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España > Toledo > Escalona
11-12-09 22:17 #4142006
Por:mondoylirondo

La falange


José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange: "Si nuestros objetivos han de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque ¿quién ha dicho -al hablar de 'todo menos la violencia'- que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, si, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay mas dialéctica admisible que la dialéctica de los puños cuando se ofende a la justicia o a la Patria

El papel de la Falange en la represión franquista

Frases aparte, conforme voy avanzando en la investigación del aparato represivo franquista, no acierto a penetrar en las profundas motivaciones que llevaron a Falange a asumir el papel más relevante en el programa represivo implantado por el régimen franquista (me refiero a un territorio que se mantuvo leal a la República hasta el final).


Aunque el Requeté cubrió una importantísima cuota de terror en su zona de dominio (la Rioja, Navarra, Álava, etc) parece ser que, acabada la contienda fue relevada en estos menesteres por los "camaradas" de las 'Delegaciones del Servicio de Documentación e Información de FET y de las JONS' (la Gestapo española) en sus cometidos policial-represivos.


No tengo noticia de que, hasta hoy, se haya publicado trabajo alguno dedicado al estudio específico de esa faceta falangista que tanto significó para la implantación de la 'seguridad' en la retaguardia -durante la guerra- y para la implantación del nuevo régimen a partir de 1939 y hasta el final de los años 40.


Al menos en lo que llevo leído sobre actuaciones de milicias falangistas, no aprecio una diferencia significativa en la 'intensidad' represiva de FE en el 'antes' y el 'después' de la ejecución de José Antonio el 20-11-36, ya que la práctica de las ejecuciones irregulares, las sumariales, las torturas y el sotemiento por el terror, fue una actividad característica desde el 18 de Julio de 1936 por parte de los 'camisas azules' y hasta bien adentrada la posguerra..


Cuando uno se desenvuelve en el estudio del ámbito local (pueblo a pueblo) y va poniendo caras, nombres y hechos, de los que se derivan gravísimas consecuencias para los vencidos, por mucho que uno intente 'sumergirse' en los recovecos mentales de estos sicarios del Glorioso Movimiento Nacional, no acierta a hallar la clave de tanta inquina, de tanta rabia persecutoria, de tanta miseria moral en sujetos que, en su mayoría, pertenecían a una 'baja burguesía', educada en las 'buenas formas' y por cuyo 'trabajo' policial, aparte de la posibilidad de lucimiento de uniformes y pistolas, solo les reportaba unos ingresos muy bajos (entre cuatro y siete pesetas diarias, por término medio en 1939-40) con unos horarios desmedidos que implicaban largas caminatas, detenciones, apaleamientos, indagaciones e interrogatorios.


No varía mucho el talante de la Falange de un pueblo a otro. Sorprende encontrar esta 'uniformidad' en las conductas en personas que no habían tenido una 'preparación doctrinal ni funcionarial' en una sociedad con tan amplio catálogo de caracteres, dando la impresión de que mediase un riguroso 'casting' para la selección de individuos con esta carga de patologías sádicas e inquisidoras como condición esencial.

El encarcelamiento y en muchos casos, el asesinato de los líderes falangistas en los primeros momentos de la sublevación, pudieran dar la clave de estas conductas tan agresivas y exaltadas, abonadas con la exaltación del 'martiriologio', pero no parece que el atávico sentido de la venganza propio de las posguerras, justificase tal obcecación de hostilidad contra los vencidos, una vez satisfecha este ansia justiciera al fusilar sumarial o arbitrariamente a los principales responsables del Frente Popular y demás relevantes opositores políticos de izquierdas, comprobando como la masa más importante de sus víctimas la integran modestísimos obreros, jornaleros y personas con escasa significación en el organigrama republicano, acusados de horrendos crímenes o achacándoles los epítetos más degradantes, sin aportar en la mayoría de los casos más el propio testimonio del redactor del documento y de quién se lo dicta.


Siguen pasando ante mi vista informes del SDI de FET y de las JONS fechados en 1943, con calificaciones como "indivíduo muy peligroso para nuestro Movimiento Nacional sin posibilidad de enmienda" lo que, en términos contextuales, invitaba al fiscal a pedir la última pena para los procesados, ya que de todos los certificados que informan los Sumarios, es el de Falange el más significativo para el Fiscal de la Auditoria de Guerra y el que sirve de referencia a los demás órganos informantes; Alcaldía, Policía y Guardia Civil, para redactar los suyos (casi siempre confeccionados al pie de la letra y hasta, en algún caso, repitiendo las faltas ortográficas).


Sería muy interesante penetrar en el 'alma' de este "cuerpo" represivo, retroalimentado por la venganza por la persecución de que 'los suyos' fueron objeto, pero en donde permanecen ocultos muchos otros componentes psicológicos que convendría esclarecer.

Tanta maldad, no solamente me impresiona, si no que me produce un sentimiento de perplejidad e incomprensión.







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Puntos:
11-12-09 22:39 #4142229 -> 4142006
Por:mondoylirondo

RE: La falange



A diferencia de lo sucedido en la zona republicana, la represión formó parte, desde el primer momento, de la estrategia diseñada por los sublevados para alcanzar el poder y se centraría fundamentalmente en cargos políticos republicanos, militares leales a la República, intelectuales, dirigentes políticos, sindicales y líderes obreros y de las casas del pueblo de las localidades que ocupaban o que dominaban desde un primer momento.

En las zonas proclives a la rebelión y rápidamente dominadas por los sublevados, se instauró un régimen de terror indiscriminado para evitar que el enemigo pudiera organizar la resistencia. Buena prueba de ello fue lo sucedido en Navarra, Mallorca, Soria, La Rioja … sólo en esta última se produjeron más de 2000 asesinatos. En estas zonas, la Falange asume, con el beneplácito militar, la responsabilidad de llevar a la práctica las consignas fascistas.

Mientras, Queipo de Llano y Franco organizan la limpieza de la retaguardia según avanzan sus fuerzas. Se producen sacas con el consentimiento del mando militar, y hubo fusilamientos en las cunetas, en las tapias de los cementerios y en el extrarradio de los centros urbanos. Se llegó incluso a la quema de cadáveres para evitar el peligro de epidemias.

Conforme la sublevación derivaba en una guerra y las zonas ocupadas se constituían en un nuevo Estado, la represión fue institucionalizándose. La depuración política y la censura alcanzaron todos los niveles y se extendieron a todas las actividades, tanto públicas como privadas. Se pretendió enmascarar esta situación con la emisión de diversos decretos y disposiciones legales, que culminaron con la publicación el 9 de febrero de 1939 de la ley de “Responsabilidades Políticas”. Ley, que ya en su artículo primero violaba uno de los principio irrenunciables del Derecho al sancionar “retroactivamente”: «Se declara la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde el 1 de octubre de 1934 y antes de julio de 1936 contribuyeron a crear o agravar la subversión …»

Amparados en estas disposiciones, los consejos de guerra dictaron, en ausencia de cualquier garantía procesal, numerosas sentencias de muerte tomando el relevo a los falangistas y los fusilamientos por rebelión militar se sucederían a lo largo de toda la guerra. Esto no impidió que continuaran los paseos hasta mucho después de acabar la guerra, si bien a una escala muchísimo menor que durante los primeros meses del conflicto.

El máximo apogeo se alcanzó con el nombramiento en octubre de 1937 de Severiano Martinez Anido como jefe de Seguridad Interior para la retaguardia. Para completar el cuadro, los sublevados extendieron la represión al frente, principalmente con el bombardeo de la aviación sobre objetivos civiles, como Guernica o Granollers. Una vez finalizada la guerra, el proceso de “normalización” continuó desarrollándose. A partir de las denuncias efectuadas por cualquier vecino o de las pesquisas realizadas por los servicios de investigación de la Falange, la Guardia Civil o la propia Falange procedían a la detención del sospechoso.

El detenido, si sobrevivía al interrogatorio, comenzaba un rosario de instrucciones sumariales para finalizar delante de un consejo de guerra, normalmente masivo, donde el defensor – militar – poco o nada podía hacer salvo pedir clemencia. Si le declaraban culpable y era condenado a muerte, el reo era trasladado a la cárcel donde, de madrugada, se efectuaban las sacas.

Igual suerte corrieron muchos de los que, confiados por la propaganda fascista, volvieron de Francia tras la finalización de la guerra. Militares leales a la República y dirigentes de los partidos políticos y sindicales fueron los principales objetivos durante la posguerra.En definitiva …, la represión se consolida, bajo cobertura legal, como instrumento político para asegurar y defender el nuevo Estado, siendo las propias autoridades las que inician y extienden el terror por toda España como medio para alcanzar sus objetivos políticos.

Puntos:
11-12-09 23:36 #4142709 -> 4142229
Por:mondoylirondo

RE: La falange

Los curiosos apenas encontrarán una losa conmemorativa colocada allí por un par de organizaciones anarquistas. Un testimonio humilde, localizado en un saladar jalonado de cañaverales, en el perímetro aproximado del campo de concentración franquista de Albatera, en Alicante, uno de los centros de represión más sanguinarios de entre los 188 habilitados en toda España tras la Guerra Civil. El campo fue desmantelado en octubre de 1939, hace setenta años. Y sus huellas físicas borradas a conciencia. Pero los testimonios orales lo convirtieron, junto con el célebre campo de Los Almendros, en un referente en tierras alicantinas de la represión franquista. Enrique Gil Hernández (Albacete, 1975), arqueólogo de la Universidad de Alicante especializado en la Guerra Civil, lleva tiempo investigando y reconstruyendo las condiciones del campo de Albatera.

"Hubo fosas comunes derivadas de fusilamientos masivos", cuenta Gil
"Se han hecho muchos estudios sobre el campo a través de los testimonios de los supervivientes. Es un tema recurrente. Pero la novedad es acercarse a través de una fuente hasta ahora ignorada, los restos materiales", explica Gil Hernández, quien espera poder acabar su investigación antes de finales de año. "El problema de este enfoque es que el campo ya no existe. Conocemos una zona, a grandes rasgos, pero no hay nada porque fue debidamente desmantelado y el propio espacio donde estuvo situado fue dividido para crear un nuevo asentamiento humano, San Isidro. Es como si no hubiera existido. Apenas quedó un casucho utilizado como cocina", se lamenta. "Pero tenemos la suerte de que, al menos, existen los planos y podemos inferir su estructura", añade, en referencia a la documentación encontrada en el archivo histórico de Salamanca.

El centro fue construido en 1937 por las autoridades republicanas, como campo de trabajo penitenciario, con una capacidad aproximada para 2.700 penados. Su ubicación, cercana al puerto de Alicante, escenario de los estertores del conflicto y frustrada vía de escape de miles de republicanos, se convirtió al acabar la guerra en un "espacio ideal para la concentración y posterior depuración del nuevo régimen dictatorial". Hablar de cifras es complicado. No existe libro de entradas y salidas y la única referencia no oral es La Hoja Oficial de Alicante, que habla el 28 de abril de 1939 de "seis mil ochocientos rojos". Gil Hernández piensa que la cifra llegaría a duplicarse. "Podemos hablar sin problemas de más de 12.000 personas en el momento álgido", asegura, pero no da validez a las cifras de 15.000 a 20.000 internos manejadas a través de testimonios directos.

Respecto de las características físicas del campo, Gil Hernández define un espacio cercado por una doble alambrada, con edificios modulares de madera, dependencias para los guardas, barracones con literas, cocinas, almacenes, celdas de castigo y un hospital. Las condiciones de habitabilidad, aceptables durante la República, se convierten en un infierno con la autoridad franquista. La sobresaturación, de hecho, lleva a la construcción de un segundo grupo de instalaciones, conocido popularmente como el Campo Chico. Una existencia difícil de concebir. Al hacinamiento inhumano, agravado por el calor propio de la zona, las carestías nutricionales y de higiene, hay que sumar la angustia, el terror, las torturas y vejaciones y lo que Gil Hernández no duda en calificar como "exterminio". "Hubo fosas comunes derivadas de fusilamientos masivos", asegura, y aporta como prueba el descubrimiento en huertos y jardines de la zona de abundantes restos óseos en una zona que no fue habitada hasta 1957. Otros no murieron allí. "La función del campo es controlar y clasificar y los presos van saliendo. Se hacen ruedas de reconocimiento y se producen peregrinaciones de autoridades falangistas desde todos los puntos de España para reconocer gente y llevársela para ajusticiarla en su pueblo de procedencia", explica. También se tiene constancia de que a cada fuga se contestaba con la eliminación del recluso anterior y posterior de la lista. El espanto fue desmantelado. Pero no arrojado al olvido absoluto.
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