Mora - Toledo

Cuando el sol ya no puede estar más bajo en la boveda celeste,
cuando los días son débiles cómo la llama de un candil,
cuando apenas nos queda la esperanza de renacer,
de volver a vivir,
llega el invierno y la luz nos vuelve a invadir,
lenta pero segura vendrá,
y con ella la esperanza de que quizas mañana todo será mejor.
Para todos mucha salud y Feliz Navidad.

Tan cierta como hermosa, tu felicitación.
Deseemos que ese "quizás" sea un anhelo cumplido.

Para tí y todos los foreros mucha salud y Feliz Navidad.

Y UN PELLIZQUITO PARA PASAR LAS FIESTAS MEJOR PERO SOBRE TODO SALUD MUCHA SALUD

ni un reintegro¡¡que fuerte¡¡

Se oyó un golpe fuerte y seco de la puerta del corral que da a la cocina. La gata que ronroneaba a su lado salió corriendo y desapareció.
-¿Federico eres tu? – Preguntó Adela mientras seguía dando cera roja al suelo del comedor. Suelo que la gloria hacía sumamente agradable por el calor.
- ¡Quién voy a ser! ¿Sabes que horas son?
- Llegas antes que ningún otro día… ¿Pasa algo? – Se volvió a oír otro ruido seco, de algo que había caído al suelo en la cocina.
Adela dejó la cera se incorporó del suelo y dio cinco pasos hacia la cocina.
Allí estaba Federico, tiritando de frío, arrimado a la lumbre y la banca en el suelo.

-¡Maldita helada! – Dijo - ¡Nos mata a los animales y nos mata a nosotros! ¡Atiza la lumbre!, mis manos están congeladas de sujetar los arreos y apenas las muevo, ni para coger las tenazas. ¡Atiza la lumbre mujer que estoy helao de frío!

Adela tomó el fuelle lo dirigió a la lumbre y sopló con él. Surgieron las llamas al quemar la paja seca.
Levantó la banca y arrimándola a la lumbre hizo que Federico se sentara.

-Tienes la ropa congelada.
-¡Tengo hasta el alma congelada!¡Maldita sementera! Nunca la hice en condiciones tan raras de tiempo.
- La niebla no ha levantado, y ya es mediodía – dijo Adela.
- Ni ha levantado ni levantará ya. El campo esta helado. Hay que trabajar tres veces más para abrir surco. De los canalones cuelgan carámbanos de a metro. Le tendremos ya para toda la Navidad. ¡Atiza la lumbre mujer! Acércate al pajar y trae una gavilla y échala.
- Sabes que ahora no. Me quemará el cocido y no le falta mucho para estar. Para cuando termine la sopa, traigo la gavilla y una cepa. Ahora reaccionarás.
- ¡Maldita sea mi estampa! No he sido capaz ni de quitar los arreos a las mulas. Están hasta con el collerón. Las metí en la cuadra y cerré la puerta. He de darlas una vuelta.

-Deja ya lo hago yo- Dijo Adela mientras salía por la puerta envuelta en la toquilla negra.

Federico comenzó a reaccionar. Movió sus manos casi metidas en la lumbre.
Se llevó una al bolso del pantalón de pana y sacando el moquero se limpió la boca y la nariz de saliva y moco congelado.
Se quitó el gorro, escarchado por la niebla y el frío y lo sacudió contra sus rodillas antes de volver a ponérsel

Se llevó la mano al bolsillo del chaleco y sacó la petaca. Tomó del librillo un papel de fumar, lo sujeto entre los dedos y sobre la palma de la mano, echó tabaco suficiente, para después de quitarle los “palos”, liarse un cigarrillo.
Fumando le encontró Adela a su vuelta. Se quitó la toquilla de por encima y la colgó en un gancho.

- Ya están aviadas, las dos mulas. Les he quitado los arreos, las eché en el pesebre paja y cebada, y en el suelo una cama nueva de paja, para que maten el frío. También estaban congeladas. ¡¡Por cierto a la que no he visto ha sido a la perra!!

- ¿La perra? Por el pinar de la Antigua la dejé, corriendo un conejo entre los pinos. Si no ha venido, ha cazado y volverá tras el banquete. ¡¡ Llevaba dos días sin comer, más que las sobras que la damos!! ¡¡Pa morir de un atracón!! ¿Sabes algo nuevo de los hijos? –Preguntó como sospechando algo…

- ¡¡Ahí va dios Federico ya se me olvidaba!! Vino esta mañana Carmen, la telefonista, pa decirme que había llamado la Mari y que volvería a llamar al rato. Bajé pa allá. Llamó al poco. Se oía muy mal y sabes que yo soy incapaz de hablar por esos aparatos. Pero cogí el recao: No estaba la señora de la casa y por eso llamaba. Que no vendrán mañana a cenar. Ni ella ni Rafa. No les da tiempo de coger el tren. Que cenarán en casa del tío Ciriaco. Y dijo: Besos. Y calló

La cocina no solo quedó en silencio, sino fría como el corral. El calor que antes había desapareció, helando las almas de los dos.
El silencio que duró un buen rato, solo se rompía por el ruido de Adela al aspirar los mocos que se producen al llorar.

-¡Ese cabr.n, si que vive bien!
- ¿Quién? – preguntó Adela.
- ¡Quién va ser!! Mi hermano Ciriaco. Me vendió su parte y nos reíamos cuando se fue a la ciudad. ¡Y ay le tienes! De portero en un caserón, con traje, sin hincarla. El carbón no le falta pa su cocina, que es de la comunidad. Y ahora en Navidad encima le regalan los vecinos cosas. ¡Fue más listo que yo maldita sea mi estampa!
- ¿Cuando matarás el gallo?
- ¿El gallo, pa ti y pa mi? Ca. Nada de eso. Mañana un día normal. ¡No hay nada que celebrar! No pienso ni ir al bar. Voy a limpiar las cuadras. Todas. La de las mulas, el gallinero y la de los cerdos. Pa cenar haces unas sopas de ajo, de esas que te salen a gloria y sacas lomo del puchero la manteca. Pa ti y pa mi ya hay cena. Luego si quieres salimos a la Misa del Gallo… y después a la cama que mucho frío si que hará. El gallo lo dejamos pa fiestas. ¡A ver si vendrán!.
-¿Y ni siquiera irás al bar después de la Misa del Gallo?
- ¿Pa qué Adela? ¿Hay algo que celebrar?
Siempre te dije Adela que había dos Navidades bien distintas. Una cuando todos están. Otra, cuando comienzan a faltar.
Si nos descuidamos… ¡¡ni la perra vendrá!!.
Pon la sopa ya… ¡Que hay que tirar!

Federico y Adela vivieron en Mora.
Cómo unos vecinos más.
Sus hijos vinieron antes de fiestas y les vinieron a enterrar.
Ambos murieron un martes de carnaval.
Él por la mañana, de los pulmones.
Ella por la tarde, de ver su soledad aumentar.
La casa cerrada estaba hasta que la hicieron solar.

Yo también os quiero desear feliz navidad.

FELIZ NAVIDAD