Versos - El cerro El Mono El cerro del Mono era de los chicos referencia porque con mucha frecuencia, por muy pendiente que fuera, subíamos prontamente y desde allí divisábamos el pueblo y luego bajábamos corriendo por la pendiente y entre risas, dando voces, hasta un barranco que había que a las bestias acogía cuando no pegaban coces, porque Felipe “Pichote” con el cuchillo en la diestra y de manera siniestra, las rebanaba el gañote y siempre acudía algún grajo para darse un buen festín, dando con el mismo fin a tan horrendo trabajo. Después de aquella inmundicia que huele peor que mal, nos íbamos al cañal que tuvo la tía Mauricia y entre cañas y zarzales, cepos a los pajarillos poníamos los chiquillos por aquellos andurriales en invierno y en verano a los llamados pinchitos, pájaros muy pequeñitos, o lo que allí hubiera a mano. En el arroyo hubo un charco donde las mozas fregaban el “mercado” que llevaban, que por cierto era bien parco, que no mucho que comer había en todas las casas y eran las viandas escasas y además no de buen ver, pues no cambiaban de traje aunque a veces mejoraba y de un cocido pasaba hasta su primo el potaje, así que garbanzos todo el año comió la gente y cuando se hincaba el diente te chupabas hasta el codo el dedo de hambre que había, que hasta el pan fue tan escaso y de comentarlo paso, porque ni lo conocía. Fueron duros esos años por la maldita escasez y la gente alguna vez recurría a los apaños pero ya ni los menciono, pues cuando empecé a escribir solamente iba a decir algo sobre el cerro el “Mono”. Nota: llamaban “mercado” las mujeres, a los utensilios de cocina, como platos, cucharas, cuencos… Cristino Vidal Benavente. |