Versos - El salón de la tía Cristina De este salón voy a hablar y algo también de mi abuela que tienen de historia, tela y es la que voy a contar. Quizá a nadie le interese y ni lo lea siquiera, pero de cualquier manera lo diré, pese a quien pese, pues me entretengo en narrarlo y a lo mejor a alguien gusta, cosa que sería justa si le encanta el recordarlo. Por mi abuela doy comienzo, de estatura muy pequeña, de dulce carácter dueña y de bondad, ídem de lienzo, que así es como se expresaba la gente, que un vendedor de telas fue el inventor, porque así las pregonaba. De la puerta se encargaba y aunque fuera pequeñita, por tener una varita la gente la respetaba, aunque muy de vez en cuando algún chico se colaba y la pobre se quedaba por ello refunfuñando, mas ahora pienso y creo que alguna vez los dejaba y que hasta disimulaba un poquito de jaleo. Ya cerca de terminar, los muchachos en tropel interpretan su papel, que es por la fuerza pasar y ella se aparta enseguida, para no sufrir el daño que causaría el rebaño por la brutal estampida. Bien grandes los dos salones el de dentro y el de afuera y en éste, en verano era donde los valses, danzones y otros sones se bailaban al fresco y es de justicia, decir que fueron delicia las horas que se pasaban. En el de dentro un frontón en la pared que hay enfrente, donde jugaba la gente que tenía esa afición, pero muy poquita había que practicaba ese juego y terminaría luego, ya que el grupo no crecía. El baile era lo normal los domingos y las fiestas y hasta con las boinas puestas, pero no bailaban mal los mozos, que se empleaban como un Fred Astaire cualquiera y siempre el corrido era con el que se terminaban los bailes de cada tarde y estoy seguro que habrá gente que recordará cómo alguno hacía el alarde de marcarse algunos pasos tratando de destacar, cosa que no iba a lograr pues eran más bien escasos. Cine también se nos puso empezando por el mudo, que otra cosa no se pudo y hasta llegaban incluso dizque artistas de teatro, que hacían lo que podían con las obras que ponían, pero no eran más de cuatro. Ya termino aquí la historia porque me he alargado mucho y hasta por dentro me escucho protestar a mi memoria. Mucho podría contar de este tema, pues recuerdo si la memoria no pierdo, que en él me harté de bailar y en el de afuera diré, que la tarde de un domingo tuve la suerte del bingo, que a mi mujer me encontré. Con organillo bailamos y, cómo no, con orquesta, conjuntada y bien dispuesta y con esto, terminamos. Cristino Vidal Benavente. |