |