para oliva que le gusta leer La derivada política del caso Gürtel se transforma en caso Rajoy. El líder del PP practica el tancredismo, según lo llamaba ayer Jesús Cacho. Si te quedas quieto no te pilla el toro. Por los anales sabemos que a veces la inmovilidad de don Tancredo, que era de Valencia, como Paquito el Chocolatero, no le libraba del revolcón. Dentro del propio PP, donde nunca fue abolida del todo la alternativa a la resignación presentada por Esperanza Aguirre, unos temen el revolcón y otros lo desean. Ahí estamos. Ya no son “unos hilillos de plastilina sino una verdadera marea negra de corrupción”, en palabras del ministro José Blanco. Mariano Rajoy es persona decente e incapaz de poner en su sitio a las indecentes. No hay sitio para ellos en un partido político que aspira a gestionar los intereses generales. Por muchas razones. La más importante: su efecto tóxico sobre la organización puede contaminar a sus responsables, por decentes que sean. Salvo que éstos pongan tierra por medio y marquen diferencias. Rajoy (o Cospedal, o Montoro, o Soraya) no es Bárcenas, ni Matas, ni Fabra, ni Massot, ni Panero, ni Martin Vasco, ni Sepúlveda… pero si no se distancia de ellos otorga credibilidad a quienes atribuyen el silencio del líder a que “siempre ha sabido más de las andanzas de los corruptos de lo que ha venido en reconocer, a tenor de sus vacilaciones con el ex tesorero del partido” |