La Puebla de Montalbán - Toledo

"AL FRESCO PALPITAR DE TU HERMOSURA" (Wilkane)


Al fresco palpitar de tu hermosura
le opongo mis dos manos pertinaces,
sabiendo que en su tacto son capaces
de darle más sabor a tu dulzura.

En la curva mortal de tu cintura
se vuelven mis deseos más voraces,
al tiempo que con besos me complaces
llevando al paroxismo mi locura.

Desnuda, con tu cuerpo te supones
volando hasta una cúspide elevada,
lugar donde se aman los halcones.

Recorro tu silueta bienamada,
y exhausto de caricias y pasiones
me extingo con la luz de tu mirada.


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La pasión del beso enamorado la extiendo por la magia dibujada en la tez de tu rostro.

"SONETO DEL ALMA VOLANDO TRAS LA MUERTE" (El almirante literario)


Caerán mis párpados como telones,
cerrando a la luz su dulce paso,
y volarará mi alma ya sin prisiones
raúda y ligera al cielo raso,

mas no marchará sin los colores
de aquellos recuerdos que fueron dardos;
flotar podrá pura ya sin temores,
dejando en la tierra el mundo vano.

Alma mía alzada, al amor presta,
consumida en llamas, mas florecida,
sagrada libélula de alas tan bellas,

dejará su cuerpo muy convencida,
mirará de lejos sus pobres huellas,
memorias de amor que no se enfrían.
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Ya te amaba antes de nada; te amo ahora después de todo; y del todo te amaré incluso en la Nada.

TE AMARÉ PARA SIEMPRE

Te amaré para siempre -dije un día-,
te amaré porque existo al amarte,
no vivirte sería igual que matarte
o vagar por una tierra que no es mía.

En este amor despliego toda mi porfía,
por esta locura arriaré mi estandarte;
gozaré, sufriré, hasta aprender el arte
de estar entero y ser feliz en la agonía.

Esta sinrazón mía, por la que enhiesto
sobre tu duro vientre naufrago y ardo,
es vértigo voraz en el que presto

me deshago de mí como de un dardo.
En tu cuerpo me hundo con tal exceso,
que no sé, en morir, por qué tanto tardo.


(Edgar Alan García)

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Por ti dejaré cumbres y arboledas; dejaré por ti mis inviernos y veranos; dejaré mi resplandor y dejaré mi sombra; dejaré por ti el sol y las arenas y dejaré el mar y las sirenas: sembraré en ti mis alegrías y no rehusaré cosechar tus penas porque, como tú ya sabes (y lo sospechan los ojos claros de la Luna y el suave aliento de la Aurora), te quiero, compañero del alma.