Versos - Los pobres de cuando niño Me acuerdo de los de antaño, de los pobres de verdad, ricos en necesidad y de carácter huraño a la fuerza y sin remedio, pues nadie caso les hizo y hasta rizaban el rizo para quitarse de en medio, porque los demás trataban de evitar su compañía y en el trato se veía que en cualquier lado estorbaban. Familias completas fueron y no las voy a nombrar, ya que sería tildar sus nombres y ya sufrieron lo suyo en aquellos días, para que yo venga ahora con actitud evocadora recordando felonías. La gente los evitaba y si les daban trabajo, lo hacían como a destajo y menos se les pagaba, pues todo el mundo entendía que protestar, para nada, pues ya sabían de entrada que de poco serviría. Vivieron en la indigencia y muchos abandonaron el pueblo, pero dejaron a los demás como herencia la mancha de haber tratado sin razones ni motivos, con sus gestos ofensivos y notable desagrado, a gente que su pecado fuera carecer de todo, porque no encontraron modo de conseguir lo deseado para un malvivir escaso, pues al ir hasta las puertas que se encontraban abiertas, las cerraban a su paso. Había sus excepciones como en todas reglas hay, pues hubo algún ayayay en algunos corazones que rempujara a sus dueños a mitigar la penuria y hacer que la injusta injuria que hicieran ciertos carpeños no creciese demasiado y con su grano de arena, la persona que era buena ayudó al necesitado. Recuerdo cuando acudía con su cayado en la mano un señor, ya muy anciano, a comer día tras día a la casa de mi abuela, entregándole yo el plato y estando con él un rato antes de irme a la escuela. Una vez llegó feliz, porque en la mano traía lo que luego me daría: un trozo de regaliz. Si he de decir la verdad, le tomé cierto cariño y ahora que ya no soy niño también le diera amistad. Cuando la puerta le abría se le veía temblando, por quizás estar pensando que un momento llegaría en que sin plato en la mano, con sequedad le dijese para que de allí se fuese: que Dios le ampare a Vd., hermano. Cristino Vidal Benavente. |