El Hambre. Ya son más de 37 los países en los que la inseguridad alimentaria ha provocado protestas. Las primeras tuvieron lugar en México por el au- mento exagerado del precio del maiz. También en Myanmar la insurrección de los monjes, en septiembre de 2007, comenzó por manifestaciones de descontento contra la carestía de los alimentos. Y posteriormente a tu- multos en ciudades de Egipto, Marruecos, Haití, Filipinas, Indonesia, Pakistán, Bangladés, Malasia y sobre todo de Africa Occidental (Senegal, Costa de Marfil, Camerún y Burkina Faso). Son rebeliones de los más pobres y limitadas al ámbito urbano. El cam- pesinado, por el momento, no se ha amotinado, y las clases medias no se han sumado al alboroto. Pero lo harán si los precios de la comida siguen aumentando. Y estos subirán pues lo paradójico de la situación es que nunca la producción agrícola había sido tan abundante. O sea que la ca- restía actual no se debe a la penuria, sino a otros factores. Habrá pues nuevos amotinamientos por hambre y durante un largo período. Que se tra- ducirán por nuevas oleadas de emigración. Pues la comida representa has- ta el 75% de los ingresos de las familias de los países pobres, contra un 15% en los países ricos. Para prevenir las próximas algaradas, algunos gobiernos ya han multipli- cado las medidas: Kazajistán suspendió todas sus exportaciones de trigo en 2008, Indonesia decidió limitar las de arroz, Filipinas declaró la guerra a los especuladores, y Argentina, Vietnam y Rusia restringieron sus ventas de trigo, arroz y soja al extranjero. Pero los precios siguen al alza. Desde marzo de 2007, el valor de los productos lácteos ha subido un 80%, el de la soja un 87%, y el del trigo un 130%. El Banco Mundial, que no está exento de responsabilidad, afirma que estos aumentos han empujado al abismo de la miseria a más de 100 millones de habitantes de los países pobres. Y el Fondo de Desarrollo Agrícola estima que por cada aumento del 1% del coste de los alimentos de base,16 millones de personas se ven sumergidas en la inseguridad alimentaria. Lo cual significa que 1.200 millones de seres humanos po- drían padecer hambre crónica de aquí a 2025. ¿Por qué aumentan los precios de la comida? Esencialmente, por cuatro razones. Primero porque la elevación del nivel de vida de países como China, la India y Brasil ha modificado los hábitos alimentarios. Se con- sume más carne, luego hay que criar más ganado. El cual consume una par- te importante de las cosechas de cereales. Las nuevas clases medias co- men más veces a la semana carne de pollo y de cerdo, y estos anima- les se nutren a base de soja y de maíz. Como la población mundial va a seguir creciendo y el poder adquisitivo de muchas personas va a con- tinuar elevándose, se producirá un cambio estructural. El ecologista Lester Brown lo anuncia: "Cuando los chinos consuman tanta carne como los estadounidenses, absorberán el 50% de los cereales del mundo. Segundo, porque una parte de la producción alimentaria (caña de azúcar, girasol, colza, trigo, remolacha) se destina ahora a la producción de agrocarburantes. Las tierras y los cultivos que se dedican a esa acti- vidad ya no dan alimentos para los seres humanos. Y esto también se va a agravar. La Unión Europea ha decidido que un 10% del total de hidro- carburos consumidos de aquí a 2020 deben ser agrocarburantes. Y Estados Unidos ha decidido que sea un 15%, de aquí a 2017. A tal punto que paí- ses con déficit alimentario como Senegal o Indonesia han resuelto producir agrocarburantes en vez de vegetales comestibles. Responsable en parte de esta situación, el Fondo Monetario Internacional afirma que entre un 20% y un 50% de las cosechas mundiales de maíz y de colza ya están siendo desviadas para elaborar carburantes. Tercero, porque el estallido de los precios del petróleo por encima de los 115 dólares el barril, encarece el coste de transportes, en particu- lar el de los traslados de los artículos del agro y por consiguiente el valor de los alimentos. Cuarto, por efecto de la especulación financiera. Huyendo de la crisis de las "subprime", los fondos de inversiones apuestan en estos momentos por los productos alimentarios: soja, trigo, arroz, maíz. Son valores refugios. Los fondos compran y almacenan apostando por el alza. Como los acaparadores de siempre, los nuevos especuladores no dudan en enri- quecerse con las hambrunas que ellos mismos contribuyen a crear. Se es- tima que la especulación está causando un 10% de las subidas de los alimentos. Los países ricos se comprometieron hace tiempo a consagrar el 0,7% de su Producto Interior Bruto al apoyo de los países pobres. Muy pocos han cumplido esa promesa. En su conjunto, el año pasado la ayuda disminuyó un 8,4%. Y la asistencia a la agricultura de los Estados del Sur bajó en los últimos veinte años, un 50%. ¿Cómo extrañarse de la proliferación de revueltas? ¿A qué se espera para crear, por fin, un gran Fondo Mun- dial contra el Hambre? |