1978. Han tenido que pasar 30 años para que la bandera constitucional española pueda exhibirse como símbolo común e integrador. Y tendremos que estar agradecidos al deporte por haber hecho aflorar ese sentimiento colectivo lastrado por vergüenzas y cegueras. Habrá que recordar también lo que el baloncesto hizo por ello o lo que los Nadal, los Alonso, el balonmano, los ciclistas, los atletas o las motos aportaron con sus triunfos. Es hora, pues, de congratularse y de olvidar desprecios. Caída la venda y exteriorizado el sentimiento no es momento de reproches. Pero por ninguna parte. Y no deja de ser sorprendente que los catecúmenos recién bautizados se comporten como si de “descubridores del Mediterraneo” se tratara. La bandera estaba ahí y si a algunos les daba repelús, sarpullido o hasta sudores fríos era más bien su problema , como ha quedado demostrado. Algunos lo entendimos hace tiempo, cuando votamos aquella Constitución, que costó tanto y a la que generosamente dimos y cedimos tanto. Algunos entendimos y asumimos. En el pasado se está anclado de muchas maneras y por los dos costados. Particularmente nunca he comprendido el porque algunos gurús de la izquierda seguían presos del suyo y las razones para ese sistemático desdén y desprecio a un símbolo común y en teoría por todos aceptado. Como sucede con nuestra historia, con la propia idea de España como Nación. . Se puede ser de España sin ser de derechas, se puede sentirse como tal sin ser facha, se puede ser español sin ser “nacionalista españolista” como ciertas tendencias han deslizado siempre en su discurso. El orgullo por el pueblo español, un hermoso pueblo, libre, democrático, lleno de vitalidad y de valores, que representa son legítimos y al margen de las disputas ideológicas y políticas. Al margen también de confrontaciones territoriales. Ahí está la inmensa mayoría. Sin olvidar que una minoría, los independentistas, el separatismo, está enfrente y enfrentado. Aunque la novedad ahora quizás sea que se les ha percibido en su dimensión más justa y más pequeña. Bien por la bandera. No es pequeña seña de identidad tampoco la de la lengua común. Nada significa su defensa con rechazo a otras lenguas también españolas. Defender el castellano y los derechos ciudadanos a su uso en todo el territorio no suponen ataque alguno al catalán, al vasco o al gallego. Lo que está sucediendo es lo contrario. Que so pretexto de su defensa se discrimina y arremete contra el castellano. Y , encima, se niega la evidencia de la agresión que cada día y a cada momento se perpetra. Como en la bandera, nadie quema ni vitupera banderas catalanas o ikurriñas, nadie ataca a las lenguas también propias de algunos territorios. El respeto y el cariño a lo común no significa el rechazo a lo diverso. Al menos los que no somos nacionalistas así lo hemos entendido desde siempre. Ojala por el camino que transita ahora la bandera es por el que empiece a transitar también España . Lo tenemos dificil por los verdaderos FACHAS : GARRULOS DEL RH,Positivo. |